A la familia Villaza-Arcilla,
a Medellín con ojos de asombro.

La palabra es infierno y paraíso, ¿o acaso hilo de plata que teje los dos fuegos, el uno manso, el otro umbrío? Nadie lo sabe. La palabra es el hombre, lo otro es alusión o metáfora. Ejercicio paciente el de la escucha, el del que puesto a optar calla y se dobla ante la imposibilidad de traspasar el misterio. No se sabe y basta, ni siquiera el oráculo se atreve a responder.

Pero cuando se entra en sitio de poder enseguida las señales se pueden intuir, más no definir. El imposible humano, que es a la vez joya, se niega a ponernos a prueba y solo se nos da en vislumbres. Sin opciones nos remite a la contemplación. Entonces la principalía podemos descubrirla bajo el ropaje del hombre cotidiano.

“La palabra es el hombre, lo otro es alusión o metáfora. Ejercicio paciente el de la escucha, el del que puesto a optar calla y se dobla ante la imposibilidad de traspasar el misterio”.

Después de años deseándolo, discreto pero alerta, llego hasta la ciudad de Medellín, famosa por fiestas y dolores. Allí se retrata lo nuestro americano. Contraste entre eros y thánatos, entre palabras llenas de sentido y vacías, algunas incluso pueden llenarse de oscuridad como “inocencia” cuando refiere a lo malo encarnado. Pero esos son otros destellos.

Allí, en el centro de la urbe, en una calle arbolada, más bien de pueblo chico, tras una reja, podemos encontrar las resonancias de la Palabra popular, cultivada con responsabilidad, sapiencia y cariño. Ya sé que a algunos les sorprende el mimo cuando de ejercicios verbales se trata, pero no hay que olvidar que los saberes pasan también por los afectos. En sitio largo y estrecho está la sede de la Corporación Cultural Vivapalabra y de la Escuela de Cuentería que dirigen Jorge Ambrosio Villa Zapata (Jota Villaza) y Luz Marina Arcila Toro. Como en los cuentos contados de viva voz encontraremos fuertes y castillos, seres alados como en las historias de encantamiento. Solo que aquí todo es corpóreo y real, obra de ciencia, conciencia y paciencia.

En este año de bodas de plata convocaron a artistas orales de Argentina, Chile, México, Panamá, Islas Canarias y Cuba, quienes junto a cultores del país armaron un programa centrado y amplio.

Por veinticinco años sostienen el Festival Entre cuentos y flores, referencia obligada entre los de su especialidad en el mundo, a partir de la fidelidad a las formas de la cuentería que, como toda tradición auténtica, está viva y asume los zarandeos frenéticos de la época, los gritos y susurros de un mundo que pugna por nacer y de otro que se niega a morir. Esto ateniéndose a un sistema analítico y pedagógico sólido, seriamente fundamentado y alejado de bajas pasiones, improvisación y pedestres decisiones.

Cuando otras formas orales cruzaron el panorama de Colombia —en los 90 del pasado siglo referente mundial a partir de la cuentería universitaria, motivo de tesis doctorales y justa fama—, Jota Villaza y su equipo fortalecieron una estructura que respondiera a sus rumbos. Para eso cuentan con los elementos primarios: personalidad jurídica, sistema de eventos y estructura pedagógica. Eso les permitió asumir otras formas sin desvirtuar su centro e identidad alrededor del cuento oral.

En este año de bodas de plata convocaron a artistas orales de Argentina, Chile, México, Panamá, Islas Canarias y Cuba, quienes junto a cultores del país armaron un programa centrado y amplio.

El programa incorporó a juglares como Marcela Sabio, Armando Trejo, Juan Carlos Tacoronte y Paty Mix. Foto: Tomada de la Red Internacional Cuentacuentos y Mundos Posibles

Marcela Sabio, prestigiosa artista argentina de larga trayectoria, aprovecha todos sus saberes (compositora, músico, actriz…) para presentarnos un rostro argentino, más allá de lo porteño, que encarna modos y recursos de la juglaría contemporánea. Compatriota suyo, Sergio Martínez, se aproxima a la historia personal desde la comedia. También en esa cuerda autobiográfica estuvo Armando Trejo Márquez, de México, con referencias a Zacatlán de las Manzanas, su pueblo, pero desde la serenidad del que al saber que cuenta cosas esenciales no las adorna ni las exagera, sino que las presenta con palabras y gestos exactos.

