Juntos fuimos esa noción que inventamos en alguna conversación o en algún texto a lo largo de estos 15 años: los hermanitos del éter. Lo que quiere decir, en el lenguaje jiribillesco y centropabliano —que nacieron juntos, como se sabe—: hermanitos en las ganas y la necesidad de soñar, de opinar, de criticar, de transformar, de crear y de creer martianamente en lo mejor que nos rodea.
Tengo la satisfacción de haber formado parte de ese grupo de gente que dedicó años de su vida a abrirle el camino al periodismo cubano que tímidamente se va expandiendo, porque como decía Lezama: “Lo imposible al actuar sobre lo posible engendra un posible en la infinidad”.