Una fiesta de la poesía donde todos se saludan en la seda del pasto junto al mar tranquilo
Después de atravesar la isla verde llegas a un pueblo donde todo el mundo se saluda, donde con un guiño de confianza y familiaridad te dicen “Buenas”, aunque tú seas un visitante. Las calles en su mayoría son de piedras, de piedras que arrastró el aluvión. El sol te abrasa intensamente en el “pilón” que forman las montañas y el casi valle de este suelo.
Llegamos a Pilón, municipio de la provincia Granma donde se celebró la edición 35 del Festival “Al sur está la poesía” entre el 16 y el 21 de septiembre, auspiciado por la Dirección de Cultura de este municipio, pero que desde hace mucho tiempo se ha convertido, por esfuerzo de sus organizadores y la gracia y hospitalidad de sus habitantes, en un evento nacional. A la poeta niquereña Yudith Izaguirre homenajearon esta vez, y celebraron un concurso de poesía que ganó el poeta Yank González, de Jovellanos, quien también fue invitado a esta fiesta de la palabra.

A la montaña fuimos por sitios inclinados que lo mismo bajaban que subían. Entre los árboles vimos numerosos lechos de ríos secos llenos de piedra. Ahí nos acogieron con amor sus moradores, sus niños que actuaron para nosotros: cantaron, bailaron mientras le entregábamos un poco de poesía. Una mesa con frutos, flores y café era el símbolo de la hospitalidad.
Al bajar del camión serrano nos impresionó en la comunidad Las Cajas la pulcritud y la tez cobriza de los niños, que estaban agrupados en una armónica composición a la que adornaban la sombra y el sol. Leímos en los barrios, en El Bon, en el Reparto Alma, en el Reparto Celia Sánchez, en la Pesquera, en Calabaza y Durañona. Aprovechan el vigor del sol de estas tierras para organizar lecturas a las 6 de la tarde, como si la luz eléctrica no hiciera falta.

En una mesa te brindan lo que tienen. Escuchan con atención, y participan ya sea recitando, cantando o bailando. Ante un número de música bailable cubana cantado por alguno se levantan y bailan, urgidos por la necesidad de recrear su alma, de sentir un poco de diversión.
Leímos en las instituciones: el hospital, el Poder Popular, en las escuelas, en las empresas. Alejandro Aguilar, el coordinador de este Festival, que no se fue de Pilón por su mar, dice que para los pobladores es un acontecimiento ver a un poeta consagrado, que sale en los medios, en su barrio o en su centro laboral. Se habló sobre la necesidad de internacionalizar esta Fiesta de la poesía a la que ya han asistido algunos escritores extranjeros, por la belleza telúrica y celeste de este lugar, por la necesidad que tiene el pueblo de recibir estímulos económicos que mejoren su día a día. Agradecían receptivos los moradores de Pilón, lo expresaban, se quedaban con ganas de escuchar más, pero el tiempo no nos permitió mayores expansiones, aun así nos recorrió a todos el regocijo y un agradecimiento.

Aquí puedes estar a la vez en el mar y en la montaña, y así aconteció el día último del Festival en que leímos en la Comunidad de Camarones, perteneciente al Plan Turquino. Íbamos probando las uvas dulces que nos brindaban a medida que decíamos los versos. Era la seda del pasto junto al mar tranquilo. Allí contemplamos cinco tipos de farallones a la vera del mar que nada tienen que envidiar a las bellezas naturales de otras partes del mundo.
Este fue un viaje de encuentro con la poesía de la tierra, con la poesía que posee esta tierra: sus gentes, sus paisajes, sus calles que son senderos de piedra que forjaron aluviones. El orgullo de ser cubano nos entró por la vista y el oído: se encarnó en el paisaje. Respiro como herencia y pertenencia la humildad de mi padre, de mi familia, oriunda de estas tierras.

