Váyanse, que yo me quedo

Jorge Ángel Hernández
28/3/2018

La persistencia en considerar censura la decisión del ICAIC de no proyectar en la sala Chaplin el filme en progreso Quiero hacer una película, del novel realizador cubano Yimit Ramírez, puede parecer enfermiza a simple vista. Si nos atenemos al modus operandi de la información en redes sociales como Facebook, no es extraño que ocurra; por cuanto se trata de un escenario generador de este tipo de conducta. Como suele ocurrir, la diatriba forma parte del lugar común de la propaganda contra Cuba, su gobierno y su pueblo, por lo cual asombra que personas más enteradas de lo que ocurre en el mundo del cine en Cuba hayan preferido ignorar hechos concretos de la escaramuza y alteren, con olímpico descaro, la cadena de sucesos. Se ha creado un juicio público a una institución de la Revolución Cubana con argumentos falsos, falaces. Se ha acumulado una presunta historia de atrocidades de censores y hasta se ha llamado al apocalipsis de la susodicha Muestra Joven; todo esto disfrazado de pensamiento crítico y deseos de que el certamen cambie y entienda ciertos preceptos, ciertas prácticas concretas en relación con el arte y la experimentación.

 Detalle de Portada de Bisiesto, No. 0, tabloide impreso en el Combinado de Periódicos Granma que
circulará diariamente durante la Muestra. Foto: La Jiribilla

 

Y todo parte de la primera puesta en escena a través del muro de Facebook de su organizadora, quien ya andaba buscando por esa vía entidades que aportaran a la ponina del financiamiento [1].

Un crítico de cine que el público cubano conoce por la televisión, y que goza del privilegio de ejercer la enseñanza —sin la menor censura, por cierto— como Gustavo Arcos, primero acude a esa plataforma, defenestrando a los “censores eternos” y anunciando que nada más tiene que decir (acaso pensaba que el aluvión sería tan devastador que quedaría el ICAIC reducido a cenizas apenas estallara su frase en el espectro mediático). Sin embargo, su modo más claro de demostrar que no le quedaba nada por decir fue relanzarse de inmediato en OnCuba. Tal como podría suponerse, Arcos recicla allí las mismas falacias con que supuestamente había concluido y acusando de paso a los demás de su orfandad de argumentos propios y su tendencia a la cita. Podría alegarse que no ha sido el único en operar de este modo, pero su ejemplo es modal en este caso. No han faltado otros presuntos críticos que, tal como Arcos, aparcan sus herramientas de análisis y se suman con entusiasmo al coro propagandístico anti-institucional.

Instalado en sus nichos de la academia y los medios, este extraño abogado desliza frases del tipo “si los jóvenes creadores quieren ser independientes y no sentirse cada año sometidos a los límites (cada vez mayores) que pone la institución, no queda otra que salir de ella y repensar o idear nuevos espacios”; lo que, bien leído, equivale a plantear: Váyanse, muchachos, que yo me quedo en el confort de mis variados e influyentes espacios.

Valdría la pena entonces que nos hagamos varias preguntas relacionadas con todo esto. Por qué los defensores del equipo coordinador de la Muestra ignoran, ocultan, tergiversan, que la decisión del ICAIC no fue eliminar la obra en progreso sino pasarla a una sala donde fluyera el debate (espero no le teman al debate de partes)[2] ¿Por qué, si tan sutiles son en presunciones de conducta hacia la institución, rehúsan el diálogo previo dentro de los espacios de la propia muestra que organizan y claman en alharaca de lugares comunes por una exhibición de reality show arteramente orquestada? ¿A qué viene ese afán de echar a pelear a la institución con el cine que se hace fuera de ella, cuando hay una extensa y fructífera tradición de diálogo respetuoso, de indiscutible signo inclusivo, de lo cual dan fe la propia Muestra y su continuidad?

