Don Quijote del Caribe

Sergio Marelli
8/6/2020

Es sabido que Cervantes fracasó en sus dos intentos de viajar a América. Lo que no pudo el autor, lo pudo su criatura. Poco más de tres siglos tuvo que esperar Don Quijote para volver a nacer, esta vez, en La Habana. Cualquiera que coteje la imagen de El Caballero de la Triste Figura con una foto de Roberto Fernández Retamar, le costará distinguir quién es quién. Y los límites se vuelven más difusos aún, si se ve en ambos la misma voluntad tenaz de ir por la vida desfaciendo agravios, enderezando entuertos y, martianamente, echando su suerte con los pobres de la tierra. El Ingenioso Hidalgo encontró en el Caribe más colegas que en los campos de Castilla. ¿Acaso ese médico argentino que hizo de la humanidad su patria, no sintió también bajo sus talones el costillar de Rocinante para volver al camino con la adarga al brazo? El Che y Roberto Fernández Retamar fueron —son, los tiempos verbales no hacen justicia a la inmensa actualidad de ambos—, hombres de la libertad y la utopía. Baudelaire decía que la poesía es la negación de la iniquidad; la vida de estos dos quijotes de la revolución, lo fue.

El Che y Roberto Fernández Retamar son hombres de la libertad y la utopía. Foto: Internet
 

El “Calibán” tiene una dimensión subversiva inagotable, al enfrentar abiertamente al pensamiento opresor, pero también al pensamiento anquilosado de la izquierda colonizada por el eurocentrismo. Fue una apuesta intelectual muy arriesgada para su época —y, en consecuencia, como lo señaló Ambrosio Fornet, mal comprendida en el momento de aparición del libro—, cuya riqueza conceptual está en los cimientos del proyecto inconcluso de emancipación latinoamericana, que no podrá cumplirse mientras los latinoamericanos no pensemos “calibanescamente” y hasta la médula, quiénes somos y hacia dónde debiéramos ir. Menciono solo la obra más emblemática de la ensayística de Roberto Fernández Retamar —podando mis ganas selváticas de extenderme sobre las demás—, para dedicar estas últimas líneas a resaltar que no menos osada y liberadora fue su aventura de regresar a la poesía al lenguaje cotidiano, para que cualquier lector pudiera sentir que la poesía estaba al alcance de su sensibilidad, descubriendo que lo importante de lo que vemos es lo invisible, y asomarnos al misterio que todos llevamos dentro por el solo hecho de estar vivos.

“Este Don Quijote del Caribe seguirá galopando por la memoria de los lectores”.
 

“En la memoria del pueblo solo perduran aquellos que lo amaron”, vaticinó Dostoievski. Y acertó. Por eso, este Don Quijote del Caribe seguirá galopando por la memoria de los lectores que sigan haciendo suya la lucidez de seguir soñando un mundo que haremos nacer de las entrañas de este.