Desde hace aproximadamente dos décadas, Martín Garrido se ha empeñado en devolverle a Holguín —y con ello a Cuba y al cuerpo artístico de la nación— la obra del importante dibujante, diseñador y pintor Andrés García Benítez (Holguín, 1916-1981). Fruto de su ímpetu es Andrés: Diseñar para la escena, exposición quereúne en la Sala Pequeña del Centro Provincial de Arte una atractiva muestra de diseños realizados por este para las tablas.

La exhibición tiene un antecedente importante —fruto del arduo trabajo investigativo de Martín, con el objetivo de publicar un libro sobre la vida y obra del portadista de la popular revista Carteles y colaborador de Vanidades, Perfiles, Social, Lyceum y Prometeo—: el Homenaje a Andrés García Benítez;primera muestra, tanto en Cuba como en otras latitudes, dedicada a recuperar la impronta del notable artista, abierta en la propia institución en enero de 2001. Esta vez la intención era hacer coincidir Andrés: Diseñar para la escena con los 20 años de la primera exposición, el aniversario 106 del artista y el cuadragésimo de su muerte. Sin embargo, los rigores de la Covid-19 aplazaron el proyecto, que entonces se compartió con el título Entre candilejas. Andrés García Benítez y las artes escénicas, en el perfil de Facebook de Artistas holguineros, del propio Centro de Arte.  

La muestra —inaugurada como parte de las actividades de la Semana 39 de la Cultura Holguinera, con curaduría del propio Martín y dirección general de Yuricel Moreno Zaldívar— hace pública una parcela de la obra profesional de Andrés poco estudiada y conocida. “Por lo regular, cuando se hace referencia a Andrés, siempre se recuerda su labor como portadista de Carteles. Es comprensible que así sea, pues las portadas diseñadas por él para una de las revistas más populares de la etapa republicana en Cuba son, indudablemente, un patrimonio del arte nacional; el segundo gran momento de nuestra gráfica costumbrista, solo comparable, en calidad y trascendencia documental, con la obra que Víctor Patricio Landaluce realizara en el siglo XIX”, asegura Martín y añade que iniciada en los años 40, su labor para esta esfera de la creación —el diseño escénico— se enriquece en los 50 y 60, como evidencian las piezas expuestas en Andrés: Diseñar para la escena.

Además del teatro, Andrés realizó incursiones, siempre brillantes, en el diseño de vestuario y escenografía para presentaciones de ballet, ópera, zarzuela, danza moderna y cabaré, con las características propias de cada manifestación. Ello le permitió mostrar su “talento multifacético”, “su maestría como dibujante, su versatilidad como creador, su conocimiento profuso de la historia del traje y de la historia del arte en general”, expresa Martín. Además, destacó que “su profesionalidad en la esfera del diseño destinado a las artes escénicas se advierte en todas y cada una de las piezas que ahora mostramos, demostrando por qué críticos tan exigentes como Rine Leal o Luis Amado Blanco solo tuvieron para él los más encendidos elogios” al reseñar obras donde dejó la impronta de su firma. En los 60 sus diseños fueron parte de estrenos de Danza Contemporánea y del Ballet Nacional.

“Las portadas diseñadas por él para una de las revistas más populares de la etapa republicana en Cuba son, indudablemente, un patrimonio del arte nacional”.

Ejemplo de lo anterior son las piezas —en gouache, acuarela y lápiz sobre cartulina o cartón— que componen la muestra, entre ellas dibujos del diseño de vestuario para las obras Adela (1958), Mulato (1959), El milagro de Anaquillé (1960) y Liborio y la esperanza (1962), y del diseño escenográfico de Cecilia Valdés (1961) y Lisístrata (1963), estrenadas por diferentes colectivos.

Por estos años trabaja en otra obra importante: la comedia musical Mi solar, estrenada en el Teatro Mella con coreografía y dirección general del maestro Alberto Alonso, por el Conjunto Experimental de Danza de La Habana y el elenco del Teatro Musical de La Habana; con actuaciones de Sonia Calero, Tomás Morales, Asseneth Rodríguez, Alicia Bustamante, Litico Rodríguez, Tomás Morales, Bobby Carcassés, Alden Knight, Federico Eternod, entre otros. Producción que en 1965 se integra al Music Hall de Cuba, como parte de una delegación que se presentó en el Olympia de París, y en Polonia y la Unión Soviética. Para la adaptación cinematográfica —bajo el título de Un día en el solar (Eduardo Manet, 1965), considerado el primer filme musical cubano posterior a la creación del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos— García Benítez realizó también el diseño de vestuario, y aprovechó las caracterizaciones (el criollo, el habanero de solar, la mulata) que dominaban en sus trabajos anteriores y los diseños para Carteles.

Las obras expuestas en esta selección pertenecieron a las colecciones particulares del maestro Ramiro Guerra, coreógrafo y pionero de la danza moderna en Cuba, y del diseñador escénico Eduardo Arrocha, “único discípulo de Andrés, a quien debe su consagración a estas disciplinas”. “Fundidas en un todo, ambas colecciones se conservan hoy en Holguín por voluntad expresa de Arrocha”, asegura Martín. Estas piezas “son como pequeñas obras maestras de esta disciplina, que por su calidad no desentonan dentro del conjunto total de la obra de Andrés”. En su conjunto, Andrés: Diseñar para la escena nos reafirma a Andrés García Benítez como uno de los grandes diseñadores escénicos en nuestro país, y una de las figuras que engrandece el patrimonio visual y cultural de Holguín.

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