Vista hace fe. Imágenes tomadas del tabloide Bisiesto, No. 0. Foto: La Jiribilla
 

¿Por qué todos los que le hacen el coro a estos manipuladores y manipuladoras de la opinión pública, obvian el sencillo hecho de que el propio Yimit Ramírez lleva otras dos obras a la misma Muestra Joven donde supuestamente se le ha censurado?[3]

¿Por qué les resulta tan importante mediatizar las ofensas a Martí, e incluso descontextualizarlas de una obra que supuestamente las justificaría?

¿Ninguno tiene idea de las obras de las artes plásticas, por ejemplo, que usan a Martí en verdaderos desafíos artísticos —no exentos de polémica—, y que forman parte incluso de la Colección (¡oficial!) del Consejo Nacional de Artes Plásticas?

¿Cómo es que estos agudos inspectores, o cazadores de censores, ni siquiera se dan cuenta de que la circulación del Programa del evento, financiado por la institución que critican a cajas destempladas e impreso en la más oficial de las empresas cubanas (Combinado de Periódicos Granma), desmantela de plano el falso argumento de la aplicación de censura?

Si algo está podrido más acá de Dinamarca, muy cerca de nosotros y del accionar cotidiano de las instituciones, es justo la opinión de críticos, realizadores e intelectuales cubanos que no operan desde el análisis y el rigor consustanciales a su oficio y cuya obra desaparecería si borrásemos de ella lo que aluda o rememore el auspicio de la institucionalidad de la Revolución. Algo, con demasiados elementos que engranan a la perfección, parece responder a un entramado desestabilizador y subversivo, en primer lugar, por la recurrencia en sus textos del ya mencionado lugar común contrarrevolucionario y la consiguiente sublimación de cualquier indicio que refuerce su correlato cinematográfico. Esa es la actitud sine qua non para tender las manos bajo el gajo de los 20 millones (oficiales) que el departamento del Tesoro estadounidense ha designado para el derrocamiento del sistema político cubano [4]. Como lo han demostrado muchos investigadores de este tema, en cuestiones de injerencia subversiva la erogación extraoficial (difusa e imperceptible como pocas), triplica a la oficial, como promedio al menos. No es de extrañar que con el nuevo inquilino de la Casa Blanca (que tantas lecciones de manipulación a través de las redes de Internet está dejando), y el activo cabildeo contrarrevolucionario, ese promedio se exalte un poco más y se dirija, sin obvias expresiones políticas, a la “noble tarea” de desacreditar a la institución. Evidentemente, hay un grupo que dice: “Más en mis manitas (¿de hombre fuerte?), por favor”.

Casi a las puertas de la Muestra misma, que pese a todo tendrá lugar al amparo del ICAIC, considero útil compartir estos argumentos ante el despliegue falaz de información y juicio que ha caracterizado los días previos al evento, especialmente en la red social Facebook. Reto a los defenestradores de oficio, que tan pronta, oportuna y públicamente se han manifestado, a que equilibren la condición de censura que alegan con la capacidad de la institución para no dejarse llevar por provocaciones mal intencionadas y pensar más en el todo que en cualquiera de sus partes, mostrando la madurez y el aplomo requeridos para dar continuidad a un hecho cultural que trasciende con mucho la voluntad de sus coordinadores.

 

Notas:
 
 
[1]  Véase Un insulto a Martí que nos concierne a todos, en https://www.lajiribilla.cu./articulo/un-insulto-a-marti-concierne-a-toda-nuestra-sociedad
[3]  “Trump aprueba 20 millones de dólares para los programas subversivos contra Cuba”, en http://www.cubadebate.cu/noticias/2018/03/25/trump-aprueba-20-millones-de-dolares-para-los-programas-subversivos-contra-cuba/ 
[4] “Trump aprueba 20 millones de dólares para los programas subversivos contra Cuba”, en http://www.cubadebate.cu/noticias/2018/03/25/trump-aprueba-20-millones-de-dolares-para-los-programas-subversivos-contra-cuba/