La Orquesta Sinfónica Nacional y esa melodía hermosa que sana desgarraduras

Félix Bolaños Leyva
4/2/2019

Recientemente acompañé a los músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), quienes acudieron, en formación completa, al Consejo Popular Guaicanamar, en el municipio Regla, una de las zonas más golpeadas por el tornado que afectó el pasado domingo 27 de enero a varios municipios de la capital cubana. Dicho fenómeno ocasionó grandes pérdidas en la infraestructura habitacional y lamentablemente también de algunas vidas humanas.

Los miembros de la emblemática agrupación sinfónica se habían propuesto entregar donaciones aportadas por cada uno de ellos y ofrecer su música, en un admirable gesto solidario.

Como ellos, otros músicos y artistas del patio se han sumado y se suman a la voluntad del Estado por acudir en ayuda de los más necesitados, en un momento doloroso. Fui testigo, en un encuentro con la prensa en el Instituto Cubano de la Música, de las propuestas de músicos de la talla de Manolito Simonet y Maykel Blanco, de donar el cover íntegro del próximo concierto o bailable, a favor de los damnificados. Acciones y expresiones semejantes de otros artistas aparecen constantemente colocadas en sus perfiles en las redes sociales.

No sorprende esta actitud de los músicos y los artistas del patio, ejemplos sobran de brigadas y agrupaciones que han acudido a otras partes de la geografía nacional, afectadas por la furia de la naturaleza. “Hombres recogerá quien siembre escuelas”, sentenció José Martí en una fecha tan lejana como 1878. La inmensa mayoría de los hombres y mujeres de este pueblo se han formado y educado en los planteles creados por la Revolución, con una base de estudios afincada en lo más avanzado del pensamiento humanista universal y las ideas heredadas de aquellos padres fundadores de la nación cubana y del propio proyecto social que defendemos.

Los cubanos somos solidarios por naturaleza, al punto de que la historia más reciente de este país no se puede escribir sin abordar esa vocación solidaria que nos distingue; esa que hemos llevado a decenas de otros pueblos, incluso al costo de nuestra propia sangre, y que practicamos constantemente con los propios compatriotas, ya sea por un huracán, lluvias intensas, penetraciones del mar, o un tornado como este, que ha pretendido empañar las celebraciones por el 500 cumpleaños de La Habana.

La magia de la música se apoderó del lugar. Fotos: Cortesía del autor

Tan hermoso como el gesto de los músicos de la OSN fue el de los vecinos de Regla. Organizados, disciplinados, con rostros marcados por la desventura, pero agradecidos, aplaudieron a los músicos a su llegada y disfrutaron de la famosa obra de José White, “La bella cubana”, que en esta primera ocasión les ofreció la OSN, apretujada sobre un pasillo entre dos edificios y compartiendo los atriles.

Durante la ejecución del tema se impuso el silencio, solo roto por los equipos y maquinarias que otros hombres, igualmente solidarios, empleaban para levantar postes, desplegar cables eléctricos y telefónicos, y recoger escombros. La magia de la música se apoderó del lugar creando una nueva dimensión espiritual y estética, que por un momento se llevó lejos de allí la tragedia.  

Hasta los lugares afectados por el llamado “tornado del siglo” llegarán otros artistas, otros cubanos venidos de los más disímiles lugares para brindar su apoyo; se levantarán los hogares destruidos, se recuperarán aquellos bienes adquiridos con tanto sacrificio y arrebatados por la furia del viento y volverá la ciudad a la tranquilidad y el sosiego, seguramente más atractiva. Pero los que fuimos testigos de este gesto de los músicos de la OSN jamás olvidaremos aquella tarde compartida con la gente sufrida, con esa melodía hermosa, capaz de sanar desgarraduras.

“No puede ser infeliz un pueblo que no olvida a los que sufren”, decía también el Héroe Nacional, y en ese otro laudo martiano se puede percibir, por encima de todos, como una paloma hecha de estrellas, la luz de la esperanza.

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