Una de las más célebres obras del ballet clásico, La bella durmiente del bosque, está ausente de la escena cubana desde hace cerca de una década, después de una presencia discreta en la programación anterior, durante cincuenta años. Además de su significación histórica y estilística, se trata de una de las más exitosas creaciones coreográficas de Alicia Alonso, entre sus trabajos en la reposición de los clásicos del repertorio internacional.

Junto a Alicia Alonso, Viengsay Valdés y Rómel al concluir la reposición de la obra en 2008. Foto: Cortesía de Nancy Reyes

La obra, creada originalmente por Marius Petipa en 1890, inspirada en un relato de Charles Perrault, es además una de las imprescindibles partituras de P. I. Chaikovski para la danza escénica. Alicia Alonso estrenó su versión en el Gran Teatro de La Habana ―que hoy lleva su nombre―, con el Ballet Nacional de Cuba, en 1974, y ese mismo año fue montada por ella en la Ópera de París.

En 1983 fue llamada por la Scala de Milán para que llevara su versión al ballet de ese teatro, con lo cual su coreografía quedó vinculada a dos de los más afamados espacios escénicos europeos.

La presencia de la versión de la Alonso en la Ópera de París tuvo una significación muy especial, ya que a pesar de constituir una obra paradigmática de la cultura francesa, por provenir de Petipa y Perrault, no había estado nunca antes en el repertorio del más importante teatro de ópera y ballet de Francia.

“La puesta con el Ballet Nacional de Cuba alcanzó gran repercusión en el público, y tuvo como regalo memorable un bello texto del poeta Eliseo Diego.”

Fue tal el éxito del trabajo de la coreógrafa cubana, que el director de la Ópera de París, Hugues Gall, afirmó: “Alicia Alonso, ya sea como mujer de teatro o coreógrafa experimentada, había alcanzado sus propósitos. […] La bella durmiente de Alicia Alonso es un momento clave del renacimiento del Ballet de la Ópera de París en el contexto internacional” (Danse, París, mayo, 2010).

Por su parte, una crítica de Claude Baignières, del diario Le Figaro, calificó la puesta como “un golpe maestro”. En la Scala de Milán contó en su estreno con la interpretación de Carla Fracci, la gran diva del ballet italiano. En La Stampa, comentó el crítico Luigi Rossi: “El rasgo principal de la coreografía parece ser el gran virtuosismo académico, que ha impregnado al máximo a los primeros bailarines, los numerosos solistas y todo el cuerpo de baile de la Scala, en su primera aparición en esta temporada con el máximo de sus potencialidades”.

La puesta con el Ballet Nacional de Cuba alcanzó gran repercusión en el público, y tuvo como regalo memorable un bello texto del poeta Eliseo Diego, escrito especialmente para la ocasión.

¿Qué ha impedido contar con una presencia más estable de La bella durmiente del bosque en las programaciones? Contrariamente a alguna opinión emitida al respecto, los clásicos no necesitan que “se les deje descansar”. Por el contrario, deben ser constantemente potenciados con el talento de nuevos intérpretes y ensayadores.

“(…) es preciso rescatar para nuestros escenarios una obra de semejante envergadura artística, poseedora de una importancia tan notable como parte del patrimonio coreográfico que nos lega Alicia Alonso”.

De lo que se trata es de insuflarles renovados bríos, con los valores que van surgiendo, y tener el talento para darles “un nuevo aire” que sea capaz de respetar la coreografía, el estilo, la dramaturgia y los valores que definen la tradición. Y que, sin embargo, sean capaces de capturar el interés y emocionar al espectador contemporáneo. Una de las fuerzas de la danza clásica es, precisamente, su capacidad ilimitada de revelar nuevas individualidades, que fortalecen y renuevan la herencia recibida.

Sabemos que La bella durmiente del bosque, como espectáculo, tiene sus complejidades. Obliga a una gran producción y una fastuosidad que no son en este caso un “valor añadido”, sino que forman parte de la esencia misma de la obra.

“(…) la prolongada ausencia escénica de la obra produce la pérdida de la tradición interpretativa de la misma, en perjuicio de la eficacia de los más recientes y futuros intérpretes”.

La versión actual de los diseños escenográficos ―un imaginativo trabajo de Ricardo Reymena― exige una incansable acción para su mantenimiento y defensa contra plagas, deterioros por deficiente almacenaje y otros factores que atentan contra su conservación.

La coreografía lleva un numeroso y calificado elenco, con despliegues técnicos e interpretativos de altura. Sin embargo, es preciso rescatar para nuestros escenarios una obra de semejante envergadura artística, poseedora de una importancia tan notable como parte del patrimonio coreográfico que nos lega Alicia Alonso, el cual en ningún caso debe ser desatendido.

Por otra parte, la prolongada ausencia escénica de la obra produce la pérdida de la tradición interpretativa de la misma, en perjuicio de la eficacia de los más recientes y futuros intérpretes.

Este año, en que la versión de Alicia Alonso de La bella durmiente del bosque cumple 50 de su estreno, deberíamos tener el regalo de un reencuentro con la obra, muestra elocuente de la magia perdurable del legado que recibimos de la coreógrafa, hecho que sin dudas ha contribuido al status de Patrimonio Cultural de la Nación que ostenta la compañía.

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