Hay lecciones magistrales de periodismo revolucionario en los textos de Patria yen las cartas que escribiera José Martí a los del equipo editorial. Una y otra vez les insiste a sus entrañables compañeros Sotero Figueroa, Gonzalo de Quesada y Aróstegui, y Benjamín Guerra, en que el periódico debía de ser armónicamente concebido para reunir, concentrar y explicar. Sabe el Apóstol que “la verdad llega más pronto a donde va cuando se la dice bellamente” y llega más hondo si es virtuosa, si el mensaje resuena con el tono, lo racional se abraza con lo emotivo, y lo ético, con lo estético. Para fundar un pueblo se debía fundar una prensa enaltecedora y descolonizadora  que rompiera con el espíritu colonial, que asentara una nueva mirada y una distinta axiología, expresadas y reproducidas en un decir “alto y hermoso” y en un comportamiento virtuoso “sobre las mismas líneas: caridad, energía y vigilancia”.

“Hay lecciones magistrales de periodismo revolucionario en los textos de Patria yen las cartas que escribiera José Martí a los del equipo editorial”.

Lecciones de inconmensurable vigencia para integrar, coherentemente, los dos tipos de prensa que concebía Martí. En tanto seguimos en guerra, en una Revolución de los humildes contra los que invocan las libertades para violarlas y los que “hacen de ellas mercancía” y “las persiguen como enemigas de sus privilegios y de su autoridad”. En una República asediada, donde el periodista, soldado y servidor público ha de cumplimentar una de las “altísimas misiones” de la prensa al entender martiano: ayudar a “los que gobiernan, señalando y presentando estudiadas las cuestiones que han menester más seria y urgente reforma”.  De modo que “si el gobierno yerra, se le advierte, se le indica el error, se le señala el remedio, se le razona y se le explica”.

En medio de una “guerra a pensamiento” —y también a base de reacciones reptiles y fake news—; obrando y velando para contribuir a que nuestras fuerzas “sean invencibles por la unión, y para evitar que el enemigo nos vuelva a vencer por nuestro desorden” (político, moral y semiótico). Persistentes en nuestro transitar insurgente y alternativo hacia el “reino de la justicia”, e impelidos a movilizar una sociedad civil cada vez más heterogénea y bombardeada por las transnacionales mediáticas del capitalismo hegemónico. Frente a lo cual la prensa no solo ha de informar, sino formar y transformar los sentidos de la felicidad.

Cuando la ética se ha convertido en una necesidad funcional de la civilización y se ha profundizado aquella tragedia anotada por Martí (el divorcio entre el desarrollo material y tecnológico y el crecimiento espiritual y moral) urge bendecirnos con la caridad martiana, con su discurso cordial y ese “genio de la moderación”; vertidos paradigmáticamente en su obra periodística y en la más alta de todas, su periódico Patria. Incluso su nombre vibra como una profecía.

“La prensa no solo ha de informar, sino formar y transformar los sentidos de la felicidad”.

Es el de Martí un patriotismo compasivo y fraternal, derivación de aquella máxima secular de la caridad, cual brotación más terrenal: “Ama a la patria sobre todas las cosas y al compatriota como a ti mismo”. “La caridad es nuestro corazón”, proclama junto a sus hermanos de la emigración el 10 de octubre de 1890. “El patriotismo es un deber santo, cuando se lucha por poner la patria en condición de que vivan en ella más felices los hombres”, apunta en “Nuestras ideas”, para el primer número de Patria. Este amor caritativo solo puede multiplicarse como virtud cuando se rompen las pieles de lo privado; y convertirse en sentimiento político cuando se constituye en principio estructurante del Estado y de la conducta de los gobernantes. Por ello exalta al periodista vigilante, “con el caballo enjaezado, la fusta en la mano y la espuela en el tacón”; con la “mano enguantada” y los “labios sin mancha”.

“Es el de Martí un patriotismo compasivo y fraternal”. Obras de Ernesto Rancaño.

Así fue el espíritu de Patria desde su primer vuelo el 14 de marzo de 1892: impetuoso y moderado. Impregnado estuvo de la ética de su fundador, en sintonía con una “moral superior”, de raíces cristianas. De altura y de hondura, como aquel balance y mágico equilibrio que vio Martí en Heredia; en su opinión, primer poeta de América, por ser “volcánico como sus entrañas, y sereno como sus alturas”. Una energía revolucionaria vigilada por la caridad. Y resultó así, más que por voluntad martiana, por necesidad. En definitiva, era el propósito del periódico del Partido Revolucionario Cubano comprometer con una “buena voluntad” elementos muy diversos, fuera y dentro del archipiélago.

De ahí que le advirtiera a Gonzalo de Quesada el 8 de septiembre de 1892: “Ni una frase, aunque le hierva la sangre generosa, que dé derecho de herida a los egoístas o tibios, o cierre a los pecadores el camino del arrepentimiento”. En igual sentido, el 30 de septiembre de 1894 le orienta en carta a Sotero: “A fin de que el periódico resulte ameno, con algún artículo de cabeza de alma pública y popular, de respeto revolucionario a las realidades todas del país, a sus mismas enfermedades coloniales, que trata como médico a enfermo, sin ira jamás, y sin perderle de vista la filosofía, a sus justicias, hijas del dolor, y realzadas por el esfuerzo del combate y la cultura”.

En 1895, ya en camino a Cabo Haitiano, alecciona a Quesada y a Benjamín: A la hora “del esfuerzo común”, “el menor recelo, la menor censura, la menor lejanía, la menor reminiscencia de amargura, la menor arrogancia fratricida” debe anteponerse a la unidad de los cubanos. Entonces, como ahora, resultaba demasiado grande la gesta como para desechar compañeros de viaje.

En sus cartas llenas de afecto, Martí les cuenta sobre los preparativos de la Guerra Necesaria, y también les orienta las líneas temáticas de los números de Patria;les hace sugerencias de estilo, recomendaciones formales y de contenido; les comparte sus valoraciones de algunos números recibidos. Al leerlas uno constata el numen de aquella cofradía, más por su valor como periodistas. Obraban juntos por la confianza merecida y sus cualidades humanas. En la misiva de junio de 1893 le expresó a su amigo Sotero Figueroa: “Patria en manos de Vd. está seguro, y en su corazón limpio, en su alto juicio”.

Del boricua había destacado su estilo y actitud, su pluma útil y elocuente, la “fidelidad de la observación y el buen sentido”,su “carácter honrado, afirmativo y directo”. Ve en el también poeta las cualidades de un periodista ejemplar: “Ni da de costado, ni perdona juntura. A los males les busca el remedio en la raíz, y quiere que en todo se proclame y respete el pleno derecho del hombre. La suya es una energía que no ceja jamás hasta la transacción, ni sube nunca hasta la arrogancia. Su párrafo es numeroso, sin palabras que huelguen, ni ideas recalentadas, y con la música completa de los acentos y del sentido. Cuando flaqueaba casi todo a su alrededor, él no flaqueaba”.

Desde Montecristi, el 26 de febrero de 1895 le orienta a Gonzalo de Quesada y a Benjamín Guerra tres líneas de ideas, a la vez que aconseja, como “catecismo”, una mayor eficiencia comunicativa y coherencia política. Les pide una “compaña cordial” para presentar el Partido Revolucionario y su programa revolucionario; así como insistir “una vez y otra, con uno u otro pretexto, en el encargo primario de la Revolución, fundadora y augusta”, de “poner en acuerdo viable los elementos opuestos del país”, con un tratamiento tal a los adversarios que no parezca “lisonja o atracción excesiva, y por tanto síntoma de innecesaria debilidad”, sin “descabezar bravamente, reciamente” a los autonomistas, sino a “los vicios sociales sinuosos, de impotente arruinada oligarquía, encubiertos en uno u otro carácter con el nombre de autonomismo”. Expresó que “eso sí se ha de rechazar, pero no a los que, aunque hubiesen sido culpables de ellos, ya no lo fuesen”. Y como tercera línea de acción discursiva, los llama a socializar de modo “alto y vibrante” que “la revolución aspira a dejar en sus casas a los españoles respetuosos y productores”.

“Sálvensenos los detalles”, es otra de sus peticiones. “No se me cansen un momento. Embellezcan y regularicen a Patria: Muchas noticias ahora. (…) Un fondo, con las ideas fijadas, vueltas y revueltas: todo lo de Cuba: y siempre, una amenidad revolucionaria, biografía o leyenda”. Y añade al final de la carta: “Hoy es el gran trabajo: unanimidad, solemnidad, magnanimidad, precisión. Que en todo vaya esto”.

