Más de trescientas páginas forman este libro que reúne textos e ideas escritas en trabajos anteriores a las cuales se les ha incorporado una enorme cantidad de nuevas informaciones que permiten comprender el alcance y la significación del beisbol en la cultura cubana, pero que también se extiende al amplio ámbito geográfico que durante mucho tiempo caracterizó la práctica de este deporte. Me refiero a la región del Caribe y Centroamérica donde, desde finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, se fue extendiendo la práctica de este deporte creado en Estados Unidos.

Este compendio de informaciones y análisis sustenta una tesis central: la identidad nacional cubana ha incorporado al beisbol desde hace ya más de un siglo como elemento significativo de esta cultura, lo cual, desde luego, como ocurre en otros lugares, tiene rasgos propios que lo hacen particularizarse dentro de ella en comparación con sus rasgos y expresiones en otros lugares.

El libro reúne textos anteriores y nuevas informaciones que permiten comprender el alcance y la significación del beisbol en la cultura cubana. Ilustraciones: Ángel Orestes Fernández (Ández)/ La Jiribilla

Toda cultura, lo sabemos, va adaptando, según las épocas históricas, los nuevos elementos que pueden irse formando por la interrelación entre culturas de muy diferente naturaleza y desenvolvimiento histórico y social.  Así, sin lugar a dudas, el béisbol, creado en Estados Unidos, como toda expresión social, ha ido cobrando ciertas características diferentes en las distintas sociedades por las cuales se ha ido extendiendo.

Justamente, este es, a mi juicio, el valor esencial de esta obra de Norberto Codina porque con sabiduría ha logrado entregarnos lo adquirido desde fuera, por un lado, junto a la recreación creadora, por otro lado, que ha aportado a la práctica beisbolera su ejecutoria en nuestro país.

Ciertos rasgos del libro son lo que quisiera referir. En primer lugar, el volumen informativo de que ha dispuesto el autor, quien ha sabido extraerle una altísima cantidad de datos muy bien combinados, tanto en el plano descriptivo como en el analítico. Si observamos la bibliografía al final de la obra veremos que esta no es solo larga sino que se refiere a diversas naciones e inclusive se manejan textos en español y en inglés. Codina apunta allí, si no todo lo que se ha escrito acerca del beisbol -cosa que me atrevo a decir es imposible dada su enormidad- que ha laborado con una altísima cantidad de textos de toda el área geográfica por donde se mueve, por lo que me atrevo a afirmar que es exhaustiva en el caso de Cuba. Así incluye artículos, entrevistas y todo tipo de materiales aparecidos en publicaciones periódicas desde fines del sigo XIX, cubanas en su mayoría, pero también de otros lugares referidas a nuestro país. Mas también ha revisado libros de la creciente bibliografía sobre esta temática, sin excluir la memoria oral de jugadores, comentaristas deportivos y aficionados de cualquier índole.

“La identidad nacional cubana ha incorporado al beisbol desde hace ya más de un siglo como elemento significativo de esta cultura”.

Otro elemento destacado es cómo relaciona la presencia del beisbol en manifestaciones de la cultura artística y literaria, tales como la propia literatura, la pintura y el cine, más también en lo que podríamos llamar a la cultura popular. Por eso se vale de textos de estudiosos en el plano académico; de los diversos géneros periodísticos que van desde la nota y el comentario inmediatos, la entrevista, la crónica y el análisis crítico hasta el recuerdo anecdótico; y en su afán de dar espacio a diferentes voces y opiniones, entrega hasta conversaciones con amigos que también disfrutan como él de este deporte. Otra de las maneras con que se mueve el autor implica el análisis propio sustentado a menudo en los criterios de historiadores, sociólogos, estudiosos de la cultura cubana desde diversos ángulos. Por todo ello, este es un libro difícil de clasificar, lo cual no es un inconveniente en modo alguno, sino todo lo contrario: ahí radica su mayor riqueza.

Finalmente, su elemento más atractivo para mí resulta ser justamente el estilo que apela a un lenguaje que podríamos decir popular en muchos casos, ya que no elude, en modo alguno, el empleo de los recursos del habla cotidiana y de cubanismos de toda naturaleza.

Por eso recomiendo el libro para cualquier tipo de lector: desde aquellas personas que se dedican al estudio profundo de los problemas sociales hasta el aficionado al beisbol, o, mejor, el adicto a lo que todos los cubanos llamamos la pelota. Se trata, pues, de un texto disfrutable que va a provocar el agrado o el compartir sus ideas por buena parte de los seguidores de la pelota, y de todos aquellos que tienen criterio propio, como la mayoría de la gente que gusta de la pelota, y que en muchos casos probablemente no van a coincidir con los criterios de Norberto Codina, como suele suceder cuando de pelota se discute. Este será, con seguridad, un libro también polémico, tanto que, en muchos casos, el autor no oculta sus diferencias de opiniones con más de uno de los otros autores que cita o de cuyas informaciones se vale, sin dejar de reconocer jamás las aportaciones que esos autores hacen al tema de la pelota en Cuba.

