Vamos a pensar en nosotros

Ricardo Riverón Rojas
18/3/2020

La primera persona del plural deriva a singular cuando no abarca a todo el género humano. Si el “nosotros” se tipifica solamente con dos, esa pluralidad es insuficiente o, al menos, dice poco sobre nuestra naturaleza solidaria. En tiempos de ponderación global del individualismo y depreciación mediática de los sistemas colectivos, se impone fertilizarle al “nosotros” su matiz multitudinario.

Foto: Internet
 

Es cierto que valiéndose del deplorable plural de modestia muchos demagogos buscan implicar a los incautos en sus elucubraciones, como si se tratara de razonamientos comunes. Tal procedimiento discursivo constituye uno de los espejismos retóricos con que la solidaridad se transforma en truco. El “nosotros” solo cobra representatividad plena en los consensos donde el que elige, propone, y contribuye con su propuesta a liderazgos cuyo sustento es la trayectoria del candidato. Cuando ese principio se cumple, la auténtica mayoría se expande a la estatura universal.

Una noticia de estos días nos ha conmovido. El gobernante de un imperio, que llegó al poder amparado en el lema de “América primero” (su “pequeña” América debió decir) despliega su alma de mercader para apropiarse, con exclusividad, de una vacuna contra el nuevo coronavirus ARS CoV 2/Covid-19; mientras tanto Cuba, la pequeña Isla bloqueada, decide cooperar para que los enfermos, viajeros y tripulantes del crucero británico MS-Braemar puedan regresar lo antes posible a su país. El paso al frente; el “nosotros” como esencia de la Humanidad.

Nuestra solidaridad está fuera de cuestionamiento. Terremotos, epidemias, analfabetismo y calamidades de diverso tipo han encontrado en nuestros médicos y compatriotas de diversos oficios el accionar de misiones como “Milagro”, “Barrio adentro”, “Manuela Espejo”, “Robinson”, “Cultura, corazón adentro”…

El terremoto de Pakistán en 2005 (86 000 muertos), el de Haití en 2010 (200 000 muertos), la epidemia de Ébola en África, y muchas otras calamidades no detuvieron a nuestros compatriotas, ni a nuestro Gobierno, en su labor de apoyo. La bitácora solidaria de nuestro país bien da para un tratado.

Aquellos que elaboran hoy el relato de que la Revolución busca ganancias monetarias con el permiso dado al crucero británico para que atraque en el puerto del Mariel, debían preguntarse por qué otros no aceptaron poner fin a la angustia de las personas a bordo de esa nave. A buen resguardo ellos, dan por ahogados a aquellos náufragos. Y no ven —y mucho menos celebran— nuestra mano tendida, porque le ponen la palma en actitud de reclamo, hacia arriba, como es costumbre en sus predios de egoísmo. Ningún dinero paga la vida de un ser humano. Cuba nunca ha lucrado con su solidaridad, que tampoco es selectiva, porque se practica lo mismo para pobres que para ricos.

El título de este texto, “Vamos pensar en nosotros”, totalmente demodé, lo extraje por los pelos de una canción del madrileño David Velázquez, que en el Billboard Top Latino de 1968 ocupaba el lugar 93. Reproduzco uno de sus pasajes: “Vamos a pensar en nosotros, / en un mundo de amor / donde solo tú y yo / podamos ver / en la oscuridad / un rayo de sol”. Ejemplo contundente de un “nosotros” llevado a su expresión más pedestre. En mi juventud escuché el tema con deleite, y hasta lo tarareé, pero a la luz con que razono hoy, al preguntarme cómo es que lo hice, comprendo mejor el poder corrosivo de las matrices de opinión, que hasta con las más “inocentes” canciones trabajan, desde hace mucho, para secuestrarnos los principios.

 Foto: Prensa Latina
 

En términos literarios existe, creo, una inmejorable manera de que el “yo” sea también “nosotros”. La aporta la poseía. Cuando Walt Whitman dice: “Me celebro y me canto a mí mismo. / Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti, / porque lo que yo tengo lo tienes tú / y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también”, ese tú (segunda persona del singular) se transforma de facto en un ustedes que nos incluye a todos.

Uno de nuestros poetas de mayor talento e ingenio, Alexis Díaz Pimienta, en sus décimas Otras víctimas del telediario, nos deja ver, con rasposa ironía, el diferendo solidaridad-egoísmo, que en este caso podemos decodificarlo también como “indiferencia elegante”. No veo un mejor final para estos descargos que reproducirlas:

I

Una mujer en Kabul

está siendo lapidada

por rescatar su mirada

del fondo de un burka azul.

Una joven de Estambul

está con otra cenando

en un restaurante cuando

estalla un desconocido.

Mueren las dos. Sangre. Ruido.

(Y seguimos almorzando).

II

Un avión de pasajeros

se estrella en un descampado.

Hay muertos por todos lados

y hierros y humo y bomberos.

Varios niños pistoleros

posan y matan jugando.

El Sida sigue preñando

a las niñas de Bostwana.

La ONU otra vez sale rana.

(Y seguimos almorzando).

III

Flotan tres subsaharianos

en una playa serena.

Tres más tiemblan en la arena

entre bañistas cercanos.

Venden derechos humanos

a precios exorbitantes.

Dos antiguos emigrantes

explotan a otros que emigran.

Dos proxenetas denigran

el pudor de sus amantes.

IV

Dos niños que tirotean

a otros niños del colegio.

Curas con el privilegio

de sobar sin que los vean.

Parejas que no procrean,

pero compran ADNs.

Alfombras rojas. Rehenes.

Roll Roices y fosas comunes.

Semanas con siete lunes.

Vaivenes de good bye bienes.

V

Y seguimos almorzando,

viendo la tele, bebiendo,

haciendo el amor, comiendo,

comprando ropa, fumando.

Y seguimos conversando,

sacando al perro, riendo,

trabajando, compartiendo,

fornicando, respirando,

cómplices del hasta cuándo,

partícipes de lo horrendo.

VI

¿Me pasas el pan? ¿Me pasas

o alcanzas la servilleta?

¿Me das más vino, poeta?

(Lo mismo en todas la casas).

Comentarios sobre grasas,

calorías, cuerpo blando.

¿Me alcanzas el telemando?

¿Carbohidrato o proteína?

El telediario termina.

Y seguimos almorzando…[1]

 

Nota: