–“¿Cómo fue que conociste a Titón, Mirtha?” Le pregunta sorpresivamente el cineasta cubano Jorge Luis Sánchez a la actriz Mirtha Ibarra en medio de su conversatorio en la sala principal del cine Martí, como parte del XVI Festival Nacional del Audiovisual “Por primera vez”, evento dedicado a la dirección cinematográfica en Cuba y que fue realizado en Holguín del 21 al 24 de febrero.

–Lo conocí estando casada, en una fiesta. Ya esta historia la hice en un libro y no la voy a hacer aquí…

Pero cede y cuenta cómo sucedió: “En esa fiesta había un grupo grande de intelectuales y me lo presentaron. En un momento fui a la cocina a buscar un trago y sentí que unos brazos me atrapaban y trataban de besarme. Me molesté, me pareció un atrevimiento y me fui de la fiesta. Después vino a mi casa a excusarse, pues había tomado demasiado, que ese no era su comportamiento…”.

Luego fue a buscarla nuevamente para proponerle un papel para una de sus películas, pero ella no se interesó mucho, le ofreció una taza de té y él se fue. No se vieron más hasta que volvieron a coincidir tres años más tarde cuando ella regresa de París. Un día, saliendo del teatro, él le pidió la dirección y le preguntó si estaba sola: “Le dije que sí, que estaba completamente sola”, cuenta Mirtha.

“Mirtha y Titón, un amor del que fue testigo el cine cubano, un amor que perdura hasta el día de hoy”. Imagen: Tomada de Archivo Icaic

Ella recuerda, ríe, no logra hablar de Titón sin emocionarse. Luego él fue a su casa, pues “estaba practicando todo el tiempo la seducción de una manera muy sutil”. Vinieron otras historias, igual de interesantes, pero ya las luces habían prendido en el alma de ambos. Ya eran Mirtha y Titón, un amor del que fue testigo el cine cubano, un amor que perdura hasta el día de hoy.

Mirtha, actriz de teatro, llega al cine de Tomás Gutiérrez Alea (Titón) por primera vez en Hasta cierto punto (1983), aunque en La última cena (1976) ya ella había hecho un papel pequeño. “Yo siempre he dicho que esta película marcó un antes y un después en nuestra relación, que hasta el momento era muy linda, pero menos profunda, cada uno hacía lo suyo: Titón cine, yo teatro.

“Para Hasta cierto punto hice una investigación en el puerto y trabajé junto al equipo en el guion, después de eso siempre ambos discutíamos los guiones y los enriquecíamos. Eso cambió por completo nuestra relación, pienso que aprendió a valorarme de otra manera.

Hasta cierto punto fue un filme relegado en la historia del cine cubano que no enfrentó a la clase obrera y los intelectuales, sino que reflejó el machismo como un problema cultural existente en ambas clases”, asegura.

Su carrera como actriz fue prolífica, trabajó en varias películas, con diversos directores, pero ambos, Mirtha y Titón, no vuelven a “encontrarse en el cine”, es decir a coincidir juntos en una película, hasta Cartas del parque (1988). Luego vendría Fresa y Chocolate (1993), codirigida por Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, que marcó un antes y un después en la cinematografía de la isla.

El largometraje abrió nuevos caminos sobre la tolerancia, el amor, la amistad y la libertad, ha perdurado en el tiempo con repercusión en todo el mundo, y fue el primero en representación de Cuba que obtuvo una nominación, en la categoría de Mejor Película Extranjera, en los Premios Oscar.

En Fresa… ya Titón estaba muy enfermo. Me propuso hacer el papel de Nancy y cuando me lo dijo yo lo rechacé. No tenía fuerzas para actuar, prefería estar a su lado, cuidándolo. Además, estaba muy contenta con la otra Nancy, la de Adorables mentiras, y tenía temor de que este personaje quedara por debajo en cuanto a David (Vladimir Cruz) y Diego (Jorge Perugorría), que eran personajes tan complejos y bien estructurados. Titón me convenció de que Nancy iba a tener tanto protagonismo como los otros dos, y bueno… me arriesgué”.

“Para Titón era esencial la mirada de los actores, y la mirada de Pichi le cautivó de manera especial. Fue como se ganó el papel de Diego en Fresa…”

Juan Carlos Tabío le dijo: “Tú no le puedes hacer esto a Titón. Eso va a ser terrible para él, tú tienes que trabajar en la película”, dice Mirtha. “Entonces decidí dejar todas mis escenas de la película para el final y yo estar durante toda la filmación al lado de Titón mientras se filmaban otros personajes. La grabación de Fresa… la recuerdo con mucho cariño, por la armonía del equipo, donde todo el mundo dio lo mejor de sí, las mejores energías estaban puestas en función del filme”.

Fresa y Chocolate. Diego y David. Nancy, la desequilibrada que se corta las venas y le implora a su Santa Bárbara bendita. Una Habana agitada que no para de vivir. Los girasoles, la Virgen de la Caridad del Cobre y los santos de Esterio Segura. Dos cuerpos que se rozan. El abrazo más emotivo y sincero del cine cubano. La mirada de Diego, tan real y poética, con un mundo detrás de los ojos.

El legado de Tomás Gutiérrez Alea continúa vivo en un espacio de la habanera calle Paula, en el barrio San Isidro, que hoy lidera su amadísima Mirtha: el Centro Cultural Casa de Titón y Mirtha.

“Para Titón era esencial la mirada de los actores, y la mirada de Pichi le cautivó de manera especial. Fue como se ganó el papel de Diego en Fresa… Así como era importantísimo que todo surgiera de manera natural en el rodaje, lo que aprovechaba en función de la película, de esta manera el telescopio de Memorias del subdesarrollo (1968) se convirtió en metáfora y símbolo”, destaca.

La última película que hicieron juntos y la última de Titón fue Guantanamera (1995).

Hoy el legado de Tomás Gutiérrez Alea continúa vivo en Mirtha —rostro importantísimo del cine cubano y nominada al Premio Nacional de Cine— en las nuevas generaciones de cineastas, en toda la amplitud de su obra que no deja de tener vigencia, en los cines… y en un espacio de la habanera calle Paula en el barrio San Isidro, que hoy lidera su amadísima Mirtha: el Centro Cultural Casa de Titón y Mirtha, que nace como parte del Proyecto de Cooperación Internacional Habana 500: espacios creativos promoviendo el desarrollo, la comunicación y la cultura integral en el Centro Histórico.

“Este es un espacio donde se estudia y se recuerda la obra de Titón; pero, además, donde surgen encuentros académicos, de realización artística y de reflexión del medio. Allí compartimos con adultos mayores y niños de la comunidad en varias peñas, proyectamos películas, documentales. También invitamos a directores, fotógrafos, gente de cine, para que impartan conferencias, talleres. Es un centro activo de colaboración y aún nos queda mucho por hacer”, añade Mirtha Ibarra.