Carteles con brillo y maniobras frente al Capitolio

Luis Dascal
22/8/2018

El Decreto 349 que regula el sistema de contratación a artistas por el sector privado y estatal trata de situar en su justa medida el desmadre que aún hoy se suscita en el ámbito del consumo cultural. En un escenario que se permeó de fórmulas facilistas y tendentes a la banalización, la agresividad y la ideologización de derechas; vienen muy al caso unas medidas que deslindan a los interesados por el arte de los interesados a secas, esos incorregibles que giran sobre sus bolsillos.

Una polémica brutal, desbalanceada, se desató a través de las redes sociales bajo la etiqueta de #NoAlDecreto349; también hubo concertaciones y debates donde se satanizó la ley. Pareciera que la nueva Constitución, puesta a referéndum, está siendo boicoteada mediante la movilización de grupos sociales donde hay no pocos incautos y desinformados. Primero se trató del Artículo 68, atacado desde instancias religiosas, ahora se agita a los artistas, un sector de inquietudes libertarias.

Reunión de Fidel con intelectuales cubanos y extranjeros invitados a la Feria Internacionmal del Libro 2011. “Quienes tienen una visión menos viciada de la política cultural, los artistas e intelectuales genuinos, pueden enriquecer la ley a partir de sus prácticas profesionales”. Foto:  Roberto Chile

La chispa, largamente esperada por los enemigos del proceso social cubano, se intenta esparcir con desesperación por cuanto predio haya.

En un post de Cubanet, Aminta de Cárdenas, una de las gestoras de la campaña contra el decreto, declara abiertamente dicho objetivo, cuando habla de “sensibilizar” a quienes vivieron “cosas similares en la décadas del 70 y el 80”. Obvio que arrastrar a artistas de prestigio cuyo desarrollo tropezó con escollos reales (errores en la cultura, léase Quinquenio Gris), resulta vital. Sin embargo, salta a la vista el bajo perfil de quienes intentan tal movilización, por lo que los cantos de sirenas no calaron en el sustrato de la cultura, ni mucho menos en el espíritu de los intelectuales.

Coincidente con la intención de buscar el apoyo de los artistas censurados durante el Quinquenio Gris, se realizó, paralelo a la campaña contra el decreto, el espacio “Malditos de la postguerra”, de Sandra Ceballos, una especie de compendio visual sobre la situación de la cultura en décadas anteriores. Además de la forma tendenciosa en que se manejan las vidas de algunos creadores, la acción hace hincapié en un capítulo del pasado que se quiere resucitar, para “casarlo” con el presente. La propia Ceballos declara que esos artistas serían hoy “censurados por el decreto 349”.

Con todas estas acciones, incluyendo un performance con excrementos en la acera del Capitolio habanero, un grupo de emergentes “artistas” está haciendo su pan, puesto que la propia campaña les ha servido como plataforma para relanzar sus bajísimos perfiles como creadores, en un país que ofrece la más amplia cobertura de profesionalización y difusión cultural, ya sea mediante agencias, organizaciones, proyectos individuales o centros estatales. La chispa, buscada miles de veces del otro lado del Estrecho de la Florida, toma cuerpo en una carta que se le envía al presidente Donald Trump para que cancele los intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos.

Amaury Pacheco, del Proyecto OMNI-Zona Franca, lanza un llamado por las redes sociales para que le envíen fotografías, y él mismo hace los carteles para publicarlos desde Instagram, pretendiendo llegar a las 10 000 firmas para derogar la ley. Declara Pacheco que a los artistas les toca el 349, pero que en realidad se trata de cuestionar la Constitución toda.

Más explícito, imposible. Se le está preparando la cama a la nueva Carta Magna para generar un clima de inestabilidad en torno a la cultura, usando a los intelectuales y artistas como punta de lanza. De ello dan fe las presiones ejercidas por este grupo de emergentes creadores sobre instituciones como la UNEAC y la AHS. Pero el gremio espiritual cubano permanece inamovible y en torno a la sociedad civil auténtica.

