Tenía el sueño de conocer a la Tía Rosa. La contacté vía Whastapp días antes de su concierto en el Teatro del Museo Nacional de Bellas Artes el pasado 21 de septiembre. Cordial, afable, dulce… Me envió el programa del espectáculo con antelación y supe desde entonces que sería difícil para mí controlar las emociones. Tuve una linda infancia y sus canciones, junto a las apariciones de una de sus invitadas especiales para la cita, perduran en mi memoria cual tesoro de altos quilates.

La esperé horas antes de empezar. Ya había conversado con los niños y niñas del coro Lucecita, dirigido por la Maestra Carmen Rosa López, quienes adornarían con sus voces los coros de cada canción. Estaban sentados en las butacas, lejos de las pantallas de los celulares, esperando a la Tía, ansiosos y contentos a la vez.

Cuando la Tía Rosa llegó, se iluminó la sala. Vestida de amarillo, cual sol radiante veraniego, caminó despacio por la sala hasta llegar a saludarlos. Su guitarra, decorada con flores y mariposas, descansaba en el escenario, esperándola también. Ella, con ternura desmedida, saludó a los infantes y con ellos conversó. Nos conocimos personalmente, y fue una sonrisa radiante la que me regaló.

Con el concierto de la Tía Rosa, la mañana del domingo se coloreó de amor.

Conversó con el cineasta cubano Pablo Massip, quien recuerda la admiración y el cariño que el trompetista, compositor y director de Habana De Primera, Alexander Abreu, le profesa.

“Él es como mi hijo. Nos queremos mucho. Siempre fue talentoso, dedicado, pero niño al fin, trabajé cada día con él y le vaticiné que sería uno de los mejores trompetistas del país, que dirigiría su propia orquesta y que el mundo entero lo conocería y lo aplaudiría. Pero en cada premonición le insistía: ‘Estudia… Lograrás esto y aquello, pero estudia…’. Y todas mis profecías se cumplieron, y estudió, y por eso es tan grande”.

Recordó la Tía Rosa que, con tan solo un juguete él fue capaz, siendo niño, de ofrecer conciertos junto a ella con extraordinaria calidad. “Siempre supe que llegaría lejos y por eso estuve a su lado y lo apoyé. Eso hago con cada niño o niña en el que percibo un talento especial. Se lo comunico a sus padres, les pido que lo acompañen por el camino que debe transitar y que lo apoyen, para no dejar que se pierda un gran artista”.

“Salir al escenario con las energías del ‘Amanecer feliz’, coreado por el público de todas las edades, fue tan solo el principio”.

Plena de vivencias dignas de contar, la Maestra de Juventudes que ha dedicado su vida a las infancias, se dispuso a “probar” su guitarra. Era una petición del sonidista, quien estaba seguro de que sonaría bien porque sería ella quien la tocaría. “Yo no toco nada, muchacho, yo solo le rasco la panza a la guitarra”, le dijo la cantautora.

Después, todo fue coser y cantar. Luego de la proyección del audiovisual en el que se escuchó el tema “Te mariposas”, interpretado por su autor Roberto Novo, la mañana del domingo se coloreó de amor. Salir al escenario con las energías del “Amanecer feliz”, coreado por el público de todas las edades, fue tan solo el principio.

Seguidamente, la narradora oral Dayana Deulofeu y su hija Emma regalaron juntas el cuento El sol en medio de la calle, de la autoría de Aidé Arteaga. Al compás de la guitarra de la Tía, el estribillo contagiaba: Sube, sube, sube, vuela, vuela, vuela, papalote…

El coro Lucecita deslumbró desde su salida a la escena con “Mi canta canta”, y no salió más de ella. Incluso, algunos de sus integrantes fueron solistas en las canciones.

La Tía Rosa ofrece la música como un juego, canta e incita a cantar como un juego, juega como un canto… es una experiencia muy linda asistir a una de sus presentaciones.

“… la Tía Rosa sabe cuánto se le quiere, cuánto se le agradece su empeño en componer canciones para las infancias…”

“Trabacha”, “Reyes del son” y “Fiesta en el sartén” hicieron mover los cuerpos en cada asiento, y los estribillos se coreaban al instante. Luego vino el aprendizaje a través de la música: concurrió Pastosita (Amarilis Sánchez), personaje infantil adorado por los pequeños, sobre todo por los de mi generación que aún cuidamos el niño que llevamos dentro, para jugar el juego Arma palabras, también ideado por la Tía Rosa. Fue una prueba más de cuánto la música puede apoyar los procesos pedagógicos. ¿Se atreven a armar siete palabras solamente con cuatro letras? Y por si fuera poco, cada uno salió del teatro buscando en su mente alguna palabra bifronte, porque aquel juego que la Tía propuso los dejó con ganas de más.

Finalizando el concierto, recordó su famosa canción “M con A, N con I, Maní”, que desde aquel festival Cantándole al Sol tantas alegrías le ha propiciado. Luego, todos juntos, y con el pecho apretado, cantamos “En aras de vivir”.

“La Tía Rosa ofrece la música como un juego, canta e incita a cantar como un juego, juega como un canto… es una experiencia muy linda asistir a una de sus presentaciones”.

La salida a ritmo de conga hasta fuera de la sala fue el pretexto para sentirse amada más de cerca. Porque la Tía Rosa sabe cuánto se le quiere, cuánto se le agradece su empeño en componer canciones para las infancias, en escribir y conducir programas infantiles en la radio y la televisión, en derribar el mito de que trabajar para los niños es cosa fácil.

Una vez más, ella fue feliz, estoy segura. Yo también lo fui. Porque conocí a una creadora singular, a una mujer valiente, a una maestra de las que no se olvidan, a una artista increíble, a una tía a la que uno quiere como a una madre.