“A través del tiempo las palabras pasan.
Pero quedan en su inmortalidad las grandes obras maestras
de la escultura que, hermanadas todas,
magníficas en su simplicidad,
relatan todas las pasiones y conflictos del género
humano”.

Rita Longa

Cualquier acercamiento a la obra de un artista es más propicio y objetivo si se tiene la experiencia de una relación con el mismo. El trato con la persona, a veces, puede ser tanto o más expresivo que cualquier visionaje de su obra y el complemento de ambas cosas es lo que permite hacer el juicio mejor y más completo. Tuve el privilegio de conocer a Rita Longa y de trabajar con ella como promotora cultural en la recta final de su vida. Fue en los años 1999-2000, durante el período de siete años en que trabajé en el Consejo Nacional de Artes Plásticas.

Rita fue una directiva con mucha energía y entusiasmo para las actividades y eventos por y para la escultura. Vivía para ello. Como presidenta de CODEMA era como una joven llena de energía y no la persona de edad provecta que realmente era. Congeniamos bien y guardo con cariño una carta de agradecimiento, de su puño y letra, que me entregó en mano, por una ayuda que le facilité en un proyecto de los varios que acometimos de conjunto. La recuerdo afable, discreta, respetuosa, de juicios serenos, parsimoniosa y equilibrada, con esa experiencia en la mirada que solo dan el carácter y la intensidad de una vida llevada a término felizmente. No imponía en ninguna circunstancia su enorme autoridad y prestigio, pues era de modos suaves y de una cordialidad que provenían de una educación exquisita, como se conoce.

“Rita Longa una de nuestras más relevantes artistas visuales en sentido general y uno de nuestros grandes escultores en lo particular”. Fotos: Tomadas de Internet

Conversamos en numerosas oportunidades en aquellos dos años en que convivimos en el sistema institucional cubano de las artes visuales y puedo recordarla como una persona de criterios firmes y que no gustaba de hablar de lo que no le incumbía. La vi compartir con Rosario Novoa en viajes a provincia como las dos grandes amigas que eran, copas en mano, intercambiando afectos y opiniones. El entusiasmo de Rita era proverbial. Para mí fue motivo de orgullo conocerla y captar su atención sobre los planes y proyectos que asumimos de conjunto, como ya dije. Fue por poco tiempo realmente, la muerte la apartó de una vida útil y productiva.

Dicho esto, voy a referirme a mi apreciación sobre su obra, pues considero a Rita Longa una de nuestras más relevantes artistas visuales en sentido general y uno de nuestros grandes escultores en lo particular.

Como ha estudiado a fondo la colega Mary Pereira, principal especialista de la escultura cubana, el devenir de esa expresión artística presenta una historia ardua, difícil, pero cautivante. Es la historia de una expresión que tuvo que batallar duro para salir de la crisálida y comenzar su andadura como cuerpo artístico autónomo. Y la competencia fue muy dura. Aquella vieja etiqueta condenatoria de la “cenicienta del arte cubano” no se la ganó gratuitamente y tampoco la perdió de un día para otro. Hoy la escultura disfruta de un bien ganado puesto entre las demás manifestaciones del arte, y la obra y personalidad artística de Rita Longa han sido factores determinantes en ese logro.

Rita comenzó su batallar en el arte confrontando diversos problemas físicos producto de varios accidentes que le ocasionaron fracturas y afectaron su movilidad. A pesar de ello, se mantuvo firme en lo que ya concebía como su destino. Su formación fue adecuada para aquel momento y hubo, a la vez, mucha de autosuperación personal, ella misma consideraba que había sido más bien autodidacta. El camino ya había sido trazado por su vocación y voluntad.

Desde que comenzó a exponer sus trabajos, Rita recibió la atención de los medios, los que resaltaban tanto la calidad de las piezas como el hecho, notabilísimo para la época, de su condición de mujer. En ese sentido, fue una roturadora de caminos. Cuando en 1933 se exhibió su obra “Grito”, hubo cierto revuelo producto de la mojigatería del momento y de lo audaz de las formas de la pieza. Por cierto, fue su primera obra vendida.

