Digna Guerra hoy arriba a su cumpleaños 80. Vida transcurrida, fertilizadora del sentido más elevado que el ser humano pueda experimentar: poner el talento donde el pueblo lo acaricie y lo revele. Digna melodía y armonía, esperanza y corazón puestos bien de acuerdo, amigos inseparables de la emoción y de la voz.

Con esos derroteros nos acercamos a la mujer batuta, mujer patria; o quizás a aquella niña humilde hija de albañil y ama de casa, que cierto día vio entrar en su solar un piano precursor, regalado por cierto benefactor con ansias políticas.

—Digna, ¿cuántos de aquellos sueños han permanecido en el ser humano que celebra ocho décadas de vida?

Yo era una niña de 5 años, y a pesar de la humildad y pobreza en la que vivía, era muy feliz. Imagínate, nací en la calle Ánimas, detrás del Hospital Hermanos Ameijeiras; era una solar —o cuartería, como le llamaban en esa época—, de dos pisos con baño exterior, colectivo. Mi madre lavaba y planchaba para la calle; y mi padre como sabes, un albañil.

Recuerdo perfectamente que cuando estaba en el Kindergarten, no quería salir al recreo. Tomaba mi merienda y regresaba corriendo al aula para sentarme en el piano y me ponía a tocar las melodías que en ese momento eran radiadas. La maestra, que me observaba atentamente, un día llamó a mi mamá y le dijo: “Sra. Raquel, su hija tiene un don especial para la música; su hija toca de oído las canciones que oye en la radio, y lo más increíble, lo hace con las dos manos. Usted tiene que poner a estudiar música a Digna”.

“Digna melodía y armonía, esperanza y corazón puestos bien de acuerdo, amigos inseparables de la emoción y de la voz”.

Imagínate que ella no sabía que yo tenía un pianito de juguete en el que sacaba de oído las melodías que escuchaba y cuando pude tocar un piano de verdad en el aula me pareció algo mágico. No existía ninguna otra actividad que me pudiera motivar a perder esa media hora de la merienda tocando el instrumento.

Después vino el piano al cual te refieres que fue un regalo de Dios. Mis progenitores no daban crédito al talento natural que los maestros de piano que pude tener veían en mí; y por eso hacían un esfuerzo tremendo para poder pagar las clases. Mi más grande agradecimiento a ellos, especialmente a mi madre que nunca escatimó esfuerzos para andar La Habana conmigo.

Por eso, creo que los sueños que en esos días comenzaron a invadirme de poder expresar el torbellino de pasión y emoción que sentía a través de la música, no me han abandonado nunca; esos sueños se fueron multiplicando y haciéndose más abarcadores: pasaron por el piano, las voces, las armonías.

Ahí surge mi pasión por los coros y el canto; y ahora con 80 años, esos sueños se mantienen vivos, más potentes que el primer día. Son sueños que me impiden dejar de crear y de entregarme junto a mis cantores, para conquistar el alma del público.

—¿Práctica y rigor, efectiva selección de voces, o hay alguna especie de polvo mágico en la batuta de Digna Guerra?

(Sonríe)

Polvo mágico llamaría a la tenacidad y a la disciplina. Claro, se seleccionan las voces para cantar en un coro; es muy importante el empaste, el color, la emisión. Las grandes voces muchas veces no logran integrarse al sonido coral. ¿Sabes que me interesa mucho?, que la candidata que estoy audicionando tenga fibras de artista, que yo perciba que canta con el corazón.

La afinación es fundamental, pero también le doy mucho valor a las cualidades humanas. Cada integrante del coro tiene que tener comunidad espiritual con el colectivo. Una persona que no comulgue con la generosidad, la humildad y los buenos pensamientos, es como una semilla que no va a dar buenos frutos.

He dicho muchas veces en las entrevistas que resulta fundamental la honradez total ante la música. No soporto que se trate de engañar a la audiencia con obras inacabadas, falta de limpieza, fuera de estilo. Al público hay que entregarle la obra musical con la máxima perfección posible y eso solo se logra con trabajo, con ensayos, el estudio individual —vital—, y mucha exigencia. Con una entrega total de los cantores, de los cuales me siento muy orgullosa, te puedo asegurar que cuando eso se logra, a todos nos invade una felicidad absoluta y se la entregamos al público, que en seguida nos la devuelve.

