Desde hace varios años conozco el trabajo de la realizadora Ivette Ávila Martín en el ámbito de la animación en Cuba. Hemos coincidido en espacios en los cuales compartimos siempre un saludo y una actualización de su quehacer. Siento que siempre está trabajando en algún proyecto y esa capacidad la hace una mujer muy admirada y reconocida por su obra en el gremio.

Cuando supe que una obra suya estaría compitiendo en el apartado de Animación de la edición 46 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano le escribí para felicitarla y ponerme al tanto del tema que aborda Raptus. Este diálogo sondea en la necesidad de abordar desde la animación conflictos y situaciones de violencia y mostrar otras aristas del tema.

En la presente edición del Festival la animación cubana tiene una presencia importante, y dentro de ella se incluye una obra tuya, Raptus ¿cuál es su historia?

En la edición 46 del Festival tenemos bastante animación cubana, cuatro cortometrajes, lo cual es excepcional; en particular presentamos un documental animado que se llama Raptus. La obra es el testimonio de una mujer que ha sufrido dentro de su relación un ciclo de violencia en escalada; o sea, que ha aumentado con todas las características de los ciclos de la violencia, incluyendo maltrato psicológico, señales mixtas de amor y luego agravios, humillación y bueno, el desenlace se cuenta en la historia.

“La obra es el testimonio de una mujer que ha sufrido dentro de su relación un ciclo de violencia en escalada”.

Para hacer esta obra hemos usado una técnica de animación artesanal, stop motion con plastilina, y toda la historia está narrada usando los recursos expresivos que permite este material moldeable. Hicimos mucho énfasis en el color, la forma, las texturas para aportar al testimonio la poesía visual desde la metáfora. Además de la música, un recurso muy poderoso que estimula las sensaciones que puede provocar la imagen y que fue magistralmente compuesta por Carlo Fidel Taboada Petterssen.

Realizar Raptus ha sido un gran ejercicio de creación, complejo, retador, pero como equipo hemos disfrutado el proceso y tenemos mucha expectativa acerca de cómo lo va a vivenciar el público.

En tu trabajo en el campo de la animación se observa un interés por abordar temas de mucha actualidad ¿Cómo crees que los discursos contribuyen a comprender las situaciones de la vida?

Estudie Biología en la Universidad de La Habana y soy master en Ciencias Antropológicas, tengo una formación es científica. Llegué a la animación con esta base y creo que todo lo que uno estudia, lo que uno hace, aporta a la obra que puede realizar. Mis trabajos se han caracterizado por la experimentación visual, el uso de muchos materiales diferentes, los contenidos y la forma particular en que cuento las historias.

Primero, para animar uno tiene que aprender la técnica. Inicialmente mis historias eran más un pretexto para practicar esas técnicas con barro, con marionetas, con papel recortado, con objetos… y encontrar un lenguaje propio y afín.

“(…) me fascina, sobre todo, el uso de la animación en aquellas experiencias que son mas subjetivas, más traumáticas, más personales…”

Por otra parte, siempre he tenido un gran interés por los temas sociales, no puedo evitar desligarme de la Antropología y me ha llamado la atención la potencialidad expresiva que tiene la animación para el documental. En nuestro país no es muy frecuente, hay algunos realizadores que han usado animación en sus documentales, pero no es usual. Incluso a nivel internacional, el documental animado es un género incomprendido, a veces, por la academia o por los públicos, porque no hay un entrenamiento en asumir la posibilidad expresiva o cuánto de verosimilitud puede aportar la animación a una obra no ficcional.

“Para hacer esta obra hemos usado una técnica de animación artesanal, stop motion con plastilina, y toda la historia está narrada usando los recursos expresivos que permite este material moldeable”.

A mí ha interesado mucho, he investigado al respecto y me fascina, sobre todo, el uso de la animación en aquellas experiencias que son mas subjetivas, más traumáticas, más personales… He estado analizando y considerando, desde hace muchísimos años el tema de la violencia de género. Siento que muchas de las mujeres que he conocido a lo largo de mi vida, e incluso yo misma, hemos pasado por situaciones de algún tipo de violencia machista y llevaba años pensando en la posibilidad de hacer documentales que abordaran ese asunto.

Cada obra es un mundo propio, sin embargo, actualmente trabajas en un amplio proyecto, que vincula varias propuestas…

Mi obra actual es el resultado de todo este recorrido de técnicas e investigación. En el proyecto Linterna Violeta que llevamos desarrollando durante cerca de un año, hemos trabajado con diferentes técnicas de animación en spots y documentales que hablan de estos temas, importantes, pero también incómodos.

Yo empecé este trabajo de forma independiente, lo presenté a los Estudios de Animación Icaic y ellos me han brindado todo el apoyo en esta coproducción. Que ya estamos terminando el décimo spot y terminando el tercero y cuarto documental.

Siento que la animación y el carácter simbólico que le ofrece a estos testimonios reales permite que sean más universales aún, permite que más personas se reconozcan e indaguen en su propia historia, lo lleven a la crianza de sus hijos y ese es nuestro objetivo, hacer un arte bien hecho, artístico, plástico, pero que a la vez haga sentir a la gente, sea útil, comunique.

“(…) la población cubana de modo general, no domina un gran número de términos, (…) procesos que están relacionados con la violencia de género”.