“Un hecho sobresaliente de su desarrollo como artista es que Rita fue una pionera en el trabajo multidisciplinario de las artes visuales…”

Gracias a una rigurosa investigación de la Dra. Luz Merino Acosta [1], hoy podemos comprobar que la prensa especializada de mitad del siglo XX tuvo muy en cuenta el desarrollo y evolución de Rita. Varias menciones en distintos medios fueron contabilizadas en esa indagación, en particular las grandes exposiciones colectivas de aquel período. Es notorio que ya en 1952, el artista y cronista Mario Carreño incluyó a Rita en lo que el llamó la vanguardia de la escultura cubana, junto a otros doce artistas. De igual manera, el reconocido profesor e investigador Juan A. Martínez en su ya clásico Cuban Art and National Identity, The Vanguardia Painters 1927-1950, habla del destacado papel de Rita como instructora del Estudio Libre de Pintura y Escultura, uno de los más importantes emprendimientos vanguardistas de la época.

De igual manera, en un libro acabado de publicar (hace apenas unos días) por la Universidad de la Florida, Modern Art in 1940s Cuba, el riguroso investigador Alejandro Anreus considera que a la altura de los años finales de la década de los ‘30 e inicio de los ‘40, ya Rita integraba un grupo selecto de la vida cultural habanera y cubana, junto a Alfredo Lozano, Florencio Gelabert y Ernesto Navarro, entre otros pocos. Según este estudioso, Rita integraba la vanguardia de la escultura en el país y era una recia personalidad de nuestra vida cultural. A partir de ese momento, las exposiciones personales y en las colectivas que participó Rita se sucedieron con regularidad, en particular su presencia en los salones nacionales en los que recibió diversos premios, así como la atención de figuras conspicuas de las artes visuales y la prensa especializada como Rafael Suárez Solís, Reneé Méndez Capote, Domingo Ravenet y Gladys Lauderman.

La escultura Santa Rita de Casia, obra de Rita Longa, está ubicada en el Museo de Arte Sacro, antiguo convento de San Francisco de Asís, La Habana.

Un hecho sobresaliente de su desarrollo como artista es que Rita fue una pionera en el trabajo multidisciplinario de las artes visuales, pues junto a Ravenet, un gran especialista, promotor y artista, como se sabe, y el arquitecto Aquiles Maza, realizó un proyecto que llamó mucho la atención en su momento, fue en el jardín de una residencia privada, es decir al aire libre. De hecho, su discurso de ingreso en la Sección de Escultura de la Academia Nacional de Artes y Letras, en 1950, tuvo como tema “La escultura en el espacio”. Para su sorpresa, era considerada ahora una académica, a pesar de haber sido acusada de lo contrario por su obra rompedora y vanguardista.

Con gran paciencia, a partir de esta obra, Rita recibió numerosos encargos de mediano y gran formato para jardines e interiores en mansiones habaneras. Sin mediar mucho tiempo desde su inicio como escultora con cierto reconocimiento, ella había desbordado los estrechos límites de estudios y galerías para moverse hacia una dimensión espacial urbanística, lo ambiental. Este es indudablemente un mérito de su arranque en el arte tridimensional insular. Corrían los años de la cuarta y quinta década del pasado siglo, una etapa de floreciente apogeo de la vida cultural nacional y en particular de la habanera, por mucho que la historiografía oficial se haya empeñado en ningunearla.

Cuando se estudia su trayectoria panorámicamente se puede percibir que sus revelaciones y descubrimientos sobre el papel de la luz en la escultura tuvieron mucho que ver con su actuación sostenida en los espacios exteriores. Pienso también que es discernible, desde sus inicios, una visión premonitoria suya de que en lo espacial exterior se podría dirimir una parte considerable de su trabajo futuro. Fue como una epifanía.

Rita logró algo muy difícil para cualquier creador en cualquier latitud y momento de la historia del arte: estampar un sello estilístico, alcanzar la síntesis de toda una manera de hacer arte.

