Estamos obligados a dialogar con el futuro

Yosvani Montano Garrido
26/9/2018

El pasado 13 de agosto inició la consulta popular del Proyecto de Constitución estudiado antes por el Parlamento, único órgano con facultad constituyente. Las intervenciones de los diputados y de la comisión que tuvo a su cargo la etapa final de redacción del texto, pudo seguirse diferidamente por la televisión nacional. Ahora, están ocupando espacio en nuestra realidad observaciones de especialistas, relatos históricos y una variedad de opiniones ciudadanas que instalan en primer plano un trato deficiente con la cultura jurídica y especialmente constitucional. En última instancia a partir de una insuficiencia teórica se está formulando el diferendo entre los cambios, permanencias o regresiones que garantizarán el itinerario socialista.

La Constitución ha vuelto a estimular las posiciones divergentes ante el complejo problema de la transición. Ello es favorable. Pone en movimiento las categorías, los referentes, las leyes y los sujetos que le son inmediatos movilizar. Anima el razonamiento al respecto. Coloca a relieve el forcejeo entre las corrientes de pensamiento economicista y estatista que en los últimos años alcanzaron cierto afirmamiento. Visibiliza el pragmatismo de los que aspiran a un desvío intemperante.


Autor: Alfredo Martirena Hernández. Tomado de Cubahora

 

Las mediaciones entre las confirmaciones prácticas del modelo, el deber ser que las inspira y los sentidos políticos que las provocan; concurren como variable cardinal del venidero referéndum.

Condicionada por los cambios de su tiempo, la Constitución no escapa de él. Expresa en términos históricos una pauta epocal que viene a completar transformaciones en los más diversos órdenes de la vida nacional. Es responsable de parecerse al pueblo que la provoca y está obligada a entregar una imagen en progresión del país que ensayamos construir. No puede dialogar con acertijos. Los consensos que manifiesta adiestran y fortalecen los nervios de la sociedad. El péndulo en su trayecto marca reencuentros con los diseños de vida, los valores comunes y lógicamente con insatisfacciones colectivas que se han ido acumulando. 

He leído con detenimiento el Proyecto que se pone a consideración. Es palpable el esfuerzo por entregar formulaciones útiles y generalizables. Más allá de su espíritu, resulta significativo insistir en ciertas relaciones, antecedentes, condiciones y resultantes, que no conviene queden fuera del encuadre.

La interacción sistemática con problemas de índole socio-económico, la observación participante de fenómenos ideológicos en permanente movimiento, nutren la propuesta. Oscilan junto a otras tensiones. Complejas limitaciones materiales, desgastes en el rol institucional, incongruencias en la conducción de la economía; fijan cierto presentismo en una parte de sus postulados. El exorcismo de la vieja mentalidad sitúa en espacio impreciso rasgos de la agudeza política que convirtió a la Revolución en infinita fuente de derecho.

En perspectiva, los nexos entre bases y liderazgos que a partir de 1959 garantizaron una suerte de institucionalidad compartida, se están modificando. El establecimiento de conciliaciones, la fatigada arquitectura del poder, los grados desemejantes en la socialización de la producción y el consumo; anuncian progresivamente la reconfiguración de los fundamentos ideológicos del Estado. Representan un capítulo importante en el perfil de lo que en un futuro inmediato podría ser la naturaleza revolucionaria.

El reciclaje de determinismos económicos, las desproporciones considerables en la vida cotidiana, la sobrevaloración de lo práctico; abrigan contribuyentes negativos. La razón predominante está ignorando las implicaciones que en la esencia humana conservan las relaciones de producción y cómo estas se refirman cual relaciones de poder efectivas en primer lugar sobre las personas. En su totalidad al constituirse en estructura económica, proveen cuerpo al aparato jurídico y político de la sociedad.

La lucha entre lo público y lo privado excede la semántica que acuña cualquier legislación. Se acepta poco, pero relaciones sociales nuevas y otras reemergentes conforman ahora mismo el imaginario de una parte considerable de la población y establecen disyunciones con el propósito común. Forcejean por ser respaldadas. Se trata de una batalla que ya no es tan subterránea entre dos representaciones de lo social. En todas las escalas, vinculado al apreciable descenso del saber político y la impronta del formalismo, la cultura de los dominantes está resucitando. Lo real en el universo de lo intangible es la disputa sobre los compases que acompañarían estas conversiones.