“De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento. Por eso, Gonzalo y Benjamín, Patria ha de ser ahora un periódico especialmente alto y hermoso”. Así los convoca, desde Cabo Haitiano, el 10 de abril de 1895. “Antes, pudimos descuidarlo, o levantarlo a braceadas: ahora no. Ha de ser continuo, sobre las mismas líneas, afirmando con majestad lo contrario de lo que se afirma de nosotros, mostrando —en el silencio inquebrantable de las personas— el poco influjo que les concedemos”. Y otra vez les reclama cuidar el modo de verter las ideas, de compartir las noticias. Los critica, con cordialidad y “mano firme”, por un detalle, por una “pequeñez” que había que extirpar en el último número que recibió, por el “tono burlón o jocoso de los comentarios sobre la guerra”. “La guerra es grave, y nosotros, y se espera de nosotros gravedad. Fue unánime alrededor mío el deseo de que se mudase el tono leve y novicio de los comentarios”.

“No necesitamos argüir”. Según Martí le quitaba peso discrepar todo el tiempo de las opiniones de la prensa litigante. No era provechoso para Patria, como tampoco lo es hoy para nuestra prensa revolucionaria, una retórica enemigocéntrica; sacrificar la agenda propia, la línea de ideas que defendemos, por estar siempre en la réplica. Una postura reactiva no hace más que mantener al corriente los marcos que nos son ajenos, en los que tropieza y se desluce nuestra línea argumental. Lo mejor era, y es, “decir no más, por el servicio del periódico, y la verdad corriente. Y siempre los mismos puntos principales. (…) Eso cada día, y en formas varias y en el periódico todo (…). ¿Por qué no un artículo sobre cada uno de estos puntos? —pregunta a sus colegas. O un número donde estuvieran todos ellos tratados explícitamente. Esa es buena idea. Un número para eso, sobre esos temas, que Vds. escriban, como de la casa, o que escriban y firmen varios”.

Al encomendarle lo urgente el 15 de abril de 1895, ya en la manigua cubana, cerca de Baracoa, le suma al necesario envió de armas, promover desde el periódico una guía de ideas que les comparte, “de modo que encajen, sin cansarse de repetir, con las dos declaraciones esenciales” sobre las que debía girar su campaña libertaria. Al final, nuevamente, los exhorta a la intencionalidad y a la mesura: “Con muestra continua, y siempre respetuosa a los lentos, de la dignidad y alto carácter de la guerra, y, lo que importa más, con la ostentación, hoy indispensable, la ostentación también continua, con un pretexto u otro, de la voluntad de las emigraciones a ayudar la guerra comenzada hasta acabar”. Y concluye: “Ante esta resolución, cederán otras”.

En su texto “La Revolución”, del 16 de marzo de 1894, interrelaciona, como en el engranaje de un reloj, consideraciones morales y políticas, de ganancias tácticas y adelantos estratégicos; integración paradigmática para una labor revolucionaria efectiva y para un periodismo consecuente.

Patria sembró ideas y sentidos, cultivó el orgullo y la fraternidad, relacionó motivaciones y expectativas”.

Para Martí la Revolución no pierde “claridad ni energía”, más bien se confirma, cuando por “aseo moral” no se desciende por “callejas y corrillos a la triste faena de clavar contra la pared a los policías de ojo maligno y verdoso que fungen, de buenas a primeras, de patriotas íntimos o exaltados”; “si la certidumbre de tener mañana por fin de compañeros a los cubanos lentos, tímidos o arrogantes de hoy, impone el deber de callar sus faltas, censurarlas impersonalmente por ser el rencor y la acritud dotes pueriles de los caracteres secundarios y triste cemento para la fundación de un país”; “si pierde el escritor o el orador las oportunidades lucientes de hoy, para no perturbar con la amargura y cólera de ellas la plenitud y concordia de mañana”; “si manda el verdadero honor servir a nuestro pueblo con el oscurecimiento y silencio voluntarios, en vez de sacar provecho y pompa de los errores de sus hijos”.

