Kleber Mendonça Filho disecciona la dictadura brasileña en O Agente Secreto
El brasileño Kleber Mendonça Filho regresa a la arena internacional con una obra tan ambiciosa como enigmática. O Agente Secreto trasciende la etiqueta de thriller político para erigirse en un vasto y complejo mosaico sobre la memoria, el miedo y los mecanismos de resistencia en el Brasil de 1977. La película, una coproducción brasileña-francesa que llega a La Habana tras su triunfal paso por Cannes, nos sumerge en la sofocante atmósfera de los últimos años de la dictadura militar a través de los ojos de un hombre acorralado.
Wagner Moura encarna a Marcelo, un profesor e investigador que huye a su Recife natal con la esperanza de hallar paz y reencontrarse con su pequeño hijo. Sus deseos se desvanecen rápidamente. La ciudad, decadente bajo el carnaval, no es un refugio sino una ratonera perfecta donde las fuerzas represivas y sus mercenarios tejen una red de persecución implacable. Marcelo descubre que su pasado turbio lo ha alcanzado y la amenaza de muerte se cierne sobre él como un calor opresivo.
Mendonça Filho construye su relato con una maestría narrativa que recuerda a los thrillers paranoicos de los setenta, pero con sensibilidad y pulso contemporáneos. El guion, elaborado durante tres años, evita el trazo rectilíneo y adopta una estructura caleidoscópica. Saltos temporales hacia un pasado doloroso y breves incursiones en un presente investigativo se entrelazan con el núcleo principal y crean un tejido rico que explora la huida de un hombre, la desmemoria colectiva y los esfuerzos por rescatar historias sepultadas.

El director filma Recife con una mirada a la vez nostálgica y crítica, donde el emblemático Cine São Luiz —casi un personaje recurrente en su filmografía— funciona como faro cultural en un paisaje de sombras. No es necesario haber visitado anteriormente la región brasilera para identificarse con sus calles, su geografía, su cotidianeidad. Las referencias al cine en cada momento de la película no son casuales y, según el director en entrevistas anteriores, parte de un lenguaje que habla sobre cómo las narrativas populares y el celuloide mismo pueden ser espacios de refugio y metáfora de la época.
Más allá de las escenas de tensión y la trama de espionaje, donde una red clandestina de apoyo emerge como un rayo de humanidad, la propuesta que se presenta en el FINCL se afianza como un retrato social angustioso, pero que no deja de ser tierno, seductor, y sumerge espectador en ese umbral misterioso del protagonista. Captura la podredumbre moral del régimen, la connivencia de ciertos sectores y la cotidianidad de quienes intentaban sobrevivir. La puesta en escena, con una fotografía que oscila entre lo opresivo y lo onírico, y una banda sonora inquietante, subraya este clima de descomposición típico de las dictaduras de derecha del continente.

La película, más allá de un drama de época, es un ejercicio de denuncia desde el arte, un ensayo fílmico sobre cómo las heridas históricas persisten y la necesidad de la lucha por preservar la verdad en tiempos en los que la vida humana era prescindible. Justamente, mostrar realidades silenciadas ha sido una apuesta constate del Festival de Cine de La Habana, donde O Agente Secreto —filme que representará a Brasil en los Premios Oscar 2026— encuentra su espacio.
Con esta obra, Kleber Mendonça Filho consolida su lugar como una de las voces más esenciales y audaces del cine contemporáneo y ofrece un reflejo tan crudo del pasado brasileño como urgente metáfora para el presente. Una película inmensa y necesaria.

