A la memoria del Dr. Juan Miguel Rodríguez de la Cruz.  

El McMullen Museum of Art, museo universitario que pertenece al Boston College, inauguró una magnífica exposición sobre una de las expresiones artísticas más relegadas en el contexto cultural de la Isla: la cerámica. La muestra tiene como eje central el rescate de la labor artística relevante de las mujeres, creadoras de uno de los conjuntos más hermosos de la cerámica modernista en Latinoamérica. La curadora Elizabeth Thomson Goizueta enfatiza el rol protagónico de la mujer. Algo que por suerte también está sucediendo en los principales museos y centros artísticos del mundo, y es posicionar a las mujeres en el canon de la historia del arte, del cual han sido relegadas durante siglos.  

La muestra exhibida en el McMullen Museum of Art tiene como eje central el rescate de la labor artística relevante de las mujeres, creadoras de uno de los conjuntos más hermosos de la cerámica modernista en Latinoamérica.

De ahí el provocador título de la muestra: La generación perdida, frase de la novelista y dramaturga norteamericana Gertrude Stein y que fue posteriormente popularizada por Ernest Hemingway en su novela Fiesta (1926). Y cómo no sería de otro modo cuando los nombres de Rebeca Robés Massés y Mirta García Buch, a pesar del aporte de sus diseños a la cerámica artística cubana en el primer lustro de los cincuenta, hoy son desconocidos. Tal como señala la Dra. Thomson Goizueta: “…estas dos mujeres merecen reconocimiento especial como pioneras en la creación de un movimiento definido estéticamente como cerámica cubana, pero que podemos apreciar de forma más amplia como participante del último capítulo del modernismo cubano”. [1]

“Las mujeres artistas y su promoción de la cerámica como arte marcaron un momento histórico único en que la cerámica (…) hizo su entrada en la conciencia de la clase intelectual cubana”.

El Dr. Juan Miguel Rodríguez de la Cruz, de mente abierta y visión progresista, aceptó de buena gana la participación de un núcleo destacado de mujeres ceramistas en su taller de Santiago de las Vegas. La mención de ellas es indispensable para rescatar su importancia en el contexto cultural cubano de los años cincuenta: Mirta García Buch, Rebeca Robés Massés, Marta Arjona, Rosa Jiménez, Amelia Peláez, María Elena Jubrías, Elia Rosa Fernández de Mendía, Ofelia Sam y Aleida González. De todas ellas sólo brilló con luz propia Amelia Peláez, que sin dudas es una de las figuras más prominentes de la modernidad cubana, gracias esencialmente a su pintura, aunque su aporte como ceramista fue muy destacado. ¡Tantos nombres de mujeres que hicieron de la cerámica artística cubana un fenómeno cultural y tan bajo reconocimiento! ¡Una sola mujer destacada entre tantas! ¿Es que la grandeza artística según el canon vigente de la época sólo pertenecía a los hombres?

Sin embargo, aunque el énfasis de la curadora estuvo centrado en el rescate de este valioso grupo de mujeres, no optó por una visión feminista de excluir de la exposición a los hombres que también dejaron sus huellas en el Taller. De esta manera también se pueden disfrutar las cerámicas diseñadas por Wifredo Lam, René Portocarrero, Luis Martínez Pedro, Mariano Rodríguez, Raúl Milián, Julio Herrera Zapata, José Mijares. Excepto Julio Herrera Zapata todos los demás son miembros relevantes de la comunidad artística cubana.

Es categórica la Dra. Thompson Goizueta cuando señala: “Las mujeres artistas y su promoción de la cerámica como arte marcaron un momento histórico único en que la cerámica, hasta entonces considerada irrelevante, hizo su entrada en la conciencia de la clase intelectual cubana”. [2]

Esta exposición fue posible gracias al apoyo decisivo que tuvo de dos coleccionistas, en particular el aporte de Enrique Rodríguez, nieto del fundador del Taller de Santiago de las Vegas, el Dr. Rodríguez de la Cruz, quien contribuyó con 109 cerámicas a esta exhibición. Esta notable muestra no hubiera sido posible sin su apasionado concurso. Por su parte, tuvo una notable relevancia la entusiasta colaboración de Nercys y Ramón Cernuda quienes contribuyeron con importantes pinturas de algunos de estos artistas, en particular de Amelia Peláez, que establecieron un interesante contrapunto entre las soluciones obtenidas entre la cerámica tridimensional y los cuadros bidimensionales colgados en las armoniosas galerías del museo.

