La muestra Por primera vez en Cinemateca: selección de estrenos, en su segunda edición, varía en cuanto a temática y extensión, por tomar en cuenta dos aspectos de su composición. En la última semana del ciclo en cartelera, llamó la atención un título que recrea la novela Cumbres borrascosas, llevada a la pantalla grande en varias ocasiones.

La cinta Hurlevent (nombre que adopta en lengua francesa), dirigida por Jacques Rivette (L’ Amour fou, Out 1, La Belle Noiseuse), estrenada en 1985 y proyectada el pasado viernes 29 de agosto en el cine 23 y 12, representa una interpretación audaz y contemplativa de la clásica novela de Emily Brontë.

Rivette, destacado cineasta de la Nueva Ola francesa, adopta un enfoque distante al mero hecho de repetir la obra y diseña una narrativa inmersa en una atmósfera de largo aliento y músicos en vivo. Así, transformó la trama romántica y trágica original en una experiencia cinematográfica de gran densidad y complejidad simbólica. Este largo desafía las convenciones del cine de género y propone una meditación sobre el deseo, la locura y el tiempo.

La construcción de Hurlevent se aparta de las adaptaciones tradicionales: Rivette no solo busca contar una historia sino explorar las formas mismas de la representación e incorpora adecuaciones eficaces entre cine y teatro que aseveran el propio hecho de actuar. La película adapta una puesta en escena dentro de otra al integrar una actuación teatral de la obra Cumbres borrascosas y difumina de esta manera las líneas entre la realidad y la ficción. Esta metateatralidad propone un discurso sobre la memoria y la repetición en el que los personajes están atrapados en ciclos emocionales y temporales, evocando el carácter obsesivo y destructivo de la novela original.

Rivette transformó la trama romántica y trágica original de Cumbres borrascosas en una experiencia cinematográfica de gran densidad y complejidad simbólica.

En la película, el tiempo es otro factor explotado de múltiples formas. Se emplea como instrumento intrínseco de la trama, pero también en el manejo del ritmo, lo que remodela los significados y las percepciones. La extensa duración y la deliberada lentitud del filme constituyen una dimensión clave del trabajo de Rivette. Jugando en contra de apresurar la trama, la cámara se demora en los detalles, en las miradas y los silencios. La fotografía y la dilatación de los entornos fomentan una atmósfera de espera inquietante y cargada de tensión psicológica. Este ritmo crea un espacio escénico casi onírico y minimalista, donde el paisaje agreste de Yorkshire no solo se impone como telón de fondo, sino que se transforma en un personaje más, reflejando la tormenta interna de sus protagonistas.

Hurlevent es un largo muy rico. La caracterización de los personajes, fundamentalmente de Catherine (Fabianne Babe) y Heathcliff (Lucas Belvaux), se aleja de una psicología convencional para internarse en estados emocionales extremos y en la ambigüedad de sus deseos. Rivette insiste en la ambivalencia de los afectos, rechaza el maniqueísmo para mostrar cómo el amor y el odio se entrecruzan hasta volverse indistinguibles. Ambos estados pierden sus fronteras con cada colisión entre los roles, lo cual nutre la relación.

La lucha de Heathcliff por ascender socialmente y conquistar a Catherine ante un sistema rígido se presenta con crudeza, pone en tela de juicio las barreras sociales y la capacidad del amor para superar esas divisiones. Asimismo, la violencia física y emocional que impregna la historia se muestra sin atenuantes y refleja la naturaleza turbulenta de las relaciones humanas que Brontë plasmó. Esta complejidad se articula con recursos visuales y sonoros, incluyendo una banda sonora evocativa que a menudo rompe con el realismo diegético para sumergir al espectador en un entorno coronado por símbolos.

Hurlevent no es solo una versión de Cumbres borrascosas sino un ensayo cinematográfico sobre la repetición, el tiempo y la pulsión desbordada.

Desde una perspectiva formal, el filme, destaca por su puesta en escena austera y, a la vez, profundamente expresiva. El director privilegia planos fijos, largas tomas y composiciones que enfatizan la tensión entre los personajes y sus espacios. Esta elección resalta la imposibilidad de escapar a la fatalidad emocional que los encierra. En contraste con otras adaptaciones más románticas o melodramáticas, aquí el amor se muestra como una fuerza tanto creativa como destructiva, un huracán que arrasa las seguridades de los individuos.

No menos relevante es el modo en que Rivette utiliza la intertextualidad y la referencia a la cultura teatral y literaria para enriquecer la interpretación. La película funciona también como un comentario sobre el acto creativo, el rol del actor y la vigencia de los mitos románticos en la modernidad. Así, Hurlevent vuelve a plantear preguntas sobre la fidelidad al texto original, la representación del malestar psíquico y la puesta en escena del deseo, sin entregar respuestas fáciles, invitando, en cambio, a un proceso activo de lectura-sentido, interpretación-creación, motivo-redescubrimiento.

“(…) el filme, destaca por su puesta en escena austera y, a la vez, profundamente expresiva”.

Distante de ser otra versión, Hurlevent no es solo una versión de Cumbres borrascosas sino un ensayo cinematográfico sobre la repetición, el tiempo y la pulsión desbordada. Su lenguaje complejo y a menudo hermético desafía al espectador, pero también invita a una reflexión profunda sobre la naturaleza del amor trágico y la fragilidad humana. Así, la película se erige como una obra única dentro del cine europeo de los años 80, que combina una significativa carga literaria con una experimentación formal que sigue siendo relevante en el análisis del cine contemporáneo