“César Portillo es el Debussy del bolero. Él inventó la poesía que todos nosotros después entendimos, y lo hizo con la guitarra”, dijo el compositor mexicano Federico Baena. César cambió el modo de tocar la guitarra en el filin y en la trova. Abrió el universo expresivo de ese instrumento, obra de su insaciable hambre cultural y musical. Sus canciones eran una sucesión constante de complejas armonías que no resultaban agotadoras al oído común, y que no por complejas se debían ignorar.

En el centenario de su nacimiento, La Jiribilla recuerda a quien fuera la encarnación del filin, capaz de traducir sentimientos universales en vivencias comunes.

“Me gano el pan con gusto, pues hago lo que me gusta: música”. Nunca mejor dicho, Maestro.

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