Las pinturas de algunos de estos artistas establecieron un interesante contrapunto entre las soluciones obtenidas entre la cerámica tridimensional y los cuadros bidimensionales.

La curaduría no es sólo un concepto ni una lista de artistas y obras. Es en esencia una articulación visual en función del público. En tal sentido, Elizabeth Thompson Goizueta tuvo el respaldo decisivo de Diana Larsen, quien hizo un despliegue excelente de la exposición, en la que tuvo en cuenta la belleza estética de las cerámicas y los cuadros unido al carácter didáctico de la muestra.   

Un aporte sustancial a la exposición es el magnífico catálogo bilingüe del cual la Dra. Goizueta fue la editora curatorial, que tuvo como colaboradora cercana a Kate Shugert, editora jefe del McMullen Museum y con un destacado diseño de John McCoy.

Thompson Goizueta invitó a tres especialistas a compartir sus saberes en función de la muestra. Son ellos el Dr. Alejandro Anreus, quien hizo un análisis novedoso sobre la primera y segunda generación de la vanguardia cubana, síntesis del futuro y trascendental libro sobre el arte cubano de los años cuarenta que debe publicarse en el 2025; el autor de esta reseña, curador del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, quien discursó sobre los antecedentes de la vanguardia cubana, que no estuvieron solamente en París, sino también en la obra de los pintores tradicionalistas de la Isla que los antecedieron. Por su parte la Dra. Carol Damian enfatiza en su ensayo las contribuciones estilísticas y técnicas de las mujeres ceramistas en los años cincuenta, en las que profundiza con tino y precisión. La Dra. Thompson Goizueta definió el curso de la curaduría de la muestra con un ensayo en el cual configura la experiencia estética del evento y los discursos culturales que trascienden la duración temporal de la exhibición, y permanecen como testimonio indeleble, accesible tanto a estudiosos como académicos de todas las universidades del mundo.

Ojalá esta exposición pueda mostrarse en un futuro no lejano en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana.

Esta espléndida exposición constituye el séptimo aporte del McMullen Museum of Art a la Iniciativa de Arte Hispánico, único proyecto de este carácter en Norteamérica, en la que ha tenido un rol decisivo la dinámica y entusiasta doctora Nancy Netzer, directora de la institución. Esta feliz decisión ubica a este museo en un lugar preponderante en el contexto de los museos norteamericanos. Nombres tan destacados como Roberto Matta, Wifredo Lam, Rafael Soriano y Mariano Rodríguez, han tenido el privilegio de ser acogidos en este espacio museal profundamente humanista y de proyección universal.

Ha sido una suerte que una curadora que entrega corazón y alma en cada muestra, la Dra. Elizabeth Thompson Goizueta haya estado al frente de la curaduría de todas estas exposiciones, uniendo a su saber académico una profunda comprensión del arte, que procede de una familia de artistas y poetas.

La exposición La generación perdida. Mujeres ceramistas y la vanguardia cubana se inauguró en el McMullen Museum of Art el 29 de enero y estará abierta al público hasta el 2 de junio del 2024. Esperamos que un evento de tal envergadura se exhiba en otros espacios culturales de Estados Unidos. Ojalá pueda mostrarse en un futuro no lejano en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana. Será la reivindicación perfecta a esta generación de los ya lejanos años cincuenta del pasado siglo que la curadora definió como “perdida”.

Notas:

[1]Elizabeth Thompson Goizueta. “El colectivo femenino y la cerámica experimental: implicaciones para el modernismo cubano”. En: La generación perdida. Mujeres ceramistas y la vanguardia cubana. McMullen Museum of Art, Boston College. Estados Unidos. P. 45.

[2]Ob. cit. p. 54.

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