Luis Jerónimo Marcano Álvarez, dominicano (nació el 29 de septiembre de 1831) y militar de formación, hasta octubre de 1868 fue un hombre cuyas acciones se perdían en el anonimato de una vida regular y sin actos verdaderamente descollantes. Ascendió rápidamente en la estructura del ejército de su país natal, pero no mucho más. Repasemos brevemente su biografía hasta que se involucró de lleno, junto con sus hermanos, en la primera de nuestras guerras de independencia.

Muy joven ingresó en las fuerzas armadas de su país de nacimiento. Fue ayudante del general Pedro Santana, quien fuera por entonces presidente de la República. En 1861, a proposición de Santana y de gran parte de la élite local, la república dominicana fue anexada al imperio español. Había esperanzas en de que la antigua metrópoli los defendiera de la amenaza de una invasión haitiana, pero, sobre todo, que tal alianza mejorara económica y socialmente a la nación. España, sin embargo, consideró a la república como una colonia más y los dominicanos comenzaron a recibir el desprecio racista de la mayoría de los funcionarios y militares que la metrópoli dislocó en el país.

En 1863, gran parte del pueblo dominicano comenzó la guerra contra España. La sociedad se dividió, unos apoyando la lucha por la independencia y otros en su contra. Entre estos se encontraban los hermanos Marcano. La guerra concluyó en 1865 con la victoria de los independentistas. Se dictó entonces una real orden, el 10 de enero de 1865, que dispuso: “… que no se desatienda y por el contrario se ampare y se proteja a los generales, jefes y oficiales de la reserva de este país” [1]. Así se les llamó a los que defendieron a España.

El capitán general de Santo Domingo hizo un razonamiento sobre estos hombres en el que prevaleció un espeso racismo:

…el mayor número pertenece a la raza de color, siendo negros y mulatos generales, brigadieres y jefes de todas las categorías (…) la mayor parte de estas personas desearían ir a establecerse a las vecinas islas de Cuba y Puerto Rico, para buscar en ellas además de la protección del gobierno la analogía de costumbre idioma y religión. Los hombres de este país nacidos en la libertad acostumbrados al goce de todos los derechos políticos y civiles, y disfrutando de las ventajas de todas las categorías sociales llevarán sus hábitos y su altiva condición a unas posiciones donde existe la esclavitud, sirviendo en ellas de pernicioso ejemplo para los esclavos y libertos de su propia raza.[2]

Las autoridades españolas muy pronto se dieron cuenta de estas circunstancias y tomaron medidas para evitar el deplorable ejemplo que podían dar los dominicanos negros y mulatos a los cubanos de piel oscura. El 25 de mayo de 1865, el capitán general de Santo Domingo le escribía al jefe militar de Baní:

No debe haber distinción de clase ni de razas para apreciar los   merecimientos de cada uno y concederles la protección a que se   hayan hecho acreedores, pero no puede admitírseles indistintamente la elección del país de su futura residencia al abandonar a Santo Domingo. A la isla de Cuba por ejemplo no podrán ir los hombres de color, y aun con los blancos habrá necesidad de ser circunspectos en la designación de aquellas personas a quienes se permita fijar allí la residencia [3].

Los dominicanos que habían sido fieles a España se podían establecer en la Península, Puerto Rico, las Islas Canarias, las Baleares, las posiciones españolas de África, pero, en ningún caso, en Cuba. De esta forma, Luis Marcano y los demás militares dominicanos se convirtieron en víctimas de las disposiciones tomadas por España para proteger su imperio y la esclavitud. Pese a las muchas preocupaciones, disposiciones y actuación del gobierno colonial, un grupo de dominicanos se estableció en Cuba.

“En los momentos en que Luis Marcano se establecía en Cuba las ideas independentistas prevalecían y se animaban en una parte significativa de los cubanos del oriente insular”.

Según el historiador dominicano Emilio Rodríguez Demorizi, en 1866 se habían asentado en Manzanillo, puerto cubano del oriente de la isla, catorce dominicanos. Entre ellos se encontraba el Capitán Luis Marcano Álvarez [4].

En los momentos en que Luis Marcano se establecía en Cuba las ideas independentistas prevalecían y se animaban en una parte significativa de los cubanos del oriente insular. Gradualmente, por acumulación, se habían creado las condiciones para una insurrección. En Manzanillo, Carlos Manuel de Céspedes, con clara visión de los acontecimientos comprendió dos asuntos esenciales. Primero, que era necesario sublevarse lo más pronto posible, la espera dilatada solo tenía dos caminos, la cárcel o el patíbulo. En segundo lugar, Céspedes, conocedor de la impericia de sus principales hombres alzados en armas, entendió la necesidad de contar algunos con experiencia militar. Iniciada la guerra, el fracaso de Yara se lo demostró tempranamente.