Caso otro es Juan Carlos Tacoronte que al evocar la vida rural y la centralidad del patio doméstico en las islas nos remite a un tiempo fabular donde todo lo que ocurre alcanza dimensión mítica. Los campos, mujeres, seres deformes, volcanes, el mar por todas partes, alcanzan el brillo que da la elaboración. Pocos elementos, más atmósferas que efectos, y una voz y cuerpo entrenados bastan para desplegar técnica y virtuosa elaboración de un discurso minimalista que ampara la hondura y la belleza.  

“Infantes, aficionados, novatos, profesionales, departamentales, abuelos cuenteros, artistas nacionales e internacionales, sin disputas, arman el jolgorio que celebra la palabra dicha de viva voz invitándonos a la relación, la proximidad y la mirada”.

Paty Mix (Chile) y Rubén Corbett (Panamá) colocan al cuento, presentado y sentido, al centro. No buscan estridencias ni saltos en el relato, avanzan de principio a fin, dándole el poder y el peso a cada palabra. En ellos nada falta, pero tampoco sobra. Lo pronunciado tiene lo que el autor del Polo Margariteño pide al cantar: entendimiento, razón, buena pronunciación y sentimiento al oído.

Los organizadores no olvidan celebrar lo propio y convocan a mitad de temporada a una Fiesta paisa. Las formas de la cultura popular, rica y diversa, nos completan el rostro de una región y de una forma de ser particularísima. En la programación se alternan, sin molestia y complementándose, artistas locales y nacionales: Raúl España (Cali) con un espectáculo de horror lleno de guiños literarios y teatrales, Ivón Guevara (Pie de Cuesta) a través de un personaje-narrador nos acerca a localismos que el arte dimensiona hasta lo universal, suyo, y Ana María Dávila (Bogotá), precisa e intensa, que sabe hacer del cuento música polifónica, que encanta y enamora, pues en ella se da esa extrañada coincidencia entre lo que se dice y lo vivido, entre la belleza y el dolor. Caso aparte merece la inclusión de Mary Grueso Romero (Guapi), poeta recién admitida en la Academia Colombiana de la Lengua, una de las voces más recias del actual panorama literario de ese país. En ella vibra la misma esencia popular que en el puertorriqueño Luis Palés Matos, el primer Guillén, Aquiles Nazoa o el antillanismo de Emilio Ballagas. Maestra en el arte de la conversación, logra sostenerse sobre el escenario mientras dice y encanta con su poesía.

“En el festival, la escuela y la corporación cultural el verbo parece darse como hierba en el campo, y eso está bien, pero la realidad es otra”.

Infantes, aficionados, novatos, profesionales, departamentales, abuelos cuenteros, artistas nacionales e internacionales, sin disputas, arman el jolgorio que celebra la palabra dicha de viva voz invitándonos a la relación, la proximidad y la mirada. Por los ojos entra el amor, decían antes, y yo refunfuñaba: ¡Y por la oreja, que borra lo feo y dimensiona música con las palabras!

En el festival, la escuela y la corporación cultural el verbo parece darse como hierba en el campo, y eso está bien, pero la realidad es otra. Aquí florece porque hay semilla buena, escogencia, virtud, trabajo duro y paciente certeza en que el “mejoramiento humano” hace brotar lo mejor de cada uno y de todos.

En estos años muchos han sido los cubanos que llegaron a Medellín, y, aunque Jota Villaza y yo nos conocíamos de oídas, no fue hasta el Festival de Barquisimeto, que organiza la UNOES de Venezuela, que nos vimos. Y como aquello de que “vista hace fe” sigue siendo exacto, allí nos descubrimos. Jota es un Dueño de la Palabra; dicho esto lo demás es cháchara inútil. Fue un lujo estar ahí y testimoniar la grandeza y heroicidad de ese esfuerzo de todos los días. Honor y respeto.