Para no seguir en la cuerda biográfica, que no es la intención de quien esto escribe (además esta ponencia posee un límite situado por los organizadores), soy de la opinión de que el trabajo en general de Rita Longa fue, desde el comienzo, siendo apenas una veinteañera, sumamente valioso estéticamente y auténtico. Ella logró algo muy difícil para cualquier creador en cualquier latitud y momento de la historia del arte y fue, más que estampar un sello estilístico, cosa que obviamente logró, alcanzar la síntesis de toda una manera de hacer arte. Cuando la crítica especializada de su tiempo la catalogó como autora de una obra llena de gracia, ritmo, elegancia y sensualidad, también de refinamiento, no estaba haciendo otra cosa que detallar y mencionar esa capacidad de síntesis artística y estilística a la que me acabo de referir.

Cuando el alargamiento y estilización de las figuras ya había pasado de moda según los códigos internacionales del volumen, las piezas de Rita, sin embargo, sostenían su actualidad a base de su perfeccionismo y riqueza formal. No menos importante, y lo subrayo, es que, Rita anticipó, junto a otros creadores, el desarrollo de la abstracción en nuestra producción simbólica, algo ya señalado por la Dra. Pereira en 2012, en su texto para la exposición por el centenario de la artista en el Museo Nacional de Bellas Artes.

En el período revolucionario Rita se dedicó intensamente a ensanchar su obra y, al mismo tiempo, a entregarse a la promoción del arte insular. Pero ya era una artista reconocida y consagrada de la escultura nuestra. A partir de enero de 1959 se abrieron los portones de acceso a una participación masiva en el arte y la literatura y ella se lanzó íntegramente a ese torbellino político y creativo. Muchas obras suyas siguieron adornando espacios públicos y la vida cultural recibió un impulso al que ella contribuyó ardorosamente. La década de los sesenta fue espléndida en cuanto al arte y la cultura en sentido general.

“Rita Longa fue una creadora que marcó su huella indeleble en nuestro arte, sembró esculturas y monumentos ambientales por todo el país en sus frecuentes recorridos por la geografía insular”.

La entidad CODEMA fue un vehículo que dinamizó la participación de Rita Longa en la promoción de nuestra escultura. En la misma medida que siguió creando piezas importantes de su ya vasta obra, ella activó una institución que ayudó de manera fundamental al desarrollo del arte volumétrico en el país. Llegó a ese instante de su vida ya con una edad avanzada, pero ello no fue motivo para que ralentizara su actuación, sino todo lo contrario. Rita era incansable, caminaba la isla en todas direcciones. Recuerdo cuando, en el año de su fallecimiento, visité ese lugar sensacional y maravilloso, situado en la carretera hacia la Gran Piedra, en el oriente cubano, el Parque de las Esculturas (sitio que merece una atención mayor en todos los órdenes), y al averiguar sobre su gestación supe que el papel de Rita (con otras personas) había sido fundamental en su materialización. Y es que sobre escultura ambiental Rita siempre estuvo un paso por delante de todos.

Rita Longa fue una creadora que marcó su huella indeleble en nuestro arte, sembró esculturas y monumentos ambientales por todo el país en sus frecuentes recorridos por la geografía insular. Su obra rindió tributo a los primeros habitantes de la isla de Cuba, los taínos, a la religión católica, a la naturaleza y fauna, a la historia del país, a las personas aquejadas de enfermedades, a sentimientos humanos esenciales, al vigor y vitalidad del cuerpo, a figuras mitológicas de la tradición cultural occidental, y todo ello combinado con una intensa vida social negadora de la típica figura del artista encerrado en su torre de marfil. Rita fue una precursora también por ello, porque trazó un camino para los que vinieron después. Desde su mismo despegue en el arte desbordó las galerías para convertir sus obras en admiración para el transeúnte y el hombre común, una manera muy original de poner el arte en función de las mayorías, de volcar el museo hacia la calle.

“El libro Rita Longa. Forma, Espacio, Luz, editado por un grupo de autores y financiado por varias instituciones, en 2023, vino a llenar un vacío y articular los discursos y opiniones sobre su trabajo artístico…”

Como señaló de manera muy atinada la Dra. Llilian Llanes, Rita fue una adelantada de su tiempo en muchos sentidos. Fue ese tipo de personaje al que se le dio de manera natural romper esquemas y pautar nuevos modelos, sin temor o venciéndolo. Ella fue una de las precursoras de una modernidad en nuestro arte que había comenzado por la poesía y la pintura en los siglos XVIII y XIX, pero que tuvo su concreción en el siglo XX, como observó puntualmente José Lezama Lima en un ensayo magistral [2].