En los primeros cinco días de la contienda, entre el 10 y el 15 de octubre, los mambises fueron derrotados en todos sus combates. La única victoria fue la captura del poblado de Jiguaní donde no había guarnición militar. Todas estas acciones fueron intrascendentes y demostrativas de la falta de una mínima organización militar de los rebeldes.  El papel militar más relevante en estos primeros días lo tuvo Luis Marcano Álvarez. Se sublevó en el barrio rural donde residía en la jurisdicción de Manzanillo y se dirigió al encuentro de Céspedes. Organizó la dispersa fuerza que este reunió, luego del asalto a Yara y le sumó la que él había reclutado. El día 15, Luis Marcano tuvo su primer éxito al ocupar el poblado de Barrancas y el 20 la ciudad de Bayamo.  Céspedes unió a sus fuerzas a varios dominicanos en similar situación, entre los que descolló rápidamente Máximo Gómez.

“Dos de las fuerzas más poderosas de unidad política que existieron en Cuba al inicio de la guerra fueron el regionalismo y el caudillismo”.

En el caso de los dominicanos ninguno de ellos llevaba más de tres años residiendo en Cuba. Todo esto hacía que no contaran con un apoyo efectivo entre los vecinos que integraban el ejército insurrecto. Por sus métodos militares no fueron bien vistos, pues, como primera condición para organizar las fuerzas armadas insurrectas, imponían que los hombres hicieran vida de campamento, separados de sus familias y propiedades, lo que era inconcebible para estos terratenientes y campesinos acostumbrados a vivir en sus fincas y barrios. Por lo tanto, su autoridad dependía de la capacidad de llevar estas tropas a la victoria y de sus relaciones con Carlos Manuel de Céspedes.

“Los militares dominicanos lograron encauzar aquella decisión patriótica de los cubanos y pudieron derrotar a las columnas españolas enviadas a la recuperación de Bayamo”.

La victoria y toma de la ciudad de Bayamo fue el hecho militar más importante de los inicios de la guerra y como afirmó Manuel Sanguily en un momento de recuento, uno de los más relevantes de toda la contienda. Además de su propia repercusión al ser la segunda ciudad de importancia en el Oriente cubano, le permitió a los rebeldes contar con una capital por casi tres meses, lo que propició darle un gran impulso a la insurrección en la mitad este de la Isla, la que estaba casi totalmente insurreccionada semanas después del 10 de octubre.

Dos de las fuerzas más poderosas de unidad política que existieron en Cuba al inicio de la guerra fueron el regionalismo y el caudillismo. Hicieron posible reunir a gran parte de la población de Oriente, Camagüey y Las Villas en torno a los principales líderes de la revolución y la constitución del incipiente ejército libertador. Pero, al mismo tiempo, ese pensamiento desarrollaba fuerzas centrifugas que tendieron a dividir la revolución al concentrarse en sus respectivos territorios sin deseos de abandonarlos. En el orden militar era un serio problema.

Céspedes y sus colaboradores comprendieron que esas prácticas amenazaban constantemente su gobierno. El único muro de contención y casi única solución ante ese hecho de que disponían era el éxito militar. Pero este tan solo podía propiciarlo algunos de los militares extranjeros insurreccionados, en especial los dominicanos. Ellos debían organizar a la gran masa de cubanos llenos de entusiasmo y fervor patriótico, pero sin experiencia militar, en torno al gobierno provisional formado por el hombre de La Demajagua.

Los militares dominicanos lograron encauzar aquella decisión patriótica de los cubanos y pudieron derrotar a las columnas españolas enviadas a la recuperación de Bayamo. Luis Marcano tuvo ciertamente un papel relevante en los primeros meses del alzamiento. Céspedes, en carta del 12 de octubre a Pedro Figueredo, uno de sus lugartenientes, le informa después del fracaso de Yara, que “Marcano me acompaña con trescientos de los suyos” [5].

“No menos importante fue la contribución de Máximo Gómez al derrotar a la columna del coronel Quiróa, en Ventas de Casanova, la que también avanzaba hacia Bayamo”.

Fue aquel el primer acontecimiento organizativo para crear un ejército a partir de partidas sin disciplina alguna.  El dominicano, luego de la derrota de Yara, “Organizó al personal en siete compañías, siendo ésta la primera estructura que tuvo el Ejercito Libertador” [6]. No menos importante fue la contribución de Máximo Gómez al derrotar a la columna del coronel Quiróa, en Ventas de Casanova, la que también avanzaba hacia Bayamo y en la que la historiografía consagró como la primera carga al machete de la guerra (en los combates por Bayamo, días antes, ya se había utilizado la herramienta de trabajo como arma de combate).

Marcano siguió combatiendo bajo las órdenes de Céspedes quien lo designó poco después (en diciembre) jefe de Holguín. Allí trató de organizar las fuerzas locales para enfrentar una poderosa columna que desde el puerto de Gibara se dirigía a levantar el sitio que sufría la guarnición hispana de Holguín.