En las redes sociales, directivos de las agencias y los centros artísticos han dado su parecer y coinciden en que se someta a debate dicho decreto con el gremio de los artistas profesionales, autodidactas y egresados del sistema de enseñanza, evitando así abrir brecha a los enemigos del proceso cubano, quienes ingenuamente aspiran a una efectividad mayor en su búsqueda de la división social, la desinformación y el desapego a las instituciones.

Lillitsy Hernández Oliva, vicepresidenta del Consejo Nacional de Artes Escénicas, declara que el decreto es necesario para evitar el intrusismo profesional, a la vez que reconoce el talento “venga de donde venga”. Ello ocurrió en la red social Facebook, donde otros directivos y miembros de la sociedad civil y el gremio han usado la etiqueta #PorqueHaceFaltaEl349. Alexis Triana, periodista y Director de Comunicación del Ministerio de Cultura defiende el verdadero arte, de academia o no, pero que tenga derecho a superarse y existir sin que lo ahoguen los emergentes mecanismos del mercado y el consumo, que tan frecuentemente roban el pan a los creadores en las latitudes más diversas.

 Los Van Van en el Kennedy Center, Washington DC. La vanguardia artística cubana goza
de la más alta cobertura institucional posible. Foto: Internet

Por supuesto, es de esperar que tanto la Unión de Escritores y Artistas de Cuba como la Asociación Hermanos Saíz continúen convocando al debate pertinente y que los medios cubanos, de prensa y especializados, cumplan con su cometido y divulguen la verdad en torno al decreto. Sobre todo porque quienes tienen una visión menos viciada de la política cultural, los artistas e intelectuales genuinos, pueden enriquecer la ley a partir de sus prácticas profesionales y nadie como ellos para definir hasta dónde llega o no el intrusismo y la seudocultura.

Por un lado el debate respetuoso y serio y por otro los ladridos de unos pocos que, sin perfil, quieren hacerse notar y  se ofrecen como abanderados para boicotear el instrumento legal que regirá la existencia del Estado Cubano. Falta que la sociedad civil tome cuentas claras de sucesos como este y no se deje agarrar desprevenida, toda vez que no se trata del inconformismo legítimo de un grupo de artistas en torno a una ley, sino de la bravata que intenta una invectiva contra el derecho a tener derechos.

Los actores del performance con excrementos solo pueden argüir como “represión” una risible multa de 30 pesos, por las molestias causadas a los transeúntes con los olores y lo gritos. Menuda respuesta de parte de un gobierno al que ellos llaman “dictadura”, que además ha permitido la existencia de ensayos y realizaciones mucho más osadas y subversivas, en el seno de las mismas instituciones estatales.

En palabras de Yanelys Núñez, la única embarrada del performance, el decreto 349 quiere convertir a los artistas en pura mierda. Sano es que tantas décadas de bregar en torno al arte y la difusión de los talentos le respondan. Habría que preguntarle a ella y sus compañeros qué hizo de los artistas el capitalismo neoliberal al que sirven de coartada y qué hace con la cultura ese consumo banal y agresivo que copa los espacios.

Aminta de Cárdenas declara también a Cubanet que el decreto y la Constitución preparan los escenarios posibles para cuando Raúl desaparezca físicamente, haciendo ostensible el verdadero objetivo de su campaña: desmontar el cuerpo legal todo. La apuesta de los enemigos del proceso social es quitarle a Cuba su oxígeno, frenar la institucionalidad, hacer una realidad paralela con leyes propias que contravengan el consenso democrático.

Si, en palabras de ellos, el decreto 349 quiere hacer mierda a los artistas, está claro que nos anteponen no solo un escenario cultural muy maloliente, sino un futuro donde todos, la inmensa mayoría, valdríamos lo que un cubo de excrementos. Jugando a la era post Castro, como les gusta decir, no se han dado cuenta de que ya pasamos esa estación y que el tren de la democracia cubana se dirige hacia un puerto seguro para la cultura y el corazón del país.

Lo cierto es que, mientras Pacheco hace carteles con brillo y Yanelys se embadurna ante el Capitolio y paga por ello una multa de 30.00 CUP, se abre un verdadero debate con los artistas cubanos para, como es natural en el socialismo, contar con la opinión y el aporte sustancial de todos los legítimos actores.