El problema racial en Cuba (Los primeros libros de Nicolás Guillén), Ediciones Unión 2023, de Guillermo Rodríguez Rivera, es un texto que se incorpora a la verificación de que estamos ante una poesía que es también una obra “de pensamiento, y lo es de modo eficaz porque resulta artísticamente irreprochable”. He ahí la ganancia principal del texto, acentuar la excepcionalidad de un tejido en el que con singular pericia se implican las dimensiones éticas y estéticas con rigor, con maestría.

Ser el poeta que es Guillermo Rodríguez Rivera, le permite ver con la imaginación; entonces, el ensayista que también es, cabalga sobre el clamor de los trasiegos del ser humano y busca las claridades que van acotándose para comprender aquella tendencia ancestral de buscar la imagen que se erige. Ello le permite liberar las ideas de cuadros cerrados y mostrar un interés que va más allá de la selección. Verlo desde esa perspectiva se convierte en una opción ineludible pues desde el primer acierto, su título, nos encontramos de golpe con una de las contiendas en las que la sociedad aún sigue su conversación y evidencia sus lagunas; pero esas lagunas tienen su origen en la desobediencia al místico, porque bastaría que se comprendiera más, que se comprendiera en su cabal ansiedad, el conjunto de la poesía del autor de Motivos de son para conciliar la multitud de seres que somos, suspendida como un sol, de forma ingeniosa y culta, en el ritmo de las estrofas que al entrar en el otro se erigen como canon.


“La osadía y lo cuestionador se funden para argumentar un ejercicio crítico que se sustenta en el abordaje de la poesía de Guillén, pensada desde la coherencia”. Foto: Tomada de la ACN

En Guillén, el problema racial es espíritu y maleza y, por eso mismo, el ensayista suele dejarse llevar y llevarnos consigo, nos conduce, no sin antes advertirnos de los muchos y diversos itinerarios que podrían trazarse y de los que este es uno, firme y capaz de llamar la atención para que sepamos que hay aquí claridad sobre dos dilemas a los que se requiere volver, el racial y el de cómo asume la nación un poeta cuya posición va delante, siempre; leerlo, pareciera advertir Rodríguez Rivera, no es ir hacia atrás, recordar, no; es ir hacia un día posible, una hora en la que no estamos y en la que ya el poeta ha saboreado el genuino sabor de la historia, donde “la fusión es esencial para la existencia de la cubanidad, que expresa la existencia misma de la nación. Por algo Guillén llamó al resultado de esa fusión color cubano”.[1]

Apreciar los 11 textos que componen el libro desde esa perspectiva se convierte en una opción ineludible, pues nos encontramos de golpe con articulaciones que nunca dejarán de ser eslabones que se necesitan pulir para reconocer lo no resuelto. Guillermo Rodríguez Rivera lo hace con la sutileza de quien aparenta dejarse llevar por el flujo de una biografía, cuando en realidad reconocemos que nos conduce a una multiplicidad de maneras que como paradoja solo busca el sagrado lecho de la raíz, no sin antes advertirnos de los muchos y diversos itinerarios que podrían trazarse para llegar al origen por una infinidad de puertas posibles.

Rodríguez Rivera se propone pensar en este álgido tema con la presteza de quien, martiano al fin, “ama las sonoridades difíciles y la sinceridad, aunque pueda parecer brutal”; sabe que está ante un nicho vital de nuestra memoria y del cual se han ocupado los estudios culturales desde los orígenes de la nación hasta nuestros días. Y si sale airoso es porque estamos ante un ensayista cuya labor contiene un interés que va más allá del decir, pues su virtud es mostrar; su concepción coloca una luz en el camino de la indagación, la osadía y lo cuestionador se funden para argumentar un ejercicio crítico que se sustenta en el abordaje de la poesía de Guillén, pensada desde la coherencia, desde un lenguaje que narra lo que uno de sus colegas y amigo llamara “el diario acontecer de nuestra trama”. Pero la base de todo está en su condición de poeta, en su capacidad para dilucidar lo enunciado en el único predio verdaderamente válido, en el de la sensibilidad; porque la mirada de Guillermo Rodríguez Rivera a estos asuntos está signada por lo que es, ante todo, un poeta, autor de esas 12 partes que integran una de las piezas más agudas y hermosas de la poesía de la Isla, “Cuba (poema mitológico)”. Y si se trae a colación es para recordar que estamos ante un recorrido que pone luz sobre aspectos mucho más abarcadores que los propios temas, estamos ante la revelación de que la historia de la nación, su gran dilema, el que puede señalarse con el conflicto de Hamlet, “ser o no ser”, es la confirmación de que lo cubano solo puede resolverse con la superación, con la capacidad de entender poemas como “Mujer nueva”, desde una lectura nueva. Ir de la mano de la naciente república de 1902, con figuras como Juan Gualberto Gómez, es un hallazgo que soluciona la trama evolutiva de uno de los grandes poetas de nuestra lengua.

“Estamos ante un ensayista cuya labor contiene un interés que va más allá del decir, pues su virtud es mostrar”.

El problema racial en Cuba (Los primeros libros de Nicolás Guillén) se conforma por 11 cuerpos que espesan el escenario de diálogo sobre lo racial en nuestro hilo conductor. Desde una concepción materialista de la historia, Rodríguez Rivera logra dejar atrás todo complejo de inferioridad y ubica la cultura cubana y su conversación como un tejido que se busca en el tiempo y, de a poco, con la paciencia que ofrece la lógica de los sucesos, el pensador llega a la obra del poeta que supo ser, que supo llevar su propia carga como una alegoría, convincente se entregó al peligro, para salir luego a la fronda. Si Nicolás Guillén logró establecer una unidad de contenido entre las formas métricas heredadas en el curso de nuestros usos lingüísticos y el ritmo de esos espíritus que comienzan a sonar en los barcos y ya en la tierra desatan las fuerzas de la poesía profunda, la poesía de donde vienen, la poesía a donde van, es porque la voz es de una multitud viva, hirviente. Eso lo confirma este libro.

El secreto de esos ensayos está en que busca en la historia que Nicolás Guillén ha pasado por el tamiz, la historia transparentada en el entramado sociocultural en el que se formó como ser y poeta. El partir desde la intervención norteamericana, pasar por la grandeza de Juan Gualberto Gómez y sus contiendas con un notable oportunista de la sociedad de la época, la insipiente e improbable república, llevó a los hombres a la explosión de sus ideales y al poeta a recorrer lo cubano desde esa operación con los símbolos en los que se enerva la nación. Todo eso lo devela este conjunto de textos que podría sintetizarse con la majestuosa armonía de sus versos: “un pájaro principal/ me enseñó el múltiple trino”. Es ese el sonido que Rodríguez Rivera ha sabido construir para que el lector que se busca en la palabra pueda construir el color de un tiempo que es la historia y lo pueda hacer desde una variación que es la imagen de lo veraz, la poesía, en sonido de una voz que es ya del tiempo sucesivo, de todo el tiempo.


Tomado de Cubaliteraria


Notas:

[1] Rodríguez Rivera, Guillermo. El problema racial en Cuba (Los primeros libros de Nicolás Guillén), Ediciones Unión, 2023. p. 52.

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