Si bien no pudo impedir la llegada de la referida columna, esta quedó bloqueada en la ciudad sin posibilidades de marchar sobre Bayamo.  Luis Marcano dirigió las fuerzas insurrectas holguineras desde el 2 de diciembre de 1868 al 10 de marzo de 1869. Posteriormente, comandó durante un corto periodo las tropas de la parte oriental de la jurisdicción de Holguín.

Es importante decir aquí que los holguineros lo han recordado muy poco. Merece este sufrido general que se le tenga en cuenta en la historia de dicho territorio.

Las victorias militares de los primeros momentos de la insurrección significaron el incremento de la autoridad y prestigio de cada uno de estos dominicanos y contribuyeron considerablemente a la de Carlos Manuel de Céspedes y su gobierno provisional, establecido en Bayamo.

“No se puede escribir la historia de Holguín y de las primeras batallas independentistas sin mencionar a Luis Marcano”.

El 10 de marzo de 1869, en Holguín, se creó un Comité Revolucionario que organizó la jurisdicción en dos brigadas. La formación de esa estructura es comprensible, pues luego de la recuperación de Bayamo por los españoles, el 12 de enero de 1869, el gobierno creado por Céspedes se tuvo que dispersar. El Comité Revolucionario de Holguín designó como jefe militar de la zona occidental de Oriente al líder local más relevante, Julio Grave de Peralta y a Luis Marcano de la zona oriental. Posteriormente el dominicano se trasladó a la región de Bayamo.

No se puede escribir la historia de Holguín y de las primeras batallas independentistas sin mencionar a Luis Marcano. El fiel dominicano continuó combatiendo, logró sobrevivir a un atentado, fue nombrado segundo jefe del estado mayor de la fuerza oriental y alcanzó el grado de Mayor General por méritos propios y por su bravura en los combates. 

El 16 de mayo de 1870, Marcano realizó un ataque al campamento El Congo, al sur de Manzanillo, y concluidas las acciones, fue cobardemente asesinado al recibir un disparo en la ingle, al parecer realizado por un miembro de sus tropas oculto en la maleza, según se dice en el documentado Diccionario Enciclopédico de Historia Militar [7].

Luis y sus hermanos Félix y Francisco, los también dominicanos Máximo Gómez y Modesto Días (tío político de los Marcano), así como otros de esa nacionalidad, jugaron un papel fundamental en los primeros años de la revolución, años riesgosos en los que la posibilidad de la derrota estaba muy próxima debido al pobre armamento y la falta de experiencia guerrera de los mambises. Quizás el mejor homenaje escrito se los ofreció el general Calixto García quien anotó en su diario:

… la desgracia de que todos los jefes venidos del extranjero hayan carecido de aptitud para nuestra clase especial de guerra y esto ha hecho que en el país gocen de poca simpatía. Debo empero exceptuar algunos, entre ellos a los dominicanos, que han sido verdaderamente nuestros maestros y que han hecho la guerra en Cuba con cuantos recursos le ha sugerido su inteligencia [8].

Luis Marcano fue uno de esos maestros formadores del Ejército Libertador, de los que forjaron a jefes locales que después tuvieron desempeños sobresalientes, por lo que merece el respeto permanente y la gratitud de todos los cubanos. Al igual, vale decir, de sus hermanos, el coronel Félix y el general de brigada Francisco, asesinado este último por fuerzas colonialistas en 1870.

Al conmemorarse en este año el 155 aniversario de su muerte hemos querido homenajear a esta olvidada, pero enorme figura de nuestras guerras de independencia.


Notas:

[1] Archivo Nacional de Cuba. Fondo: Asuntos Políticos. Caja 227. Número 8.

[2] Ibidem.

[3] Archivo Nacional de Cuba. Fondo: Asuntos Políticos. Caja 227. Número 6.

[4] Emilio Rodríguez Demorizi. Hojas de Servicio del Ejército Dominicano. 1844- 1865. Editorial del Caribe. Por A. Santo Domingo, R.D. 1968, Tomo 2, p 96 y 103.

[5] Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo. Carlos Manuel de Céspedes. Escritos, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1982, tomo 2, página 10.

[6] Centro de Estudios Militares de las FAR. Diccionario enciclopédico de Historia Militar, Tomo 1, Ediciones Verde Olivo, Ciudad de La Habana, 2006, p. 268.

[7] Ibidem, tomo I, pág. 269.

[8] La mayoría de los militares extranjeros que tomaron parte en la guerra de Cuba en el campo revolucionario provenían de ejércitos regulares por lo que su formación chocaba con el estilo guerrillero de esta contienda. De ahí el señalamiento de Calixto García en su Diario. El original de este documento se encontraba inicialmente en el Archivo privado de Juan Andrés Cue Bada, en Santiago de Cuba (posteriormente trasladado a los archivos de la Oficina del Historiador de La Habana). Fue publicado por José Abreu Cardet, Olga Portuondo y Volver Mollin en el libro: Calixto García: Escribe de la Guerra Grande. Tres documentos personales, Editorial Oriente, 2009. pp. 68 y 69.