“Rollos del loto”
Cuando llegamos,
el loto alzaba la mano para hablar.
La flor en botón bloquea el paso, tensa un arco diminuto
y dispara,
quien reciba la flecha será
hoy el loto recién emergido.
Las mujeres compiten por amar el loto,
pero no dominan la mirada,
exclaman desordenadamente;
o se meten dentro,
o exprimen el poema,
dejando
una franja de voluptuosidad
“Rollos del estanque de loto”
Debajo de la pérgola, debería degustarse té,
pero en la casa junto al estanque hay baijiu, un licor
blanco chino digno de recitar y celebrar.
Solo queda el loto, y el viento
envuelve olas de calor,
tironea de las hojas,
“no dejes que el sonido divino se diluya”.
A unos treinta pasos,
el paraguas sostiene el paisaje; los espectadores se afanan
en hacer que la ficción parezca realidad.
La cámara ríe con un clic,
las ondas del agua asoman:
“¿a quién no le gusta el loto, al fin y al cabo?”
“Rollos del loto verde”
Ni blanco, ni amarillo, ni rosa eres tú,
ermana en una esquina,
buscando refugio para marchitarte.
Al estar aquí, jamás imaginé tu coquetería,
todo un espectáculo de sorpresa, que moja tus
faldones.
Sé que hoy la unión carece de sentido:
te marchitas, y sigues siendo bella.
“Rollos del loto blanco”
Buda se fue, solo queda el loto como pedestal.
Llegué yo, pero no a tiempo para saltar desde lo
mundano.
Sin zapatos, me siento al borde del estanque,
el agua clara entra despacio, las frases ya no prenden
fuego.
Sin garantía, más profunda claridad.
entonces imagino una luz extra, erguida
Entre el Buda y la prajñā
pago mi mitad y dejo que todo fluya.
* Poeta, redactor jefe de la revista Selecciones del Poeta y moderador del foro “Ling-tán de Zhongnan”. Entre sus obras destacan El cafetal, Habla de loto y Equipaje. Vive actualmente en Xi’an.
