La poesía de Cintio Vitier suma a la tradición lírica cubana —quien lo tiene, además, entre sus principales investigadores— uno de sus procesos poéticos más intensos, ávidos y fecundos, al portar una “gran intensidad cognitiva” y una mirada “intelectual” pocas veces vista en nuestras letras.

Si la poesía de ambos —la de Cintio y la de Fina García Marruz— recorren senderos y temas similares, al mismo tiempo logran, como ha escrito Jorge Luis Arcos, tonos y búsquedas diferentes. Si la de Fina, más conocida por el lector contemporáneo, puede ser como una evocación de profundas fibras, como una cancioncilla primaveral y prístina susurrada al alma, la de Cintio “activa” directamente el pensamiento y porta un anclaje intelectual, aunque no es exactamente el mismo que enarbolan sus ensayos sobre literatura, sino otro más natural e intuitivo.

Si el poeta Vitier no hizo concesiones con su manera de asumir el hecho poético, ese conocimiento lírico que se concreta en la escritura desde su primer libro, Poemas, de 1938; el ensayista Vitier pudo, en cambio, sostener ideas que el tiempo enrumbaría hacia nuevos senderos en su propia obra. El poeta, como no depende del análisis o no de la constatación o verificación de las ideas, nos deja siempre una “intensidad fulgurante” y a veces desconocida para muchos, como flor oculta que, en algún momento del día, se abre a la plenitud del misterio poético.

“La poesía de Cintio refuerza su condición abierta, ávida, por sobre complacencias formales y conformidad intelectiva”.

Pero “desconocido y oculto [escribió Cintio] no son nociones negativas, términos de una búsqueda, sino presencias” y esas presencias, en ecos reconfortantes, se pueden rastrear en las voces que escuchamos en Una cantidad misteriosa, el audiolibro homenaje que Ediciones La Luz dedica a Cintio Vitier, como homenaje a uno de los escritores más importantes de nuestra literatura y en el que diez jóvenes poetas hacen suyos igual cantidad de textos del autor de Extrañeza de estar, Vísperas, Conjeturas y Canto llano.

En estos poemas, seleccionados por Elizabeth Soto, más de un Cintio refulge y al mismo tiempo, una poética original vibra: desde aquel joven ávido —como quienes hoy, asombrados, ponen sus voces a estos versos— que se pregunta, imantado por María Zambrano y Juan Ramón Jiménez: “¿Qué es el mundo?”, desplegando “una extrañeza que no lo separa de la realidad, sino que lo rodea de ella”, porque el poeta siente “lo extraño-natural, la cotidianidad de la extrañeza”; a aquel que en La ráfaga escribe las eternas preguntas: “¿Y esto? ¿Y esto que me conmueve? ¿Y yo qué voy a hacer con esto?”.

“¿Qué hallazgos realizan estos jóvenes que (…) graban los versos de un autor cuyo centenario celebramos, precisamente, con este audiolibro?”

O aquel que incorpora otras experiencias poéticas igualmente decisivas, como las obras de Lezama Lima y César Vallejo, y en Capricho y homenaje insiste: “¿Qué es preguntar, qué es estar, qué es esto?”; o el que después escribiría una obra de un “mayor acendramiento discursivo, más detenida y lúcida frente a la realidad que le circunda”, y, a la vez, de una “mayor espesura verbal”. O el escritor cuya literatura ilustra “un movimiento hacia una mayor claridad y cierto despojamiento intelectivo”, en el que “la oralidad se adueña del tono predominante” e irrumpe, además, lo histórico o la necesidad de la unión de la poesía y la historia (como comprobamos también en ese clásico felizmente reeditado que es Lo cubano en la poesía). El carácter testimonial reaparece, asimismo, en “una poética afirmativa que es fecunda en la eticidad y el sentido trascendente de las realidades más inmediatas”. O el Cintio que, en la década del 60, suma a su mirada un compromiso político y social que se sumerge en el torbellino epocal con los ecos de la poética del nicaragüense Ernesto Cardenal y también el filo luminoso de la obra martiana.

La poesía de Cintio refuerza su condición abierta, ávida, por sobre complacencias formales y conformidad intelectiva. ¿Qué Cintio encuentra ecos en las noveles voces de Andrés Cabrera, Camilo Noa, Elizabeth Soto, Erian Peña, Idania Salazar, José Alberto Pérez, Lilian Sarmiento, Liset Prego, Norge Luis Labrada y Robert Ráez? ¿Qué hallazgos realizan estos jóvenes que, en un estudio de la emisora Radio Holguín, graban los versos de un autor cuyo centenario celebramos, precisamente, con este audiolibro?

Una cantidad misteriosa, el audiolibro homenaje que Ediciones La Luz dedica a Cintio Vitier.

Ante nosotros se nos presenta un Cintio personal y al mismo tiempo poliédrico, y por tanto, abierto a múltiples miradas. Su poesía enarbola la lucidez y en ella nos es dado rastrear —acota Arcos— temas recurrentes como la pobreza, lo cubano, la extrañeza de lo real, la luz del imposible, la poética de la memoria y el olvido, el desnacer y el renacer constantes, la Poesía, la sustantividad de lo desconocido, el misterio de la encarnación —expresado a través del brillo hiriente y alucinado de lo real—, la intemperie, la aridez y la lejanía, y también la alegría, las relaciones de la poesía y la historia, el mundo de los valores morales y cristianos: la verdad, la justicia, el amor, la amistad… Todo ello da cuerpo a una sobrecogedora lección de autenticidad creadora, fiel y consecuente con sus preguntas iniciales, desde que abrió la conciencia a los límites de la palabra.

En este audiolibro de la colección Quemapalabras cada voz hace suya un texto en diálogo con las sonoridades del Dj productor Artemio Viguera (DjArte). Diez poemas y diez jóvenes poetas dan forma a esa cantidad misteriosa que nos subraya la apreciable vitalidad poética de Cintio Vitier.