“Vine, a Caracas, de mi amargo suelo, / para traerte una canción revuelta / con el azul que Cuba da en su cielo; / al aire puro en que te ves envuelta / triste paloma de asustado vuelo / hoy al partir mi oscura mano suelta”.
Nicolás Guillén
(“Despedida a Caracas”)

El viernes 10 de noviembre, en el marco de la XIX Feria Internacional del Libro de Caracas, presentamos Asomo de la voz venezolana de Nicolás Guillén, volumen de 400 páginas que publicara el reconocido sello editorial Monte Ávila Editores. El mismo reúne crónicas, poemas y cartas del poeta asociadas con su estrecha relación con Venezuela, donde pasa con razón, como señalara Nicolás Hernández Guillén —nieto, presidente de la Fundación Nicolás Guillén y coautor con quien esto escribe de la compilación—, la identidad latinoamericana de este autor tan íntimamente identificado en vida y obra con el legado de Nuestra América.

Incluye prólogo de Nicolasito, epílogo de quien suscribe, y un texto del reconocido escritor venezolano Vicente Gerbasi (cuyo poema “Mi padre, el inmigrante” figura en el canon de la lengua), que se llama, a manera de agradecimiento “Guillén. Cónsul espiritual de los venezolanos”, y apareciera por primera vez en el periódico Hoy, en la primavera de 1945, cuando se fraguaba hacía tiempo la visita de Nicolás, visita que no se haría realidad, tras larga y comentada espera, hasta noviembre de ese año, y de la que se cumplen cerca de las ocho décadas en este 2023.

Como moderador nos acompañó Jesús Chucho García, quien fuera líder de la Red de Organizaciones Afrovenezolanas y este año integrara el jurado del Premio Casa en la convocatoria sobre los estudios de la presencia negra en América Latina y el Caribe.

Tal vez la génesis de este volumen esté en el panel que la fundación organizó en la feria habanera del 2006, dedicada a Venezuela, y que se llamó “Venezuela en Nicolás Guillén”, primer título que tuvo el presente libro. Imagen: Tomada de Monte Ávila Editores

En el epílogo aparece citado Chucho cuando dialoga en el tiempo con el cubano en la reivindicación de la representación africana: “¿Cuántos somos? Los afrodescendientes en Venezuela quieren dejar de ser estadísticamente invisibles […] y, cifras en mano, proseguir la lucha por sus reivindicaciones y contra el racismo y la exclusión […]”. Así que fue una feliz coincidencia que nos acompañara.

Tal vez la génesis de este volumen esté en el panel que la fundación organizó en la feria habanera del 2006, dedicada a Venezuela, y que se llamó “Venezuela en Nicolás Guillén”, primer título que tuvo el presente libro.

Ese panel contó con los cubanos Denia García Ronda y Hernández Guillén, los venezolanos Laura Antillano y Gonzalo Fragui, y yo como coordinador. Después en el 2008 lanzamos la idea con Humberto Mata, escritor ya fallecido y director entonces de la prestigiosa Biblioteca Ayacucho; y la complicidad de ese gran poeta y amigo que es Gustavo Pereira.

Después de múltiples avatares y sucesivas crisis con el papel y un largo etcétera, quince años más tarde, de nuevo gracias a los buenos oficios de Gustavo, sumamos a la aventura literaria al fraterno Raúl Cazal, director del CENAL, pero ante todo hombre integral de la cultura, quien entre otros proyectos es protagonista del programa de televisión que con el sugerente nombre de Las formas del libro, se puede ver en nuestras pantallas. Y así la ilusión se convirtió en realidad.

Qué significó esa primera visita para el intelectual camagüeyano —después la visitaría en otras dos ocasiones brevemente—, lo sabemos cuando desde la vecina Colombia, con fecha 2 de mayo del 46, escribe uno de sus balances epistolares de la estadía en tierras morochas:

[…] Venezuela donde me pasé cerca de cinco meses cuando iba por uno. Desde enero ―el 10 fue la primera despedida― hasta muy mediados de marzo, he estado en trance de salir […] para quedarme siempre. En realidad el país es enormemente atractivo, y yo tuve grandes facilidades para recorrerlo desde el Orinoco hasta los Andes, desde Barlovento a Maracaibo […].

Miguel Otero Silva, su generoso anfitrión, le acompaña en sus andanzas caraqueñas y amazónicas; juntos van a Ciudad Bolívar, antigua Angostura, y recorren el profundo Orinoco, viaje que tanto le impresionara. En sus crónicas y en su poesía vemos este encuentro con uno de los ríos madres de Suramérica, de cuyo delta partieron los primeros arahuacos que, subiendo por el rosario de las Antillas menores, fueran los pobladores originales de Cuba.