“Se trata de un texto disfrutable que va a provocar el agrado o el compartir sus ideas por buena parte de los seguidores de la pelota”.

Creo que es un libro acogedor y que se convierte ya, de inmediato, en una fuente de referencia para los interesados en el tema en nuestro país y en cualquier otra parte del mundo. Es una obra a la cual no se le puede tener miedo por su extensión, ya que además permite ser leída poco a poco, fragmentariamente, siguiendo sus varios capítulos e inclusive con ciertas pausas en cada uno de ellos.

En dos palabras: nos hallamos, pues, ante una obra que, más allá de nuestros propias preferencias y deseos deportivos por algún equipo o por algún atleta, y de nuestra propia identificación con el tema, nos permite entender por qué, con toda justeza, es este un serio esfuerzo de gran importancia en estos momentos que nuestro país se prepara para reconocer al béisbol como patrimonio de la cultura cubana.

Por último, no quiero dejar de reconocer que yo también en ocasiones discrepo de algunos de sus juicios, lo cual, sin embargo, no me impide no solo impulsar a su lectura, sino también entender lo que significa para el análisis cultural de nuestro país una pieza singular que ahonda una línea de trabajo que en los últimos años ha sido aumentada por varios estudiosos que se han acercado a ella para ampliarla y enriquecerla sobre la base de los recursos y los métodos propios del estudio académico.

La obra está organizada en ocho capítulos, algunos de los cuales pueden ser perfectamente identificables con una cierta parte del tema amplio que se trata. Por ejemplo, el capítulo segundo sitúa una serie de elementos informativos decisivos acerca del beisbol en Estados Unidos, en sus inicios y en su desarrollo; o el capítulo quinto nos indica la importancia de la pelota en la obra de muchos escritores, mientras que el capítulo sexto extiende este análisis también a la relación de la pelota con la música, la literatura y la pintura desde el punto de vista de la práctica artística, inclusive más allá de los propios artistas. Es de importancia su análisis acerca de cómo este deporte ha contribuido a abrir espacio en el complicado y largo proceso no solo de integración sino de incorporación y admisión de los elementos culturales de los descendientes de los africanos traídos como esclavos a Cuba, al igual que su enjuiciamiento, ya señalado por otros autores desde hace mucho tiempo, respecto  a la trascendencia  del beisbol frente a la dominación colonialista puesto que para los cubanos de finales del siglo XIX su ejercicio era una manera de alejarse de costumbres propias de los pueblos de España como, digamos, las corridas de toros.

“Es un libro acogedor y que se convierte ya, de inmediato, en una fuente de referencia para los interesados en el tema en nuestro país y en cualquier otra parte del mundo”.

Por último, me parece significativo la forma en que Norberto Codina establece el puente cultural, que también está en el plano de las emociones compartidas que el beisbol ha significado entre el pueblo cubano y el estadounidense. Ciertamente, más allá de los intereses de los grupos dominantes en la economía y la política del país vecino, el beisbol o la pelota, como todos solemos decir cuando estamos conversando acerca del tema, ha sido un elemento vivo de la cultura de ambos lados y ha significado un intercambio entre ellas. Fueron muchos los peloteros de Estados Unidos que jugaron en la serie de pelota cubana al igual que muchos cubanos también lo han hecho en las ligas del país del Norte y que no son pocos entre ellos los que han alcanzado una merecida fama y reconocimiento en las Grandes Ligas de ese país, estimadas el reino mayor de este deporte.

Se me ocurre sin embargo, que dentro de pocos años habrá que incorporar un nuevo elemento: la relación del beisbol cubano con el que se practica en Asia, particularmente en Japón y Corea del Sur, donde ya juegan desde hace algunos años peloteros de nuestro país y donde, sin lugar a dudas, este deporte, como cualquier otra manifestación de la vida de una sociedad, ha ido cobrando características propias de aquellas culturas milenarias, y que resultan evidentes desde una primera mirada, digamos que en lo tocante a la disciplina en su ejercicio.

Me siento entonces plenamente satisfecho con esta lectura que ha sido agradable y rápida gracias a su factura que así lo permite, a las ideas que me ha hecho surgir en torno al tema y a la posibilidad de que cuando nos encontremos nuevamente discutamos hasta la saciedad con el autor acerca de la pelota y la cultura en Cuba y, sobre todo, de continuar nuestros constantes debates, charlas y bromas según ganen un partido o una serie los azules Industriales o las avispas de Santiago de Cuba. 

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