El libro Rita Longa. Forma, Espacio, Luz, editado por un grupo de autores y financiado por varias instituciones, en 2023, vino a llenar un vacío y articular los discursos y opiniones sobre su trabajo artístico, también es un resumen de su accionar como personalidad social y cultural. En sus páginas se puede percibir que no hubo materia que no se convirtiera en arte en sus manos: el bronce, la piedra, la madera, el cobre y el barro, entre otros, recibieron la fuerza transformadora de su talento. Ampliamente ilustrado, en la historiografía del arte cubano es un título cardinal ante la notable carencia de lo publicado sobre la escultura nacional. En el ámbito de la comunidad académica es donde, a lo largo de los últimos treinta años, se puede constatar un sostenido seguimiento histórico y valorativo de nuestra producción escultórica. El título sobre Rita se coloca como un libro esencial en ese sentido.

Hoy, superada la vieja dicotomía tradición-modernidad y ya en la perspectiva de una posmodernidad muy porosa, los más jóvenes artistas utilizan la escultura como un medio en el que mezclan otras formas de hacer arte para establecer sus discursos estéticos, asumiendo, por lo general acríticamente, los códigos internacionales en boga (el vale todo del arte actual). Ello ha propiciado una figuración híbrida totalmente al día. Hoy es muy usual encontrar la escultura como parte de fotografías de carácter conceptual o de actos performáticos o como parte de los lenguajes del video-arte, expresión in crescendo en los años más recientes, todos ejemplos de aquella idea de Rosalind Krauss, el famoso concepto del campo expandido de la escultura; hoy son pocos los que acuden a ella de manera pura, aunque aún existen quienes lo hacen y es bueno decir que con mucho acierto.

“Forma, Espacio y Luz” está ubicada a la entrada del Museo Nacional de Bellas Artes. Es considerada una de las obras más emblemáticas de la artista, así como un símbolo del museo y de la escultura cubana del siglo XX. Foto: Tomada de Museo Nacional de Bellas Artes

Para los que comienzan su andadura en el difícil y exigente mundo del arte, la obra y la personalidad de Rita Longa se elevan como un modelo imposible de desconocer. El arte, como la vida, va cambiando, muta, se transforma, pero los grandes hitos permanecen para iluminar el camino. Agustín Cárdenas, Rita Longa, Díaz Peláez, Tomás Oliva, Alfredo Lozano, Ramos Blanco, Gelabert, Osneldo García, José Villa Soberón, entre otros grandes artistas, son las luces que marcan en nuestro arte un camino lleno de talento y magistral creatividad. Son ellos los que dejan un legado imperecedero.

El lenguaje del arte visual es intraducible, las formas nos hablan de la misma manera que las palabras, quizá de un modo más enigmático, pero nos dicen. Es por eso que con el párrafo utilizado como epígrafe tengo una pequeña discrepancia con Rita, pues las palabras no pasan, permanecen igual que las esculturas, ambas se necesitan. Es con palabras que hoy le rendimos pleitesía a la insigne artista.

Finalizo. Cierro los ojos y la evoco ahora, participando ya anciana en actividades del sistema institucional con un entusiasmo realmente juvenil. Me impactó mucho su persona, su obra ya me era conocida, pero no así a Rita como individualidad y su carácter y sencillez me impresionaron vivamente. Debía decirlo antes de concluir. Me parece un acto de justicia homenajear a Rita Longa en recordación de los 40 años del surgimiento de CODEMA, una institución a la que ella se entregó en cuerpo y alma hasta el final de su vida.

(Texto leído el 19 de noviembre de 2025 en la inauguración del V Coloquio de Historia del Arte. 40 años de CODEMA. Memorias, diálogos y pensamiento crítico, Museo Nacional de Bellas Artes.)


Notas:

[1] Luz Merino Acosta. Espacios críticos habaneros del arte cubano: la década de 1950. LMA (selección y prólogo). Ediciones UH y Ediciones UNION, La Habana, 2015 (dos tomos).

[2] José Lezama Lima. “La pintura y la poesía en Cuba (en los siglos XVIII y XIX)”, en La visualidad infinita. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1994.