Gracias al Hospital Ginecobstétrico de la calle Línea, en El Vedado, la patriota y benefactora América Arias es más o menos conocida. Y ni siquiera mucho, porque la mayoría de los pobladores identifica esa importantísima institución de salud como Maternidad de Línea, así simplemente.

El asunto es que la espirituana doña América Arias provenía de una familia distinguida y acomodada, pero se enamoró y casó con un joven que ligó el curso de su vida a la guerra y la independencia de Cuba: el también espirituano José Miguel Gómez, quien alcanzaría el grado de mayor general del Ejército Libertador y llegaría a ser presidente (el segundo) de la República de Cuba… aunque esta parte de la historia estaba aún por escribirse cuando todo comenzó entre ella y él.

Los años de guerra transcurridos entre 1868 y 1878 templaron el carácter de doña América y llegado el momento del inicio de la Guerra Chiquita, contienda intermedia entre la anterior de diez años y la que luego vendría, la de Martí, el esposo la llevó consigo en su alzamiento e hizo de ella su auxiliar y confidente de los insurrectos, por lo que prestó importantes y variados servicios a los mambises en su lucha por la independencia, fuera ya como correo o como enfermera. Alcanzó el grado de capitana del Ejército Libertador.

Un importante hospital ginecobstrético de La Habana lleva el nombre de la patriota y benefactora. Imagen: Tomada del Portal Ciudadano de La Habana

América sostuvo estrechas relaciones con las familias pobres que, como ella, tenían los hombres incorporados a la guerra, y desde su posición las ayudó a sobrellevar sus vidas y a paliar en lo posible sus penurias con ropas, alimentos y medicinas.

Al terminar la contienda, restablecida la paz e instaurada la República, América Arias gozaba del afecto de muchos cubanos, que admiraban su generosidad. La popularidad de José Miguel Gómez era grande. De valentía probada en la guerra, con una hoja de servicios militares sustentada por la absoluta confianza y amistad del Generalísimo Máximo Gómez, campechano, listo para los asuntos de gobierno y no exento de mañas para ciertos manejos (“Tiburón, se baña, pero salpica”, rezaba el dicho popular, y el “tiburón”, por supuesto, era él), la presencia a su lado de doña América Arias, con su nobleza y altruismo, amén de sencilla e inteligente, conformó una fórmula que lo llevó a la presidencia del país.

“… prestó importantes y variados servicios a los mambises en su lucha por la independencia, fuera ya como correo o como enfermera. Alcanzó el grado de capitana del Ejército Libertador”.

Desde su elevada posición de Primera Dama, la ilustre matrona ofreció ayuda y consuelo a muchos desposeídos. Doña América prodigó sinceramente su bondad e influencia, algo que la población le reciprocó con simpatía y cariño. Fundó la Escuela de Tipografía, Mecanografía y Taquigrafía, plantel administrado por las Hijas de la Caridad, que ofrecía la oportunidad a las jóvenes de prepararse gratuitamente para desempeñar un oficio. Presidió además la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad y el Patronato de Damas del Asilo San Vicente de Paúl.

La muerte en La Habana de América Arias a los 78 años, el 20 de abril de 1935, causó sincero pesar en la ciudadanía. Calles y escuelas primarias, en especial de la provincia de Sancti Spíritus, llevan el nombre de América Arias y preservan la memoria de la patriota para conocimiento de los más jóvenes.

En el decenio del 30 uno de sus hijos, Miguel Mariano Gómez Arias, ocupó primero la Alcaldía de La Habana por elección popular y después la presidencia de la nación por breve lapso, al ser destituido por el Congreso bajo presión militar encabezada por Fulgencio Batista. La imagen de doña América permanece impoluta.