Violando la observación de Secades referida a la poca confianza que los cubanos depositamos en el sistema bancario desde tiempos inmemoriales, y por eso preferimos acumular monedas atadas en un calcetín, como los abuelos españoles, deposité confiadamente mis ahorros en una cuenta de nuevo tipo. Así me lo sugirió la muchacha de la puerta del Banco, obviamente, cuando pregunté cuál sería la mejor forma de ahorrar, el misterioso método que me permitiera disfrutar el verano sin mayores sobresaltos. Han pasado varios años desde entonces, y si bien continúa mi desvelo, debo reconocer que el momento glorioso de extraer los intereses de la cuenta de nuevo tipo, constituye una de las pocas alegrías que el Banco es capaz de ofrecer, aunque dure poco, porque todo dura poco en la casa del pobre, y sea muy engorroso el método, como veremos más adelante. Luego de pasar 11 meses esperando el tiempo de recolectar los intereses, como ya dije, se debe transitar por una serie de procesos, cuya incalculable magnitud siempre me sorprende, y es motivo de esta estampa.
Porque nadie debe ilusionarse con algo sencillo, ágil, comprensible y hasta satisfactorio cuando de esa diabólica telaraña conocida como El Banco se trata. Podría contar muchas anécdotas, pero no voy a retrasarme en lo que ya he narrado antes, o en cosas que de tan cotidianas, pertenecen a la obviedad del realismo, o que son tan surrealistas que no se pueden creer.
Cuando llega el momento de solicitar lo que hemos ahorrado, o, mejor dicho, lo que El Banco ha utilizado según sus necesidades pero nos pertenece, se producen dos sentimientos al unísono: nosotros estamos felices, y las operadoras de las taquillas se enojan. Lo que para nuestro bolsillo es una fiesta, para el personal bancario es un fastidio. Porque, inexplicablemente, la operación no se limita a “Usted ha acumulado 50 pesos. Tómelos. Buenas tardes y gracias por confiar en el Metropolitano”, como sería lógico. La lógica es algo que no funciona allí, detrás de esos cristales donde muchachas y muchachos metrosexuales y plastificados nos extienden par de planillas cada 11 meses.
Creyendo que se trata de un error, siempre cometemos el mismo error. Un error en El Banco es creer que una se puede ir así, sin más allá ni más acá. Pero de eso nada, monada, nos dice el o la metrosexual de turno. “¿Perdón?”, decimos, en postura de marquesa. “¿Eso es conmigo, mi china?”, ya más aplatanadamente. “Sí, con usted, o sea, contigo mismo, cariño. Tienes que llenar estos documentos, haz favor”.
-¿Yo?
-Sí, tú misma, no te me hagas la sueca.
-¿Y eso por qué o qué, qué de qué?
-Mira, echa pa´ acá, que te explico. La primera planilla es para que justifiques de dónde tú has sacado este dinero. Y la segunda… dame un chance… esta es para que declares, o sea, justifiques en qué tú piensas usar el dinero. Vamos, apúrate, mi santa.
-¿Perdón? ¿Qué tú dijiste, animalita de Dios? ¿Justificar qué? Repite, repite y pon camarones, si no es mucha molestia.
-Dale Juana con la palangana. ¿Estás sorda, tú? La primera planilla es para que justifi…
-Niña, niña, un momento, un momento, que me va a dar la semiembolia de la vida. ¿Tú sabes lo que me estás pidiendo?
-Ay, Jesús, dame paciencia, Caridad del cobre. Mira, yo cumplo órdenes. A ver, que te voy a ayudar porque me caes bien. Ve diciéndome tu nombre completo, tu dirección, el número de tu cuenta, tu carné de identidad, de dónde sacaste esta plata y en qué vas a usarla. Vamos, no te me quedes mirando así como Belén con los pastores. Empezamos. ¿Nombre?
-Criatura, cosita linda de tu mamá: Si yo acabo de estar aquí, frente a ti, con toda la documentación habida y por haber, y tú chequeaste todo lo chequeable en tu computadora, ¿cómo me pides lo que ya tú sabes? Eso, para empezar. En otro orden de información, ¿se puede saber por qué ustedes no saben de dónde yo he sacado el dinero que ustedes me acaban de dar? ¿Esto qué es, una cámara oculta, una broma, un juego sádico, una competencia para escoger al más tonto del día o qué de qué?