Autor: Osvaldo Gutiérrez (Osval). Tomado de la ACN
 

Las modificaciones en la organización de la propiedad, la “resignificación” del mercado; precipitará las ya agudas alteraciones sociológicas. Podrían en ciertos casos llegar a ser irreversibles afectando definitivamente los deseos, las estrategias, y las esperanzas que datan de seis décadas. Dicho en forma breve, alimentamos por conciencia y no por formalidad, la voluntad de alcanzar todas las liberaciones, o ratificamos la noción fracasada de crear en nombre del socialismo dominaciones sucesivas y conexas que acomoden a una minoría sobre la inmensa mayoría del pueblo.

Tirador y diana desafían otra vez al dilema de la exactitud. Las maneras de pensar el modelo, de asegurarlo como proyecto viable, sellan disímiles posiciones para con el texto constitucional. Es un hecho, y los hechos son tercos, gustaba decir a Lenin. Implícito en la controversia está el enfrentamiento entre la tesis que entiende el socialismo como algo superior a la sola redistribución de utilidades, es decir como un potente movimiento cultural, y la que lo simplifica a un asunto de cuchillo y tenedor.

La Constitución tiene que esquivar convertirse en la legalización de “la productividad y la eficiencia”. Las urgencias diarias, en efecto, gozan un espacio en el conjunto de reflexiones, no han de ser ubicadas sin embargo como ejes únicos del pensamiento. De ninguna manera son los argumentos concluyentes. Antagonismos y desigualdades, cambios parciales y sistémicos; tendrán que ser escoltados con límites controlables. Normas de ordenamiento y vigilancia que si bien no corresponden a un alcance constitucional, es saludable que asistan al análisis. Tenemos que intimar con la prosperidad sin que los practicismos degraden hasta su extinción el humanismo revolucionario.96. ARTÍCULO 22. El Estado regula que no exista concentración de la propiedad en personas naturales o jurídicas no estatales, a fin de preservar los límites compatibles con los valores socialistas de equidad y justicia social.
97. La ley establece las regulaciones que garantizan su efectivo cumplimiento.

Consecuentemente, que varios ciudadanos estemos refiriendo la necesidad de regular la concentración de la riqueza, no es un aspecto coyuntural. Este tipo de propuestas expresan la preocupación por los nítidos efectos que un área de “la pequeña economía” se vienen apreciando. Variaciones substanciales que refuerzan los eventuales beneficios derramados, más no consiguen organicidad con el beneficio común. No es un debate abstracto. Efectivamente guarda relación con los valores de equidad y justicia social que refiere el Artículo 22; nociones concretamente definidas en el marco de nuestra sociedad. La especulación inmobiliaria, el acceso a los servicios, los circuitos gastronómicos o recreativos de carácter privado en encadenamiento demuestran tal diferenciación.
ARTÍCULO 13. El Estado tiene como fines esenciales los siguientes:
52. a) encauzar los esfuerzos de la nación en la construcción del socialismo y fortalecer la unidad nacional;
53. b) mantener y defender la independencia, la integridad y la soberanía de la patria;
54. c) preservar la seguridad nacional;
55. d) garantizar la igualdad en el disfrute y ejercicio de los derechos, y el cumplimiento de los deberes consagrados en la Constitución;
56. e) promover un desarrollo sostenible que asegure la prosperidad individual y colectiva, y trabajar por alcanzar mayores niveles de equidad y justicia social, así como preservar y multiplicar los logros alcanzados por la Revolución;
57.f ) garantizar la dignidad plena de las personas y su desarrollo integral;
58. g) afianzar la ideología y la ética inherentes a nuestra sociedad socialista
h) proteger el patrimonio natural, histórico y cultural de la nación, y
60. i) asegurar el desarrollo educacional, científico, técnico y cultural del país.

A su vez, los fines esenciales del Estado que enumera el Artículo 13, podrían especificar su obligación con la proscripción de la pobreza. Provenientes de las ciencias sociales, informes de investigación están documentando experiencias complejas en las que la violencia, el desinterés y la frustración de los proyectos de vida empiezan a fijar las conductas de un segmento de la población. Alarma el incremento de la marginalidad. Diagnóstico y prevención mediante programas intersectoriales —generales y específicos— ayudarían a coagular el desarrollo integral y el bienestar colectivo que le son inherentes al principio de “dignidad plena del hombre” que sanciona el preámbulo de la Constitución.