—El ser humano, la artista, la mujer revolucionaria —y revolucionadora—, la madre, la maestra; hay muchas Digna Guerra coexistiendo en el mismo cuerpo. ¿Cuál es la primera que sale a combatir cuando intentan socavar los valores de la cultura cubana?

¡Eso me enciende! Cuando se trata de atacar al alma de la nación, que es la cultura, salen a flote a combatir todas esas Dignas que has mencionado. Soy un producto genuino de la Revolución. En el año 1959 yo tenía 14 años y vivíamos en una situación muy humilde que no me hubiera permitido dedicarme en cuerpo y alma a la música, imposible; pero en 1961 se crea por idea de Fidel el primer curso de Instructores de Arte en el Hotel Habana Libre en las manifestaciones de Danza, Música, Artes Plásticas y Teatro, y cuando nos graduamos —soy miembro de ese grupo fundacional— nos ubicaron a trabajar por todo el país como Instructores de Arte.

“¿Qué hubiera sido de mi talento natural sin la revolución cultural y social que me tocó vivir?”. Junto a Fidel. Foto: Tomada de La Jiribilla

Después viene mi graduación de directora coral en el conservatorio Amadeo Roldán, la beca que me fue otorgada para estudiar Dirección Coral en Berlín, Alemania. El piano era inicialmente la asignatura complementaria escogida por mí, y en el primer examen el claustro de profesores me propuso que lo hiciera como segunda carrera universitaria y no como asignatura complementaria. Así regresé a La Habana con mis dos títulos.

¿Qué hubiera sido de mi talento natural sin la revolución cultural y social que me tocó vivir?; por eso hermano, no puedo soportar que alguien socave los valores de nuestra cultura. Eso, te reitero, me estremece.

—El coro, falsamente atribuido a las élites culturales —junto a géneros como la ópera o manifestaciones como el ballet— ha tenido en Cuba una cantera indescriptible desde el mismo triunfo del Primero de Enero: militares, aficionados, niños y jóvenes. ¿Cómo reciben los públicos de hoy algo tan trabajado y complejo como un programa de concierto donde el coro es protagonista?

Siempre existió un público llamado “de élite” que era asiduo consumidor del ballet, la música sinfónica, la ópera, pero fenómeno masivo no lo era. Es con los años del desarrollo de la política cultural de la Revolución que se va conformando en las grandes masas el gusto por estas manifestaciones, y que, ayudado por el amplio movimiento de aficionados que se desarrolló en todo el país en centros de trabajo, universidades, escuelas, conformaron de forma creciente un gusto preferencial por estas disciplinas; y por supuesto los repertorios que fueron desarrollándose en los diferentes proyectos fueron muy abarcadores.

Por ejemplo, en la música coral se incluyó la música de todos los países, épocas y estilos, incluyendo de manera preferencial la música cubana y latinoamericana. Tengo la experiencia reiterada con mis coros frente a los públicos de hoy, que no pueden dejar de sentirse sorprendidos y atrapados cuando les entrego nuestra música; y muchos de esos son jóvenes. Fíjate que no me estoy refiriendo a jóvenes que estudien música o cualquier otra manifestación en el sistema de escuelas de arte. Me refiero a jóvenes que pueden estar sentados lo mismo en la Basílica, que, en un centro de trabajo, en una escuela general o en un acto político cultural, y que, a pesar de que nos tratan de inundar los oídos con patrones colonizadores y de mal gusto, esa experiencia de escuchar las armonías, el empaste de las voces, el canto de los coros les deja una profunda huella en los sentidos que los hace volver con gusto a repetir esa emotiva experiencia.

—¿Tiene Digna testimonios personales de alumnos que le hagan decir “que superó al maestro”?

Creo que esa es la más grata sensación de éxito de un maestro, que su discípulo lo supere. Eso es fecundar en tierra fértil, y significa desarrollo y evolución. Me siento muy orgullosa de que durante estos 65 años de trabajo que estoy cumpliendo, y 50 como directora del Coro Nacional de Cuba, haya formado varias generaciones de cantores y directores de coros, tanto en el nivel medio como en la Universidad de las Artes, de la cual soy fundadora, y miembro del equipo que creó los planes de estudio.

Y sí, creo que en la geografía coral del país donde existen muchos coros profesionales, hay sobrados ejemplos de talentosísimos directores corales que me han superado, y a todos les digo que me invaden de felicidad. Fíjate si es así, que disfruto por igual cuando un alumno mío, director de un coro, regresa a la isla premiado, como cuando regreso siendo yo la premiada.