El corto documental que estamos presentando en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, Raptus, forma parte de este macroproyecto Linterna Violeta. Lo primero que hicimos fue grabar algunos testimonios para trabajarlos como documental, pero nos dimos cuenta, una vez que teníamos estos testimonios ya grabados, que la población cubana de modo general, no domina un gran número de términos, de fenómenos que ya están descritos por la psicología y otras ciencias sociales, procesos que están relacionados con la violencia de género.

“Muchas son las formas de violencia, en nuestros spots hemos tratado el tema de las banderas rojas, la violencia psicológica, los ciclos de violencia, la prevención, otros del abuso sexual infantil, el bullying”.

Y aunque el proyecto se inició con la idea de tratar la violencia contra las mujeres y las niñas, su campo se ha ampliado porque lamentablemente se ejerce violencia contra cualquier persona que no encaje en los patrones que la sociedad ha establecido para ellos. Muchas son las formas de violencia, en nuestros spots hemos tratado el tema de las banderas rojas, la violencia psicológica, los ciclos de violencia, la prevención, otros del abuso sexual infantil, el bullying. Los spots representan un gran reto, tienen detrás una gran investigación para aterrizar estos conceptos y que puedan ser fácilmente comprendidos por el público cubano.

¿De qué materiales te sirves a la hora de realizar la animación? ¿De dónde provienen las historias y el enfoque que le otorgas a cada una?

Tengo una concepción de la animación que quizás esté fuera de lo convencional, no es muy ortodoxa. Hay diferentes tipos de animación en cuanto a contenido, a las técnicas, a los materiales que se utilizan… A mí me gusta mucho la experimentación.

La animación ortodoxa se concentra mucho en la mimesis de la realidad, en que los personajes se parezcan mucho a cómo se mueven los seres humanos, a cómo se mueven los animales, a contar historias más lineales. Si bien es cierto que en mi obra he tratado de representar los movimientos reales para que una marioneta parezca un ser humano vivo y expresivo, y a través de sus movimientos o estilo gestual pueda hablarnos de sus estados de ánimo, debo reconocer que lo que más me apasiona es la exploración de las distintas materias; disfruto de la ilusión del movimiento y de la expresividad que puedo generar a partir de ellas.

“El enfoque que le otorgo a cada obra tiene mucho que ver con de qué va la historia (…)”.

Siempre en mis clases digo que, por suerte, la creación es infinita y que todo lo que existe se puede animar y eso lo hago implícito en mi obra, porque animo cualquier cosa. Yo no dibujo, pero en cuanto a animación artesanal, me sirven diferentes materias. Lo mismo puedo construir una marioneta bidimensional o tridimensional y animarlas, que puedo animar fluidos sobre un cristal, sea champú, arroz, plastilina, pequeños objetos. Siento que cualquier materia me puede dar la posibilidad de expresarme. Mi obra es muy diversa, animo casi cualquier cosa.

En ocasiones cuando me dan una canción, yo la escucho una y otra vez, y decido qué material voy a usar, me vienen imágenes muy específicas según lo que me inspira y en función de eso trabajo. Las historias en mi obra casi siempre provienen de una sensación, de una imagen o de la música. Y está ese otro proceso, que tanto disfruto y acepto como un reto, una aventura, cuando me propongo acompañar un testimonio o una historia de la vida real.

El enfoque que le otorgo a cada obra tiene mucho que ver con de qué va la historia, siempre pensando también que hay que ser muy lúcido en cuanto a cuál es tu público meta. Este indica qué técnica usar, qué paleta de colores recrear, incluso qué recursos expresivos y narrativos te permitirán contar esa historia.

En tu quehacer con niños y adolescentes ¿Cómo consideras que las futuras generaciones ven y aprenden desde la animación?

Llevo unos cuantos años haciendo animación, empecé desde el año 2007. Gran parte de este tiempo me he dedicado en a realizar talleres con niños, adolescentes y jóvenes, una tarea también de divulgación, de lo que he ido aprendiendo en mis investigaciones sobre la animación como medio expresivo.

Los niños aprenden un proceso, a contar una historia, a diseñar los personajes, a animarlos y las obras que quedan son muy divertidas. Siento que hacer talleres de creación con los niños, que conozcan cómo funciona el audiovisual, qué hay detrás de lo que ellos ven como espectadores, es muy útil. Creo también que los convierte en espectadores críticos activos: como nunca antes los niños pueden preparar su propia parrilla televisiva. De ahí que me parece sumamente importante que tengan un criterio de selección en cuanto a la calidad visual de una obra y si les está contando algo valioso o entretenido, pero con bajos presupuestos artísticos.

“Yo no dibujo, pero en cuanto a animación artesanal, me sirven diferentes materias”, subraya Ivette.

En particular, a estos procesos creativos les confiero especial valoración; me he nutrido muchísimo de las dinámicas y experiencias que ahí se generan. Porque los niños aprenden lo que yo les transmito de las técnicas y procesos de trabajo, pero yo también aprendo muchísimo de ellos, de cierta forma me puedo poner en su piel y recordar. Siempre, cuando voy a hacer una obra audiovisual para ellos, trato de evocar mi niñez o adolescencia y también de lo que vivimos en los talleres.

Para mí, el proceso de creación colectiva es más importante que el resultado. Es fascinante para las familias ir al cine a ver una obra hecha por sus propios hijos; siento que también estamos formando espectadores más conscientes.

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