Por suerte para Cuba, después del gran Martí, pudo aparecer aquella excepcional alma solitaria que se llamó Julián del Casal, y al lado suyo, su hermana de espíritu, esa extraña virgen, Juana Borrero, que puede ser colocada a la par de la misteriosa joven eslava María Bashkirtseff. Como la eslava, fue escritora y pintora; como la eslava, tuvo curiosos ensueños de grandezas legendarias; como la eslava, poseyó la dicha de la belleza, si bien en la cubana imperaba la rica y quemante hermosura de la criolla.

Escritora famosa por su diario íntimo, pintora y escultora nacida en Havrontsi, Ucrania. A los 15 años María Bashkirtseff comenzaba a escribir su diario íntimo al que debe mucho su celebridad. Su imagen de adolescente se asentó por su voluntad de hierro que imponía rigurosamente un objetivo: la gloria.

La escritora y pintora eslava, María Bashkirtseff. Fotos: Cortesía del autor

Fue Juana Borrero, desde muy niña, una pintora extraordinaria, capaz de retratar a personajes con una habilidad no muy común en los años de infancia. Desde muy pequeña, también escribía versos, con una desenvoltura que impresionaba.

El análisis del epistolario de Juana Borrero pasa obligadamente por la proximidad con la obra y la vida de tres escritores claves en la literatura cubana; ellos son: Esteban Borrero Echeverría, su padre; Julián del Casal, su primer amor y Carlos Pío Uhrbach, su novio.

Su ideario encuentra su expresión más acabada en las cartas que tuvieron su origen en la relación romántica con Carlos Pio Uhrbach, la cual, debido a la oposición del padre de Juana, tuvo que ser llevada a cabo a través de un intercambio epistolar secreto.

Juana creció en una atmósfera artística y literaria, en medio de reuniones y frecuentes tertulias de escritores de la época como Carlos Pio Uhrbach, Federico Uhrbach y Julián del Casal, a quien mucho admiró la poetisa y quien la tenía en la más alta estima. El poeta cubano de la angustia, como ha sido llamado Casal, sentía a su vez una apasionada inclinación hacia esa niña de alma lírica. La joven poeta murió tres años después que él, a los diecinueve de edad.

A los siete años Juana escribió su primer poema: “Vespertino”, el cual fue publicado en el más importante semanario de la ciudad, La Habana Elegante. A los catorce años, ya era capaz de expresar:

¿Por qué tan pronto mundo me brindaste/ tu veneno amarguísimo y letal?…/ ¿Por qué de mi niñez el lirio abierto/ te gozas en tronchar?

Casal le escribe al padre Don Esteban Borrero: “No creo que haya habido aquí, en ninguna época, un solo poeta que haya escrito un soneto tan perfecto a esa edad, ni creo que entre los que hoy escriben versos, no siendo Varona, exista quien la pueda igualar…”. En una ocasión, Casal le escribió estos versos:

¡Ah! Yo siempre te adoro como un hermano,/ no sólo porque todo lo juzgas vano/ y la expresión celeste de tu belleza,/ sino porque en ti veo ya la tristeza/ de los seres que deben morir temprano/. [sic.]

Y así fue. No se equivocó el gran poeta. Tres años después de la muerte de Casal, la joven soñadora murió, el 9 de marzo de 1896, lejos de la patria.

A veces, como hermano; otras, como amigo y más intensamente, con un amor hechizado, fugaz y platónico, Julián del Casal la amaba, y ella lo sabía.

Lezama Lima la consideró iniciadora del “misterio de la participación poética”.

En sus escasos diecinueve años de existencia dejó una huella indiscutible en la lírica cubana; su admiración por Casal, su noviazgo con el poeta Carlos Pio Uhrbach, su entorno familiar, favorecieron que Lezama Lima la considerara iniciadora del “misterio de la participación poética”.

La mitificación comenzó de mano de sus contemporáneos aún antes de morir la joven, y habría de seguir creciendo después de su muerte y hasta nuestros días.

El proceso hubo de iniciarlo Julián del Casal en 1893 a partir del calificativo de “virgen triste”, empleado en un sentido que ha perdurado hasta hoy y que pocos críticos han intentado cuando menos matizarlo.

Para la joven poeta, Casal era un modelo poético insuperable sobre las cuerdas del modernismo hispanoamericano. Se nota en sus versos la influencia del gran lírico, sobre todo, en sus estupendos sonetos.

Ángel Augier la llamó, “adolescente atormentada”; Dulce María, su hermana, también escritora, la recordaba, “con la tez encendida y los labios jadeantes de música”; Rubén Darío la distinguía como “pobre y adorable soñadora” y afirmaba, “ya son célebres sus libros de versos en su Isla y en gran parte de América”.

En las letras cubanas quizás no exista epistolario más extenso que el de los apasionados poetas Carlos Pío Uhrbach y Juana Borrero. Cerca de mil páginas, escritas en menos de dos años, fue la respuesta a la oposición paterna. En una de las ellas, le dice: “Anhelo estrechar tus manos. Quisiera poder besarte sobre los ojos y cubrir de caricias tu rostro adorado. ¡Es tan dulce un beso puro, es tan regeneradora una caricia tierna!”.

El epistolario que se atesora es prueba fehaciente de lo que expresara la poeta Fina García Marruz: “Era una niña intensa, lúcida y apasionadísima”.

Así es el contorno biográfico y crítico con que Max Henriquez Ureña la valora, “Juanita, niña genial, uno de los poetas cubanos de más fina y honda sensibilidad”.

En 1892, acompañó a su padre a Nueva York, donde se encontró con José Martí, quien quedó impresionado por su precocidad literaria y organizó una velada en su honor en Chikering Hall. En Nueva York pintó, visitó la Exposición Internacional de Chicago. Conoció personas que le inspiraron tanto en la poesía como en la pintura. Fue incluida en el tomo de poetisas cubanas de Manuela Herrera de Herrera titulado Escritoras cubanas. Composiciones escogidas de las más notables autoras cubanas.

Juana Borrero.

En 1895 publicó Rimas, en la Biblioteca Gris y Azul que dirigía Francisco García Cisneros, y poemas en El Fígaro y La Habana Elegante. En esa etapa inició el romance con el también poeta Carlos Pío Uhrbach, y así cobraba vida una obra epistolar de gran importancia para la literatura y la historia del país.

En 1896 marchó con su familia al exilio en Cayo Hueso, para morir a los 18 años, el 9 de marzo de 1896, un día antes de cumplirse un año de haber conocido a Carlos Pío Uhrbach.

Cintio Vitier, quien la definiera como “la niña musa”, señaló que su estilo es el de los “ultra-románticos”, o poetas del movimiento modernista cubano del fin de siglo. En sus escasos 18 años de existencia dejó una huella indiscutible en la lírica cubana.

Cuando Juana Borrero murió el nueve de marzo de 1986, dejó como testamento un poema escrito justamente para su gran amor, “Ultima Rima”:

Yo he soñado en mis lúgubres noches,
En mis noches tristes de penas y lágrimas,
Con un beso de amor y sin fuego, sin fiebre y sin ansias,
Yo no quiero el deleite que enerva,
El deleite jadeante que abraza,
Y me causan hastío infinito
Los labios sensuales que besan y manchan.
¡Oh, mi amado!, ¡mi amado imposible!
Mi novio soñado de dulce mirada,
Cuando tú con tus labios me beses,
Bésame sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Dame el beso soñado en mis noches,
En mis noches tristes de penas y lágrimas,
Que me deje una estrella en los labios
Y un tenue perfume de nardo en el alma.

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