Me da mucha felicidad también ver la salud que tiene el movimiento coral cuando voy a los eventos que se realizan en el país; por ejemplo, el Festival de Coros de Santiago de Cuba, el evento coral “Santa Clara Canta” y el Festival Corhabana. Cuando recorro con la memoria estos 65 años de trabajo ininterrumpidos, siento regocijo y mucho orgullo.

—¿Cómo ha sido mantener tantas responsabilidades en proyectos culturales, coros profesionales, jurados internacionales, la familia?

Muy complejo, pero a la vez muy enriquecedor. Durante mis primeros años de trabajo y hasta su fallecimiento, tuve en mi madre un total y permanente apoyo para poder entregarme a tantas tareas culturales con todos mis proyectos.

“… resulta fundamental la honradez total ante la música”. Foto: Tomada de ACN

Ahora mismo dirijo mis tres coros: el Coro Nacional, Coro Entrevoces, Coro D‛ Profundis y la dirección general del Coro Nacional Infantil. Además, sabes que soy Diputada al Parlamento, presidenta del consejo asesor del Instituto Cubano de la Música, miembro del consejo asesor del Centro Nacional de la Música de Concierto, líder de la sección de Música de Concierto de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y miembro de su Consejo Nacional.

¿Cómo poder hacer tantas cosas si no tienes la retaguardia cubierta? Sería imposible. Soy muy feliz de tener a mi hija Natacha —que es mi vida—, cantante del Coro. Ella me da mucho apoyo y deseos de luchar cada día; también mi esposo, que es mi representante desde 1984, mi mano derecha y la izquierda en todo lo que hago. Somos tres que conformamos un ejército; y no puedo dejar de mencionar a mis hermanos Daniel y Ricardo, mis sobrinas, y todos mis cantores en estas cinco décadas, que son también mi familia.

Todos me dan mucha vida. Mi querido productor Jackson, un apoyo insustituible; los administradores que en estos 50 años han compartido tantas experiencias junto a mis coros, como Keeling, Armando García, Arturo, a todo el personal administrativo que me ha acompañado. No quiero seguir mencionando nombres porque sería interminable la lista; todos ellos saben cuánto les agradezco y los llevaré siempre en mi corazón.

—¿Es cierto que la emoción transmitida por el director frente al coro influye en el resultado técnico y espiritual final de un concierto? ¿Y si un día está triste, o entra a jugar lo que llaman “biorritmo”?

Sí, eso es cierto, pero en mi caso no. Un artista cuando entrega su trabajo, tiene que dejar en su casa todos los problemas que tenga. Hay algunos ejemplos de momentos fuertes en mi vida. Te menciono uno que recuerdo perfectamente, a pesar de haber ocurrido hace muchos años. Fue una ocasión en que falleció un cantante muy querido por el coro y ese mismo día teníamos un concierto.

“Cuando recorro con la memoria estos 65 años de trabajo ininterrumpidos, siento regocijo y mucho orgullo”.

Recuerdo que, en un momento del programa, interpretando una obra muy conmovedora, se produjo tanta emoción contenida que una corriente espiritual muy fuerte nos invadió y empezamos a llorar todos mientras seguíamos cantando el “Ave María”, hasta el final, con un nivel de entrega interpretativa superior que el público recibió enmudecido.

El comienzo del aplauso fue demorado. Todos en la sala estábamos impactados. Nos repusimos mientras recibíamos el aplauso cerrado, y a continuación interpretamos “Cachita” con toda la alegría y el sabor desbordante característico de nuestra música cubana. El dolor por la pérdida seguía con nosotros, se había refugiado en algún lugar, pero el concierto continuó.

—En la Cuba de ahora mismo, más allá del arte, qué le insatisface y regocija más a Digna Guerra.

En la Cuba de ahora mismo y en todas las Cuba que he vivido, lo que más me insatisface es la mentira, la traición, la simulación; lo que más me regocija es el amor en todas sus dimensiones.

—Volviendo a una de las preguntas del principio. ¿Qué le dice la cubana de 2025 a la niña dormida bajo el piano, en aquel humilde solar?

Le diría, ¡Caramba Dignita, has logrado tu sueño! ¡Ya tienes 80 años —aunque no los aparentas—! (Sonríe) ¡Sigue soñando, que la música nos da vida!

Tomado de ACN