Nicolás es agasajado por sus correligionarios y amigos venezolanos desde los primeros momentos de su llegada. Es simpática la noticia que aparece en El Nacional, donde dice que el cortejo incluye una ternera con “el criollísimo aditamento” de casabe, guarapo y otros añadidos de la cocina vernácula.

Su amigo justiprecia el tránsito venezolano de su colega cubano, y sus resonancias como ciudadano e intelectual de ideales cívicos en los diferentes contactos con estudiantes, obreros, círculos letrados y campesinos, cuando “se mezcló a la marejada popular y pronto logró ser átomo integrante de la colectividad que lo recibía”.[1]

Nicolás es agasajado por sus correligionarios y amigos venezolanos desde los primeros momentos de su llegada. Es simpática la noticia que aparece en El Nacional, donde dice que el cortejo incluye una ternera con “el criollísimo aditamento” de casabe, guarapo y otros añadidos de la cocina vernácula. Amén de la música llanera y caribeña. De estas múltiples atenciones da fe en su correspondencia con su esposa Rosa Portillo, cuando le escribe con fecha 23 de noviembre de 1945:

Llevo tres días aquí, y no puedes imaginarte el calor, la simpatía, con que he sido acogido. Ni una sola vez me ha faltado una invitación para almorzar o comer, ni un solo día los periódicos como verás por los recortes adjuntos no han dejado de referirse con el mayor cariño a mí. El hotel en que vivo, “El Guimerá”, está constantemente lleno de personas. Dice Lilia que soy una “vedette”.[2] 

Bautizo del libro Asomo de la voz venezolana de Nicolás Guillén en la 19a Filven 2023. Imagen: Tomada de Monte Ávila Editores

Pero tal vez lo que mejor resuma lo antes dicho sobre la estadía venezolana de Guillén —experiencia que lo marcara definitivamente al decir de Pablo Neruda—, es la disfrutable crónica, avalada por los registros de la prensa de la época, que leímos en la presentación ya comentada de la Filven y que a continuación comparto. Crónica debida al amigo de muchos cubanos que es el poeta merideño Gonzalo Fragui, y que este diera a conocer por primera vez en aquel panel del ahora algo lejano febrero de 2006.

El síndrome Guillén

al poeta Julio E. Miranda

La venida a Venezuela del poeta cubano Nicolás Guillén estuvo anunciándose desde la muerte de Gómez. En algún momento los periódicos nacionales dijeron que las visitas más esperadas eran la de Nicolás Guillén y la de Jorge Negrete, que acababa de protagonizar la película Canaima, basada en la novela de don Rómulo Gallegos. Pero el poeta no pudo venir durante el gobierno de López Contreras y, cuando ya tenía preparado el viaje, con Medina Angarita, los adecos dieron el golpe en octubre del 45.

A finales de ese año empezaron de nuevo los rumores de la venida de Guillén. Guillermo Meneses incluso escribió un artículo en El Nacional que tituló: “Que venga de una vez sin anunciarse”. Cuando alguien decía que Guillén llegaba, todos los poetas del grupo “Viernes”, encabezados por Vicente Gerbasi, y otros escritores como Miguel Otero Silva, Andrés Eloy Blanco y Aquiles Nazoa bajaban al aeropuerto de La Guaira a esperar al poeta pero, como no aterrizaba, se quedaban en la playa tomándose sus tragos y, así, cada vez que se anunciaba el arribo del poeta cubano.

El día que por fin llegó Guillén, no había nadie esperándolo. Un fotógrafo, el Gordo Edmundo Pérez, que era el único que estaba al pie de la escalerilla del avión, cuando vio al poeta le dijo:

– Poeta, salude al público.

– ¿A cuál público, caballero?, si aquí no hay nadie.

– No importa, poeta, salude que nadie se va a enterar.

Efectivamente, al otro día apareció en primera página de El Nacional una foto de Nicolás Guillén con la mano en alto, un titular que en mayúsculas decía: «AL FIN», y esta leyenda: “El poeta cubano Nicolás Guillén saluda al numeroso público que se dio cita en el aeropuerto para recibirlo”.

Guillén se hizo amigo de toda la sociedad caraqueña. Los choferes de autobuses al verlo pasar lo saludaban “Adiós, poeta”, y pronto conoció todas las esquinas de Caracas, los bares y los restaurantes.

