En estos turbulentos tiempos, bélicos y durísimos, rescato algunas reflexiones que mi padre elaboró con respecto a la definición de cultura. En medio de las complejas circunstancias que atravesamos como nación, quizás sea oportuno traer de regreso estos conceptos para no solo defender nuestro arte más genuino, sino para ayudarnos a no sucumbir ante la banalidad y el desafuero. Sirvan, pues, estas palabras cuyas ideas transmiten lo que para unos será obvio, y para otros, descubrimiento esencial:

Agricultura quiere decir cultivo del agro, del campo. Cultura es sinónimo de cultivo. Todo lo que el hombre hace forma parte de la cultura. Hay cosas que el hombre no ha hecho: los animales y las plantas, los astros, y las montañas: todo eso es naturaleza. Pero hay otras cosas que no existirían si no hubiera aparecido sobre la tierra el hombre: las casas, las canciones, las ceremonias, la política, los automóviles. Todo lo que debe su existencia al hombre es una forma de cultura.

“Una poesía, una canción, una comedia sirven para que el hombre sea verdaderamente hombre, para que abandone los aspectos más primitivos y refine su vida”.

Hay otras acepciones de la palabra cultura. Por ejemplo: el conjunto de cosas que han hecho determinados hombres. Así se habla de la cultura maya o la cultura griega. Y también hay una forma restringida, según la cual la cultura es lo que el hombre ha creado no para luchar contra las fuerzas exteriores a él (las armas, los instrumentos de trabajo, los objetos técnicos en general), sino para permitirse un desarrollo interior (la poesía, la pintura, la música). En este sentido vamos a considerar, por el momento, el término cultura.

Un puñal, un fusil o un cohete sirven para matar al enemigo. Pero una poesía, ¿para qué sirve? Una mocha o un tractor sirven para hacer producir al campo en beneficio del hombre, pero una canción, ¿para qué sirve? Un ómnibus sirve para ir a ver una pieza de teatro, pero la pieza de teatro, ¿para qué sirve? Pues bien: Una poesía, una canción, una comedia sirven para que el hombre sea verdaderamente hombre, para que abandone los aspectos más primitivos y refine su vida. Sirven para cultivarlo. Sirven, en fin, para hacerlo culto. Y al hacerlo culto, lo liberan de las sujeciones a que vive atado el hombre primitivo. Ese hombre primitivo cree que fuerzas ciegas lo están siempre asediando; cree que todo debe resolverlo por la violencia ciega; fuera de las cuestiones más elementales, no sabe para qué son las cosas ni para qué está él en la tierra. Es como una bestia. Un hombre culto se libera de esas ataduras. Por eso Martí decía “ser culto es el único modo de ser libre”. La poesía afina los sentimientos del hombre, los hace más amplios y delicados. Los hombres primitivos, cuando se enamoraban de una mujer, la arrastraban por el pelo hasta su cueva. Los hombres cultos le escriben una linda carta y acaso una linda poesía. Las mujeres agradecen mucho más, hoy día, este último método.

Un hombre culto se libera de las ataduras de los seres primitivos. Por eso Martí decía “ser culto es el único modo de ser libre”.

La pintura nos permite ver mejor la realidad, observar cosas en que antes no habíamos reparado. Los ignorantes no saben que están rodeados de cosas fascinantes, colores bellísimos, líneas de gran alegría. Es como si estuvieran a oscuras. Pasan, con cara malhumorada, debajo de árboles verdes, rojos, negros, violetas, y nubes doradas y piedras de un gris suave. Y luego van y se meten tristes en sus tristes casas. Un hombre culto, al que la pintura le ha abierto los ojos, puede disfrutar diariamente de un gran festival que permanece cerrado para el ignorante. La música es como otro lenguaje, en que, sin palabras, los hombres de todos los países se dicen cosas hermosas, profundas unas veces, y otras ligeras y alegres. ¡Con la música hablamos todas las lenguas!

Una obra de teatro, al mostrarnos un pedazo de la vida, nos ayuda a entender mejor nuestra propia vida. Así una película. O una novela. Leer novelas, por ejemplo, es como tener la oportunidad de vivir otras vidas. Y sobre todo de comprender la nuestra.

“Todo hombre trae en sí, como una semilla, la posibilidad de un gran desarrollo. Pero, como una semilla, requiere de cultivo para que ese desarrollo tenga lugar”.

Todo eso, y muchas cosas más, constituyen la cultura en el último sentido mencionado. Constituyen el cultivo de un hombre. Todo hombre trae en sí, como una semilla, la posibilidad de un gran desarrollo. Pero, como una semilla, requiere de cultivo para que ese desarrollo tenga lugar. Si una semilla se arroja sobre una piedra, no sale de ella una planta. Si un hombre no es situado en condiciones apropiadas, no se desarrolla como hombre total.

“(…) El mundo aparecerá en todo su esplendor con la justicia al lado de la belleza. Los hombres enriquecerán sus sentimientos, percibirán mejor los colores y los sonidos y las formas de las cosas. Tendrán la sensación de obtener el máximo de la vida”. Eso es la cultura.

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