“Proclama viva y profecía de fe son las noticias que en este instante se aglomeran sobre la mesa de redacción de Patria”.

Y agrega: “Los sucesos son suficiente comentario. La proclama más elocuente es una ojeada por la situación de Cuba. Proclama viva y profecía de fe son las noticias que en este instante se aglomeran sobre la mesa de redacción de Patria”. Ideas que desarrolla meses después en “Las reformas en Cuba”.

“Unos juegan con sombras, y visten los esqueletos de palabras, y llenan los ecos de pueril desafío: los otros caminamos, caminamos”, dice sobre dos propuestas en disputa para la solución del “problema cubano”; la solución reformista y la revolucionaria; la de los autonomistas y la de los independentistas. “El lodo resbala sobre el mármol: el diente se rompe contra el mármol: las estatuas de polvo se caen solas por tierra”, es la descripción metafórica de los sucesos. Patria no dice,señala, la “caída por tierra” de la “estatua de polvo”.

Y más que eso, Patria previó el suceso y “obró a su hora”, no quedó en señalarlo, ni tampoco azuzó engañosamente, sino que se preparó prudentemente y construyó un “cauce abierto al incendio de la sangre”. Patria sembró ideas y sentidos, cultivó el orgullo y la fraternidad, relacionó motivaciones y expectativas, y como núcleo, el amor, el mejor cemento para la fundación de un país. Porque, “si la sangre se enciende, tendrá idea, tendrá brazo, tendrá amor, tendrá adentro un alma convencida, y afuera un propósito serio revolucionario, un patriotismo cordial y constructivo”.

Fue lo que hicieron desde el primer número. En el artículo “Patria” así lo declararon: “En Patria publicaremos ‘La situación política’ que refleje, de adentro y de afuera, cuanto cubanos y puertorriqueños necesitan saber del país; los ‘Héroes’, que nos pintarán los que no se han cansado aún de serlo; los ‘Caracteres’ de nuestro pueblo, de lo más pobre como de lo más dichoso de la vida, para que no caiga la fe de los olvidadizos; la ‘Guerra’, o crónica de ella, en relación unas veces, en anécdotas otras, por donde a chispazos se vea nuestro poder en la dificultad y nuestra firmeza en la desdicha”. Con este propósito, a partir del 26 de marzo de 1892 se comenzó a publicar la sección “En casa”, con artículos encaminados al desarrollo ético, político y cultural de los lectores. Para aglutinar “los empujes del corazón” y resaltar esos “momentos sublimes” con los que el patriotismo se purifica, y “eleva para la hora necesaria, el alma de los hombres”.

“El débil se aturde por lo superficial: el fuerte le ve las entrañas al enemigo, y da sobre ellas”.

“De hombre es ver de lejos, y disponerse al conflicto que ha de venir”. De líderes políticos y de periodistas es guiar y es prever; preparar al pueblo para ver las entrañas del enemigo y avizorar sus próximas mentiras, para descubrir lo velado más allá de los titulares, para relacionar sucesos que aparecen dispersos, como si no tuviesen conexión ni compartieran condicionantes. “El débil se aturde por lo superficial: el fuerte le ve las entrañas al enemigo, y da sobre ellas”. Eso es lo que hay que hacer. Conocerlos y dar sobre sus entrañas con la fuerza de una “moralidad suprema”.

Hasta el trato con los adversarios nos eleva o nos enfanga. “Es de hombres el respeto al adversario; y solo su debilidad revela, y el trastorno y congoja de su mente, quien a sabiendas, descompuesto el lenguaje, y deshecho en el terror el peinado postizo, roba a un contendiente caballeroso el crédito ganado por la fidelidad continua a un propósito”. No es verdad rigurosa, ni nos hace más fuertes hacerlos a todos “mercenarios”.

Los excesos afean la obra, pues, como creía Martí, “hermoso es el hombre terco en la virtud racional, piadoso en el corazón ceñido de juicio”. Un periodismo inmisericorde, mohíno y no vigilante le resta mérito a la Revolución. Ser martianos es ser “rebeldes cordiales”, sentirnos corresponsables de “nuestros vándalos” y señalar a las instituciones que reniegan de su cuota por desatención e indolencia, resultarles incómodos a los que echaron su suerte con los privilegios y a los que frenan la energía de este pueblo laborioso.

3