Carlos Manuel de Céspedes, entre la soledad y el teatro
“Asistió en lo interior de su mente al misterio
divino del surgimiento de un pueblo”.
José Martí
Desde hace doce años, entre investigación, pausas y escritura, el dramaturgo cubano Yerandy Fleites Pérez medita sobre la figura de Carlos Manuel de Céspedes, el hombre a quien se le conoce y se acepta como Padre de la Patria. Es una obra de teatro de corte intimista que se cuece a fuego lento, pero de la que ya se conocen algunos fragmentos gracias a dos lecturas realizadas ante públicos reducidos. Apreciar el proceso de crecimiento y maduración de una pieza artística es un privilegio que no se experimenta con demasiada frecuencia. Ambos encuentros, en abril de 2024 y luego el 20 de mayo de 2025, han contado con la participación de familiares y amigos del autor, así como de personalidades del mundo teatral en la Isla.
La primera lectura tuvo como sede la galería de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, donde varios de los integrantes de la familia Fleites-Sobrino revelaron zonas del libreto. La segunda ocasión, en la propia casa del dramaturgo, repitieron la esposa (actriz Giselle Sobrino Leyva), los dos hijos de Yerandi, y se sumó el actor David Reys, quienes leyeron el texto completo en su versión casi final. Durante dos horas primó la atención, el silencio y la concentración de los asistentes. Al final, en una conversación informal y distendida salieron a la luz ideas y sugerencias que aportarán al cierre definitivo de La soledad aromosa de Carlos Manuel de Céspedes.
“La soledad aromosa… es un abordaje en tono intimista de la figura del patriota cubano”.
Así se llamará esta obra, que lleva por título la adopción de una frase de José Lezama Lima, tomada de uno de los dos escritos[1] que el gran poeta, ensayista y narrador cubano dedicara al patriota bayamés. Lezama no conoció el denominado Diario perdido o diario final de Céspedes, por lo que solo pudo intuir la recta final de su vida en San Lorenzo por algunas cartas y textos de historiadores. En ese remoto y recoleto rincón fue donde se refugió el expresidente una vez destituido de su cargo, y es donde Lezama encuentra esa soledad preñada de los aromas de la montaña. En mi opinión, y así lo he expresado en varios de mis textos, las claves de la vida del bayamés quedaron nimbando sobre ese espacio de las estribaciones de la Sierra Maestra.
Es cierto que allí, en la cima de la montaña, se sienten diversos aromas naturales. Es un sitio enigmático y poderoso sugestivamente, lugar que he visitado cuatro veces desde 1988, una de ellas acompañando a Eusebio Leal. No es un fenómeno de animismo; en San Lorenzo donde vivió sus treinta y tres días finales, Céspedes reflexionó con mucha agudeza sobre Cuba y experimentó una suerte de estado de gracia que le permitió llegar a importantes conclusiones sobre su existencia. En ese lugar compartió de igual a igual con los campesinos y lugareños más pobres, blancos, negros y mestizos; se codeó con ellos y experimentó esa vida llena de privaciones. Ya no era el presidente, era uno de ellos. La Cuba en ciernes, proceso que la guerra sometió a un duro crisol, aparece en todas sus cartas y en el diario escrito por él allí. La soledad del patriota cubano fue absoluta; con o sin aromas naturales, fue una soledad que no mereció. Cuando los soldados españoles asaltaron San Lorenzo, Céspedes supo morir peleando, como los miles de hombres que cayeron al seguir su llamado del 10 de octubre de 1868.

En su vida se adentra Yerandy Fleites, uno de los principales dramaturgos de la escena teatral cubana, con varias obras publicadas y diversos premios. Según la editora Fefi Quintana Montiel: “La obra de este autor posee solidez argumental, hondura filosófica y eficacia escritural considerables. Sus historias son de una fuerza y belleza tremendas que conmueven hasta la médula. Sin duda, en su escritura hay poesía, pero entendida esta en su acepción primera: poiesis, que quiere decir «creación»”.[2]
La soledad aromosa… es un abordaje en tono intimista de la figura del patriota cubano. Céspedes aparece desde dos ángulos posibles: el del valor histórico cardinal que ostenta el personaje, es decir, el simbólico o macro, y el de fibra intimista, el del hombre de carne y hueso con sus dramas personales y monólogos existenciales. Este último es el preferenciado en el texto. Se trata de una visión muy particular sobre esa figura histórica y la perspectiva personal queda registrada con elocuencia.
Cada tramo del texto, la relación de los demás personajes con Céspedes y los detalles biográficos que aparecen constantemente en el libreto, revelan la rigurosa y exhaustiva investigación realizada por el autor. En la obra se escuchan diálogos entre Céspedes y las mujeres que lo amaron, sus dos esposas y sus dos amantes, también con sus progenitores, con lo cual la dimensión de la figura histórica se aproxima al espectador a la menor distancia posible, la familiar. Igual ocurre con los diálogos con su hijo Carlitos, su primogénito, quien lo acompañó hasta el final. Estas conversaciones son especialmente interesantes y reveladoras. Al final, Fleites Pérez redondea la imagen de un Céspedes íntimo, patriótico, seguro de sí mismo, litigante, firme en sus credos, también dubitativo, amante de las mujeres, irascible, imaginativo, amigo de sus amigos, conocedor de la historia humana y de la de su pueblo, un hombre bastante complejo como seguramente lo fue en vida.
