Tantos años después he vuelto a recordar la alerta del ilustrado tío Segundo en medio del entusiasmo reinante en 1959: los Estados Unidos no nos darán tregua.

Muchas veces me he preguntado cómo hubiera sido la vida del país sin agresiones, acoso, bloqueo, que estoy segura han condicionado el extremo sentimiento de autodefensa causante de no pocos entuertos y contradicciones, pero también garantía de la resistencia que ha permitido al sistema político cubano sobrevivir a pesar de la violencia de los embates de un atacante poderoso, el más poderoso en el planeta.

“No puede progresar una sociedad normalmente entre combates constantes, porque las leyes de la guerra no son propicias para el desarrollo mental, ni espiritual, ni material”. Imagen: Tomada de Prensa Latina

La historia conocida del repudio de Estados Unidos a la independencia de Cuba, desde que proclamó la doctrina Monroe y la teoría de la fruta madura, incautó expediciones de apoyo a los mambises, secuestró la victoria sobre las tropas españolas, mediatizó la república, intervino en todos sus asuntos y apoyó a los peores gobernantes son pruebas reconocibles de un interés malsano mucho tiempo antes de que el socialismo apareciera en el horizonte como única posibilidad de soberanía.

Los que hoy intentan justificar la guerra de odio contra los artistas cubanos alegando las manifestaciones de defensa, incluso exageradas y en ocasiones injustas, frente a quienes se ponían del lado del agresor poderoso, olvidan que Cuba fue siempre la atacada con el propósito perverso de provocar el agotamiento de la población a la cual se estimula a emigrar a Estados Unidos con ventajas que no tienen los otros emigrantes del planeta.

La mayoría de las cubanas y cubanos a los que el triunfo de enero 1959 nos proporcionó posibilidades de desarrollo humano, que el supuesto capitalismo floreciente no nos ofreció en 58 años, vimos sin asombro el éxodo de ricos, profesionales y clase media, antes incluso de que les fueran tocadas sus propiedades; pero nos sentimos desconcertados con aquellos, pobres como nosotros, que empezaron a enviar sus hijos bajo presión de propagandas absurdas, y luego comenzaron a marcharse personas a quienes no les habían quitado nada. Pero podían sentirse temerosos de la guerra posible o guiados por los vaticinios de la caída probable del régimen con la agresión de Playa Girón, la Crisis de Octubre, los bandidos en el Escambray, los atentados, los asesinatos desde la base naval de Guantánamo, los ametrallamientos de pueblos costeros, epidemias introducidas, pescadores secuestrados y todas las desgracias que venían desde el norte apoyadas por agencias gubernamentales estadounidenses, pero realizadas por nacidos en Cuba que no podíamos mirar como hermanos, ni como compatriotas, por muy altas que fueran las influencias cristianas a pesar de las tendencias ateístas en boga.

“Lo más terrible es que nacidos en Cuba, conociendo esa historia de abusos (…), pidan al victimario invasión militar, digan sin sonrojo que no importa que corra la sangre en su país natal y vociferen sus irracionales proclamas de abierta inspiración fascista”.

Solo hay que revisar la prensa desde el mismo año 1959 para comprobar que no hubo un momento de tregua, como había alertado el ilustrado tío Segundo, y esa realidad condicionó en buena medida que ideas conservadoras, concepciones sectarias, incluso de poco sustento científico en lo relativo al manejo de la coexistencia de la diversidad de grupos sociales, de tendencias no estrictamente de signo político, no fueran asumidas dialécticamente por considerarse lesivas a la unidad requerida para la defensa.

Pero los críticos de las deformaciones que se estaban produciendo siempre culparon a la mala tradición estalinista sin tomar en cuenta el peso real del acoso estadounidense, el hecho cierto de que bloqueo genera bloqueo, agresiones provocan revancha y no puede progresar una sociedad normalmente entre combates constantes, porque las leyes de la guerra no son propicias para el desarrollo mental, ni espiritual, ni material.

Una guerra como la impuesta por Estados Unidos a Cuba exige soldados, sobre todo cuando se trata de un país doscientas veces más pequeño territorialmente que su enemigo voluntario, aunque tuviera de aliada una gran potencia, pero en exceso lejana. 

Ante esa situación ha sido difícil entender las bases democráticas de un país que presume de paradigma libertario, libre expresión, derechos humanos y no puede admitir que su vecino no tenga su mismo sistema, piense diferente y quiera hacer su vida según sus propias reglas. Pero lo más terrible es que nacidos en Cuba, conociendo esa historia de abusos, sabiendo que buena parte de los problemas actuales en Cuba son fruto del incremento de las sanciones estadounidenses, pidan al victimario invasión militar, digan sin sonrojo que no importa que corra la sangre en su país natal y vociferen sus irracionales proclamas de abierta inspiración fascista.

A pesar de tantas evidencias aclaratorias hay quien insiste en que todos somos cubanos, que la discordia es culpa de los comunistas y deberíamos unirnos contra ellos para caer en las tenazas trituradoras de nuestra soberanía que tiene abiertas Estados Unidos.

“Ante esa situación ha sido difícil entender las bases democráticas de un país que presume de paradigma libertario, libre expresión, derechos humanos y no puede admitir que su vecino no tenga su mismo sistema, piense diferente y quiera hacer su vida según sus propias reglas”.

Tales propuestas no pueden provocar otro sentimiento que rechazo. Solo de ver los presuntos líderes del exilio, los comentarios de sus seguidores, los “programas” de acción que declaran o se desprenden de su mediocre verborrea, las pedestres broncas por los espacios de influencia, se puede percatar cualquiera de en qué se convertiría el país que pretenden destruir.

El ataque burdo a Buena Fe y Nancy Morejón, artistas que no han tenido posiciones complacientes ante los problemas de la sociedad cubana, es una muestra de las bases culturales de “la lucha por la libertad de Cuba”, que ya tienen una prolija historia en la persecución dictatorial en Miami no solo a los visitantes, sino a los establecidos allí.

Cuba, lo sabemos los que la amamos, dentro y fuera del territorio nacional, tiene que resolver muchos problemas de mentalidad y de funcionamiento práctico. Entre los cubanos tenemos que conseguirlo porque de esos otros nada favorable podemos esperar.

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