Cuando triunfa la Revolución cubana el 1ro. de enero de 1959, Alberto Korda ya era un fotógrafo reconocido por la calidad de sus fotografías publicitarias. Poseedor de una fina sensibilidad, supo elevar a un rango artístico sus fotos de modelos introduciendo un glamour desconocido hasta entonces en Cuba. Rápidamente se consolidó como el mejor fotógrafo de modas de la Isla. Pero la Revolución, huracán social que involucró a todos, provocó cambios radicales en la población. En ese momento crucial los fotógrafos cubanos respondieron con prontitud y captaron, con una sorprendente calidad, la épica de los sucesos que hacían historia: entrada triunfal de los rebeldes en La Habana, incorporación de la mujer a la nueva realidad, participación de los campesinos en la vida pública del país. Desapareció la imagen estereotipada de una nación y surgió otra inédita, vital, vigorosa, digna, reflejada en el atractivo personal de sus principales protagonistas.

Korda junto a la legendaria foto del Guerrillero Heroico. Foto: Tomada de Telesur

Muy pronto se hizo evidente la hostilidad norteamericana hacia el joven gobierno y su carismático líder, y este odio comenzó a adquirir formas de expresión cada vez más violentas. Así ocurrió el trágico acontecimiento de la voladura del vapor La Coubre en el puerto de La Habana el 4 de marzo de 1960. Al día siguiente se convocó una movilización popular en los funerales de los fallecidos en el criminal acto terrorista. Fidel Castro hizo uso de la palabra ante un pueblo dolido e indignado. Varios fotógrafos reportaban el evento, entre ellos Alberto Korda, quien se situó dentro de la multitud, a unos pocos metros de la improvisada tribuna. Mientras Fidel pronunciaba su discurso, Korda recorrió lentamente el estrado de izquierda a derecha con su cámara Leica de 90 mm y retrató varias personalidades. Así tomó fotos de los escritores franceses Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. De repente, irrumpió en su lente la impresionante efigie del Che, que hasta ese momento había estado en un segundo plano. Korda presintió que estaba ante una imagen excepcional y apretó el obturador varias veces, con insistente urgencia. Luego imprimió en su estudio algunas imágenes del acto público, entre ellas la del Che, que paradójicamente no fue publicada en el reportaje del periódico Revolución.

“Así se inició la mística de este retrato singular y la figura del Che se transformó en un icono fundacional para los inconformes, desposeídos y oprimidos de la tierra”.

Pasaron varios años sin que la foto fuera conocida públicamente. Un día visitó a Korda el importante editor italiano Giangiacomo Feltrinelli, quien le pidió dos copias de la foto. Pasaría algún tiempo más sin conocerse hasta que ocurrió la fatídica muerte del Che, en Bolivia. Entonces apareció esta poderosa imagen, reproducida en un cartel de un metro por 70 centímetros, cuya venta alcanzó rápidamente el millón de ejemplares. Así se inició la mística de este retrato singular y la figura del Che se transformó en un icono fundacional para los inconformes, desposeídos y oprimidos de la tierra. El genio de Korda dio vida a una imagen emblemática que lleva en sí misma la fuerza revolucionaria de toda una época y que fija para la posteridad el compromiso ideológico de un hombre y su destino.

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