Insisto en lo fundamental de distinguir virajes tácticos y estratégicos. Para cifrar encargos estatales se están asociando patrones que dimanan del progresismo latinoamericano y del llamado socialismo asiático. Existen diferencias tangibles en torno a los devenires históricos, las culturas populares, las costumbres políticas y los contextos que nos tildan. La fragmentación del aparato administrativo, la inoperancia del Estado, la simplificación de los servicios públicos, la privatización de diferentes esferas; están a la carta en el enmascarado universo neoliberal. Expresan formas nuevas de propiciar el crecimiento y consolidación del capital. Esa “contemporaneidad” tiende a desfigurar el carácter resistente de la alternativa socialista y termina conjugando valores que le resultan nutritivos a la dominación capitalista.  

No sueltes demasiado las riendas, que los juramentos más sagrados son paja para el fuego que corre por la sangre, advertía Shakespeare en La Tempestad. La salud o la educación, las disposiciones laborales o las complejas dinámicas de la cultura, son alérgicas a los instrumentalismos. Lo que se advierte quedará sujeto a ley, involucra el cenagoso terreno de la subjetividad. Depende de los tempos y las personas. Se subordina a la horma que acomoda el juicio de valor, y prescribe por tanto lo que es útil, importante, asequible o necesario a los demás.

Como prevenía el Che, hay que disponerse a derrotar a los imperialistas y también a los “explotadores locales”. Revolución socialista o caricatura de revolución insistía en su Mensaje a la Tricontinental en abril de 1967. Obligados a encontrar, las claves de una espiritualidad nueva en el campo de lo material que desafíe las supervivencias del capitalismo, el espacio social que definimos está forzado a siempre actuar sujeto a la dimensión humana que sigue siendo principal.

Pensar la nación es tarea diaria. La imaginación sociológica se va desarrollando en la medida misma en que la cultura consigue asumirse más que como servicio de estado, como forma de vida y vínculo creativo con el mundo circundante. Apelar a esa digresión cuando aquilatamos la política no es un acto desdeñable. Los problemas culturales, artísticos, educativos y científicos, nunca se resuelven con un trazo. Antes pudimos escapar del “mecanicismo realista”. Resulta siempre útil no bajar la guardia ante el  asecho peligroso de la terquedad y el dogmatismo.    

Un comentario final. La supresión del enunciado que explicita el horizonte comunista de toda nuestra acción, no debe adjudicarse a la actualización de los lenguajes. La complacencia sería inaceptable. El comunismo corteja hace décadas la formación de los imaginarios. Apellida a las principales organizaciones políticas del país, que reafirman además su carácter constitucional. Forma parte del juramento matutino de los pioneros cubanos. Crea lazos directos hacia la construcción de contenidos sociales comprometidos con la emancipación y la dignidad completa del hombre. Deriva en meta. Sella la utopía positiva de la propiedad privada superada, aunque las condiciones inmediatas certifiquen lo contario. ¿Esa suma cambiaría?

Contenido y forma son dos pares categóricos según hemos aprendido. La polémica no consigue imbricar a uno y mantener intacto al otro. Lo que está en esclarecimiento es el efecto que ello tendrá en los ambientes políticos del presente y el futuro.

Todo es símbolo y analogía. Construir el Comunismo reclamará el trabajo real y sistemático, toda vez que invoque un pensamiento incómodo; comprometido con la superación de la realidad inmediata y la reproducción esperable de la vida material. Enunciará- tal como precisamos- disquisiciones continúas hacia la cultura política hegemónica. El proceder de la República en su conjunto estará exigido de engrasar los dispositivos que desaten participación. Implicará, si es pretensión mayoritaria, lograr que prevalezca la herejía frente a la conservatización.

Me he extendido sobre estas generalidades, porque nos atañen. A diferencia de lo que muchos piensan las más trascendentales batallas deben librarse en la conciencia de nosotros. Cambiando las leyes, pero alterando también formas de vida, patrones morales, prismas con los que interpelamos la realidad. Impulsando la creatividad, la sinceridad y el pensamiento crítico. Apostando por juicios movilizadores que nos involucren en la construcción de la nación. Riñendo con el burocratismo que se proyecta en múltiples sectores de la sociedad. No podemos cruzarnos de brazos. Estamos obligados a dialogar con el futuro.

Para intentar un diseño más armónico, hay que dar vida a ese artículo que registra el poder dimanando del pueblo. No es tarea exclusiva de gobernantes y funcionarios rectificar. Además de ser próspera, Cuba merece continuar siendo honesta, civilizada y feliz. Confirmar los imposibles que la expusieron al mundo. Combatir las “resignaciones socialistas”. Resemantizar el propósito de la belleza. Triste huella dejaremos, si aceptamos toda la quietud pesimista que oculta a veces el discurso de la negación