-Señora, no me falte usted el respeto. Yo cumplo órdenes. De contra que la quiero ayudar…
-Ah, ahora nos vamos a tratar de usted, qué bien. Mire, señorita de uñas más largas que la maldad, ahorremos tiempo y saliva. Anote ahí. Me llamo María E Sepúlveda con V y tilde en la u, Bermúdez del Llano, otra vez con tilde en la u, zeta al final, B al principio, y doble eles en el Llano, donde cantan los cantantes que son de la loma.
-¿Y esa gracia? Ni que a mí me importara dónde cantan ni dónde nacen los cantantes. Sigamos: Dirección y resto de los datos, que no tengo toda la tarde. Hum… hum… hum… Bien. Ahora llegamos a la casilla del origen del dinero.
-Niña, por tu madre. Ah no, perdón, perdón, compañera funcionaria bancaria metropolitana: El dinero me lo acaba de dar usted, fruto de 11 meses de no tocar la cuenta de nuevo tipo. ¿Ya se le olvidó?
-No, no es eso, es que aquí dice… olvídelo. Repítame su número de cuenta, por favor. Hum… correcto. Ahora, vamos a la segunda planilla. ¿Nombre?
-¿Eso es un chiste? Jajaja, qué graciosa es usted.
-¿Usted me ve cara de payasa acaso? Nombre, por favor…
-Ya me va a dar la embolia completa. ¿No sería posible que copiaras los datos del documento anterior, o sea, que usted copiara, mejor dicho?
-No. No es posible, porque ya la primera planilla entró en el sistema.
“Si bien continúa mi desvelo, debo reconocer que el momento glorioso de extraer los intereses de la cuenta de nuevo tipo, constituye una de las pocas alegrías que el Banco es capaz de ofrecer, aunque dure poco”.
-¿En cuál sistema, en el solar o en el feudal? Disculpe, funcionaria metropolitana. Voy: María E Sepúlveda con V y tilde en la u, Bermúdez del Llano, otra vez con tilde en la u, zeta al final, B al principio, y doble eles en el Llano, ¿le suena?
-No estoy pa´ chistes. Hum… hum… hum. Ahora dígame en qué piensa usar el dinero.
-¿Puedo decir “para lavar mis calcañales… o para comprar una camita a mi perra Alma… o para teñirme las canas? ¿Por qué mira así, compañera bancaria?
-Mire, ciudadana, si no quiere que me dé Changó con conocimiento, le sugiero que me dicte lo que se suele poner en esta parte: “Destinaré la cuantía extraída en materiales de la construcción”.
-¿Todo el mundo debe decir lo mismo? ¿Siempre?
-Como lo oye usted. Es la forma más expedita.
– Ay, Dios, tres embolias me van a dar, de esta no me saca ni el médico chino.
-No sea intensa, ciudadana.
-Para yo saber… con su permiso y con su perdón. Ya que la cuenta de nuevo tipo dura seis años, ¿qué debo construir yo, un castillo, la carretera central, doscientos hoteles o el pedraplén más grande de la Isla?
-Qué barbaridad, ciudadana. Usted no quiere colaborar.
-Perdón, ponga lo que usted estime pertinente, metropolitana. Yo me retiro tiro tiro.
Fin de la estampa. Once meses más tarde, veremos qué nos depara la telaraña de la esquina de mi casa, alias El Banco. Lástima grande no haber tenido abuelos de España. Hablando en plata: ¡Cómo cuesta ahorrar plata!
Error confiar en los bancos, xq todo es BUROCRATISMO
Te entiendo perfectamente, porque yo mismo soy una persona con discapacidad, aún y cuando es visible (Soy enano), muchos son los sinsabores que vivo con frecuencia en entidades bancarias, porque precisamente se hacen los de la vista gorda en cuestiones tan elementales como estas, hay que ponerle el punto donde le llame la atención, porque está bueno ya de no darse cuenta de las cosas, hay quienes no poseen en su diccionario la palabra empatía para verla como la intención de comprender los sentimientos y emociones, intentando experimentar de forma objetiva y racional lo que siente otro individuo. Solo se tratan de justificar con el estoy cumpliendo lo establecido.