Nicolás Guillén venía invitado, durante un mes, por Miguel Otero Silva, quien era, además, el director del diario El Nacional. Por eso, todos los días del primer mes en el diario apareció alguna nota informando sobre las actividades realizadas por Guillén en Venezuela: Recital de Guillén, Conferencia de Guillén en la UCV, Reunión de Guillén con los estudiantes, Visita de Guillén a la Escuela de Ciegos, Ternera para Guillén, Baile con Guillén.

Guillén se hizo amigo de toda la sociedad caraqueña. Los choferes de autobuses al verlo pasar lo saludaban “Adiós, poeta”, y pronto conoció todas las esquinas de Caracas, los bares y los restaurantes.

Pasó el primer mes y Guillén empezó a viajar por toda Venezuela. Primero a Barlovento, donde fue recibido como un poeta del patio. Después estuvo en Cumaná. A Ciudad Bolívar lo acompañó Miguel Otero Silva. Pasó otro mes y ahora Guillén quería conocer a los obreros petroleros y al Zulia fue a parar, donde lo agasajaron los obreros, los periodistas y los poetas maracuchos.

Cuando ya habían pasado más de tres meses, un día Miguel Otero Silva le preguntó al chofer que si no había escuchado cuándo pensaba marcharse el poeta. El chofer le dijo que el poeta estaba muy amañado. Llegaba todas las noches con unos traguitos, se levantaba al mediodía, tomaba una ducha, luego un jugo de naranja, almorzaba pródigamente y se lanzaba al fragor de la calle, y así todos los días. Por eso Miguel Otero Silva no lo veía nunca, a pesar de que vivían bajo el mismo techo.

Fue el chofer el que se puso de salido y un día le dijo al poeta:

– Oiga, poeta, a usted costó traerlo pero va a costar más para que se vaya.

Fue en ese momento que Guillén hizo conciencia y creyó que ya era tiempo de marcharse. Pensó que podría estar abusando de la generosidad del amigo.

En 1945 el poeta parte a Venezuela, invitado por el escritor y periodista Miguel Otero Silva. Foto: Tomada de acercandonoscultura.com.arg

Le comunicó la noticia a Otero Silva y ahora el diario El Nacional empezó a anunciar la despedida de Guillén. Despedida en el Teatro Municipal, Despedida en la Embajada de Ecuador, Despedida en el club Tropical, Despedida en la Asociación de Escritores de Venezuela, Despedida en la Casa de España. Pasaron varios meses y el poeta todavía se estaba despidiendo.

Antes de marcharse, Guillén publicó una serie de crónicas sobre asuntos venezolanos, por ejemplo, sobre “la pava”, escribió poemas venezolanos, empezó unos reportajes y finalmente se marchó en carro por los Andes. A la altura de El Pico El Águila se les accidentó el carro y allí pasaron la noche y el mayor frío de su vida. En Mérida, el único lugar donde lo maltrataron, dio un recital en el Aula Magna de la Universidad de Los Andes. Un cura de apellido Rojo, pero paradójicamente muy anticomunista, se escondió bajo un seudónimo y desde su periódico con nombre de perro, El Vigilante, escribió que esa noche en el recital de Guillén no habían visto la poesía ni con lente de aumento. Luego Guillén siguió a San Antonio del Táchira, y por Cúcuta se fue a Colombia.

“Síndrome”, en griego, significa reunión. No sé a quién se le ocurrió asociarlo con enfermedad. En el caso de Guillén, síndrome es la reunión de la amistad de los poetas cubanos y venezolanos. Una “enfermedad” que les da a los cubanos cuando vienen a Venezuela y que nos da a los venezolanos cuando vamos a Cuba. Una tradición que había empezado Martí. En Venezuela vivió Alejo Carpentier diez años. En Cuba se lo vive Edmundo Aray, “nuestro hombre en La Habana”, y también allí se quedaron a vivir los poetas venezolanos Domingo León, Norberto Codina y Alex Fleites.

Nota: Con la llegada de Chávez, el poeta Domingo León regresó a Venezuela y aquí murió.


Notas:

[1] Miguel Otero Silva. Periódico El Nacional, Caracas, 21 de abril de 1946, p. 14.

[2] Humberto Rodríguez Manso. Guillén y Venezuela (Ediciones Cauce, Pinar del Río, 2013, p. 42). Lilia es Lilia Esteban, esposa de Alejo Carpentier. Para esa fecha ambos radicaban en Caracas.