Es un texto muy inspirado y lleno de fervor, (…) Poesía, sí, prosa poética, lenguaje que atrapa y hace meditar al lector o espectador desde su elegancia y sugerencia.
Los diálogos muestran igualmente los horrores desencadenados por la guerra patriótica, desgracias que comenzaron a sufrir los cubanos de las zonas insurreccionadas a partir de octubre de 1868. La persona de Céspedes recibió entonces una gran transformación, los años de la guerra lo estremecieron todo en la Isla por sus exigencias y violencias, a él de modo particular por ser el detonador y figura central del conflicto. El texto de Fleites repara en esta cuestión y lo hace con sutileza.
Otro acierto de la pieza teatral es cerrar con el difícil y tenso diálogo entre Céspedes y Juan Clemente Zenea, el controvertido bardo bayamés acusado de traidor por unos y defendido como hombre confundido por otros. Esto le proporciona otro toque de dificultad a la existencia de Céspedes. Zenea llegó hasta el campamento del presidente mambí, pero no tuvo el valor de ser honesto con él, pues estaba cumpliendo una misión secreta de personas que en España deseaban el fin del conflicto y que no le reveló; Céspedes, por el contrario, sí depositó toda su confianza en el poeta, al punto de que le pidió que llevara a la emigración a Ana de Quesada, su segunda esposa, entonces embarazada (Ana ya había perdido la criatura de su primer embarazo en la manigua por inanición). Cintio Vitier, Abilio Estévez, Mercedes García, entre otros intelectuales, han abundado en el polémico asunto al que se suma ahora Fleites Pérez con el diálogo final de la puesta. El dramaturgo vuelve a reflexionar sobre el papel de los héroes en la historia tal como ya ha hecho con profundidad en obras teatrales anteriores (en particular en Jardín de héroes).
En La soledad aromosa de Carlos Manuel de Céspedes se juega con el tiempo de manera sostenida. El autor utiliza y manipula la temporalidad a su antojo, a veces en el tiempo real de la vida de los personajes, otras en un presente que borra todas las distancias cronológicas. De tal suerte, los muertos conversan entre sí, a pesar de haber fallecido en tiempos diferentes, es decir, también charlan los muertos con los vivos, dialogan y, sobre todo, juzgan. Es lo que necesita Fleites para poder realizar su debate coral sobre la vida del prócer y escuchar sus descargos, porque la obra al igual que los diarios y cartas cespedianos quiebra sus silencios y los de la Historia. El autor no deja pasar la oportunidad de reconocer a Céspedes como un hombre de teatro, el mismo que actuó, escribió y dirigió puestas en escena en Bayamo y Manzanillo.

Según afirma la crítica especializada, cada obra de este dramaturgo denota un estudio profundo del tema abordado. En este caso puntual puedo dar fe de ello. El texto posee mucho ritmo y fuerza expresiva, hay zonas en las que su in crescendo es notable; por otra parte, no es un panfleto, en su discurso se aprecia respeto y no la adulación de la figura de la historia. Es un texto muy inspirado y lleno de fervor, no se trata de admiración ciega, ni devoción acrítica lo que lo anima, que las hay, más bien es el aliento poético en la escritura lo que lo distingue. Poesía, sí, prosa poética, lenguaje que atrapa y hace meditar al lector o espectador desde su elegancia y sugerencia.
Leyendo y escuchando el texto de este dramaturgo, confirmé algo que ya habían escrito algunos de los testimoniantes sobre Céspedes y algunos historiadores y biógrafos, la complejidad de su carácter, de su persona en general, y recordé el caso de Leonardo Griñán Peralta, reconocido historiador santiaguero, quien después de dedicar un libro completo[3] al análisis de su personalidad, concluyó que no lo había comprendido cabalmente. Sus poesías, epistolario y diarios inducen igualmente a esa precisión.
La literatura a través de la novela biográfica El camino de la desobediencia (2017), de Evelio Traba, ahora el teatro y, en proceso inicial, una película del director Manuel Herrera (ya en El Mayor, de Rigoberto López, aparece por primera vez el personaje de Céspedes en el cine histórico y de ficción), se unen para dar una imagen del prócer desde las artes. La soledad aromosa… tendrá que esperar por su puesta en escena para elaborar un juicio más objetivo, pero el texto ofrece un Céspedes creíble, plural, complejo, auténtico, una imagen verosímil de quien fue capaz de expresar: “Yo conozco el placer de la tristeza”.
Notas:
[1] José Lezama Lima escribió (al menos son los publicados) dos breves artículos sobre Céspedes, uno, en 1958, “Céspedes o jugarse el destino”, Sucesiva 57, en Tratados en La Habana; y “Céspedes: el Señorío fundador”, en Imagen y posibilidad, 1968. En ambos textos su admiración por el prócer es palpable.
[2] Fefi Quintana Montiel, “Partidas y reencuentros en la dramaturgia de Yerandy Fleites”, en Temas de la Escena Cubana Teatro de Papel, 31-01-2023.
[3] Leonardo Griñán Peralta, Análisis caracterológico de Carlos Manuel de Céspedes, Universidad de Oriente, 1954.