Una interesante polémica se ha dado en el seno de la sociedad norteamericana. El detonante fue un comercial de la conocida firma de ropa y accesorio para mujeres y hombres American Eagle. En este comercial, protagonizado por la actriz Sidney Sweeney, se ve un plano americano que se va cerrando sobre la cintura de la actriz mientras esta dice: “La composición de nuestro cuerpo está determinado por nuestros jeans”, esto seguido de un texto final donde se enuncia: “Sidney Sweeney tiene excelentes jeans”.

Esto, traducido al español, escandaliza poco, pero en inglés tiene una connotación fonética sumamente compleja. El tema es que “jeans” y “genes” (de genética, en inglés se escribe igual que en español), tienen una pronunciación similar. Y aquí es donde comienza lo polémico. En un país donde más del 45 por ciento de la población es no blanca, con orígenes étnicos diversos, sale un comercial donde una atractiva mujer caucásica, que cumple además con todos los estereotipos de belleza industriales, mirando directamente a la cámara y aparentemente hablando de ropa, le dice a cientos de millones de norteamericanos que el problema fundamental son los genes.

“La pobreza, en la sociedad norteamericana, está racializada”.

En el contexto de emergencia del supremacismo blanco en el país, con el ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos, por sus siglas en inglés) protagonizando masivas redadas antiinmigrantes, deportaciones prácticamente ilegales, ataque a las perspectivas de género y otras prácticas por considerarlas parte de la “agenda woke”, culto a la figura presidencial, políticas públicas que favorecen a los ricos, auge del racismo y la discriminación, auge de las teorías conspirativas y los movimientos supremacistas blancos, récord de tiroteos en general y récord de tiroteos política y racialmente motivados, aparece un comercial con tufillo de superioridad genética racial que no podía pasar desapercibido, sobre todo para las minorías que están sobregolpeadas por los fenómenos antes expuestos y por la cada vez más compleja situación económica del país.

La pobreza, en la sociedad norteamericana, está racializada. Basta solo dar un vistazo a algunas cifras. Entre las cien personas más ricas del país, predominan, por abrumadora mayoría, los blancos no hispanos, seguidos por los millonarios, también blancos, de origen judío. En el otro extremo, dando un vistazo al 5 por ciento más pobre de esa sociedad, vemos, por ejemplo, que los afroamericanos representan aproximadamente el 25 % de la población total de Estados Unidos, pero constituyen alrededor del 22.7 % de la población en situación de pobreza. Los hispanos, por tomar otro grupo como referencia, aunque conforman el 18.3 % de la población total, representan el 27.2 % de la población en pobreza.

La sociedad norteamericana experimenta un contexto de emergencia del supremacismo blanco en el país, con el ICE protagonizando masivas redadas antiinmigrantes. Imágenes: Tomadas de Prensa Latina

Las implicaciones se tornan más complejas por sus resonancias con los principios ideológicos de superioridad racial que en su momento sostuviera el fascismo en la Europa de la primera mitad del siglo XX. Un autor fundamental en la promoción de estas teorías fue Alfred Rosenberg. Su libro de 1930 El mito del siglo XX, era una mezcla de nacionalismo extremo con antisemitismo, racismo y justificación de la supremacía aria y la eliminación de aquellas otras razas consideradas como “inferiores”.

En este libro Rosenberg sostiene que la historia de la humanidad está determinada por las razas y que, precisamente, la “raza aria” es superior a las demás, creadora de la cultura y la civilización, perspectiva en la que resuena con fuerza aquella noción hegeliana de “los pueblos sin historia”, que en su momento sirvió de justificación a la expansión colonial europea del siglo XIX. En esta lógica, otras razas son consideradas inferiores y se presentan como una amenaza para la pureza racial. O dicho en el juego de palabras del comercial de marras: no tienen “great jeans/genes”.

Rosenberg, siguiendo la línea de su razonamiento, llega a afirmar un determinismo racial e histórico. La historia es vista como una lucha entre razas y la única garantía de expansión de la raza aria y con ella, por supuesto, la civilización y la cultura, es la expansión a costa de otros pueblos. En su perspectiva, la nación alemana tiene la misión de liderar el mundo debido a su “pureza racial”. Usando una terminología muy actual, es posible afirmar que para Rosenberg rescatar la grandeza alemana o, dicho con el argot del político de turno, hacer a Alemania grande de nuevo, pasaba por la limpieza racial.

Siguiendo la línea de puntos, tenemos la noticia, muy reciente, levantada por el diario argentino Clarín, de que Estados Unidos, a raíz de las masivas deportaciones, tendrá en 2025, por primera vez en más de 50 años, una migración neta negativa. Según el Deportation Data Project, más de 56 000 personas permanecen actualmente detenidas, muchas sin condenas criminales y al menos el 50 % de ellas no cuentan con antecedentes penales. Esto a pesar de que el discurso oficial repite constantemente que solo se están deteniendo criminales. Mirando el desglose étnico de las deportaciones, vemos que más del 60 por ciento de los deportados son mexicanos, seguidos por otros nacionales centroamericanos y venezolanos. O sea, la práctica totalidad de los migrantes deportados son no blancos, en una sociedad donde el color de la piel importa sobremanera.

“(…) si los palestinos fueran blancos, rubios y de ojos azules, las cámaras y proyectores de la gran prensa cómplice mirarían más de cerca el horror genocida y fascista al cual son sometidos”.

Y esto nos trae de vuelta al comercial, una vez más. ¿Es casual? ¿Es ingenuo? ¿Están solo siguiendo la línea ideológica predominante? ¿Es solo vender ropa o es vender también un modelo de ser humano aceptable desde la perspectiva de una élite? American Eagle, por supuesto, negó cualquier connotación racista en el material. Sin embargo, la polémica ha hecho que sus acciones en bolsa suban de valor.

Más allá de lo intencional o fortuito del mensaje, lo cierto es que sus repercusiones dan mucho que pensar. Gramsci advertía de esa sutil forma que tiene la ideología de las clases dominantes de irse insertando en el lenguaje hasta enmascararse como sentido común. El fascismo no es algo distinto del capitalismo, sino una expresión extrema de sus intereses. El normalizar ciertos discursos, ciertos juegos de palabras, intencionados o no, repito, ayuda a configurar ese “fascismo cotidiano” del que nos habla en su magistral filme Mijail Romm. Y tener o no unos “great jeans/genes” pasa a ser la medida que justifica el derecho a la supervivencia o no de colectivos humanos, pueblos y naciones. Quizás si los palestinos fueran blancos, rubios y de ojos azules, las cámaras y proyectores de la gran prensa cómplice mirarían más de cerca el horror genocida y fascista al cual son sometidos.

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