Cuando el árbol del mundo reverdece (invitación a una antología poética)
Jorge Luis Borges aconsejaba no caer en las trampas de las antologías. El autor de El Aleph sabía que “nadie puede compilar una antología que sea mucho más que un museo de sus Simpatías y Diferencias”. Aunque sabemos que tanto los cimientos y las piedras que lo levantan, como los objetos/obras que atesora y muestra este museo, dependen de disímiles factores, que van desde el objetivo de la selección (una temática, una época, un movimiento) hasta el nivel de convocatoria, y los intereses o límites que el antologador desee o pueda plasmar.
Borges —que conocía muy bien la fuerza del tiempo y sus dominios— cayó en su propia trampa: el argentino fue un reconocido antologador y con Adolfo Bioy Casares dejó memorables selecciones. Fue, además, un admirable y conciso prologuista, como lo demuestran los textos que escribió para la Biblioteca personal, publicados bajo el sello de la editorial Hyspamérica, y que son similares a una antología, al darle forma a un museo de simpatías y diferencias, integrado por los libros que le hicieron ser ese escritor y esa persona. Solo “el Tiempo acaba por editar antologías memorables. Lo que un hombre no puede hacer, las generaciones lo hacen”, sentenció el “sensible y agradecido lector” que fue Borges.
Recuerdo esto al leer El árbol del mundo. Selección de poetas en Holguín, publicada en 2022 por Ediciones La Luz, sello de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), y que reúne la obra de 23 jóvenes autores holguineros, en su mayoría pertenecientes a la AHS y varios miembros también de la Uneac, quienes nacieron entre 1985 y 1997. Toda antología, poética en este caso, es un muestrario de un cuerpo mayor, que es el corpus lírico holguinero, que se abre a la mirada o las múltiples miradas que, desde el verso, realiza una generación de autores (esa misma que, diría el argentino, acaba por hacer los mejores muestrarios). O sea, una selección poética obliga al fragmento, a escoger, a tomar una parte de la obra de un autor que bien puede tener otros registros, otras miras pasadas o futuras, y que si es un poeta joven estará más comprometido con las búsquedas, los encuentros y las deudas.
Como todo muestrario, esta es una parte, una selección de una voz, de una etapa, de una época, que se inserta dentro de un cuerpo mayor, eso que podríamos llamar la poesía holguinera, que posee una tradición y reconocidos exponentes, en una provincia que ha sido llamada tierra de poetas; y al mismo tiempo, es parte de lo que podríamos llamar literatura cubana: un corpus mayor, territorio fecundo y no siempre idílico, como todo reino bajo el sol.
O sea, encontraremos en El árbol del mundo, selección realizada por el narrador y también poeta Norge Luis Labrada, la obra de jóvenes autores holguineros, dueños de diversos registros, búsquedas, intereses, pero con varios puntos en común, como veremos más adelante, que subrayan elementos de unidad en ese variopinto mosaico que es toda literatura. Estos poetas, con mayor o menor recorrido, publicaciones o premios, son parte de las letras en la provincia, dialogan con sus contemporáneos y con su contexto; y el libro al agruparlos los reconoce y visualiza, incluso los estrecha con cierto sentido generacional o al menos fraternal, en un escenario en el que, con su obra, van sumando brotes y ramas al árbol de la poesía.
¿Quiénes son estos autores? Sabemos que son 23, nacieron entre 1985 y 1997 y aparecen en orden cronológico: Karina Mora, José Manuel Santiesteban, Elizabeth Soto, José Luis Laguarda, Liset Prego, Norge Luis Labrada, Camilo Noa, Ana G. Ramos, Rebeca Torres Serrano, Alejandro Batista, Félix Javier Batista, Frank Alejandro Cuesta, Erik J. Gálvez Ojeda, Erian Peña, Reynaldo Zaldívar, Nolberto Molina, Alejandro H. Núñez, Andrés Cabrera, José Alberto Pérez, Katherine Perzant, Daniel Enrique González, Idania Salazar y Susel Legón. Agruparlos —ha explicado Norge Luis— fue darle continuidad al escenario visibilizado por dos antologías precedentes: El sol eterno y Entrada de emergencia, también por La Luz.
En El árbol del mundo, selección realizada por el narrador y también poeta Norge Luis Labrada, encontramos la obra de jóvenes autores holguineros, dueños de diversos registros, búsquedas e intereses, pero con varios puntos en común, que subrayan elementos de unidad en ese variopinto mosaico que es toda literatura.
Manuel García Verdecia, en el prólogo del volumen, que tituló “Como si el árbol del mundo reverdeciera”, dedica, con elegante y atinada prosa ensayística, varias líneas a cada uno de los poetas, en las que ahonda en su obra a través de los poemas incluidos, y subraya que la antología posee “una coherencia escritural y una unidad sustancial que la convierten en crónica emotivo-reflexiva de este tiempo”. Encuentra, por tanto, ciertos elementos que conectan y relacionan a los poetas: “No se trata solo de que sean escritores que viven en cercanía temporal, sino además que son sujetos empeñados en definir y realizar sus vidas en un ámbito con vicisitudes y anhelos específicos que configuran el espíritu poético que los incita”.
¿Cuáles son estos aspectos comunes? Pues una percepción desde el yo cuestionadora, dubitativa, para nada autocomplaciente, que aleja a los autores de todo romanticismo; una actitud crítica, irreverente, de la experiencia personal, que va desde la ironía al rechazo, como intento de auténtica superación; un lenguaje llano, desnudo, que apela a la enunciación de imágenes concretas antes que a la metáfora elaborada; y una interacción prevenida, perspicaz, incisiva con su tiempo en pos de alcanzar su verdadero ser y su realización. También confluyen en estos jóvenes autores, asegura García Verdecia, una apropiación muy selecta e intencionada de referentes de otras poéticas con un carácter funcional para la manifestación de ciertos significados; una mirada dialogante de acercamiento y aceptación del otro que, por alguna circunstancia, ha devenido un ser limitado, endeble, sufriente; y además un empleo simultáneo del lenguaje coloquial, la estructura en prosa y la inclusión de símbolos contundentes que, de cierta forma, expresan la complejidad y confusión de nuestra época.
Con edición de Luis Yuseff y Elizabeth Soto, y diseño de cubierta e interiores de Robert Ráez, “la presente muestra de las maneras, el lenguaje y el discernimiento con que los poetas más jóvenes examinan y revelan las entrañas de la vida de hoy, constituye no solo un documento literario. Se convierte a la vez en un mosaico que nos permite aprehender y tratar de entender cómo viven, sienten, sueñan y tratan de transformar su contexto temporáneo-espacial los que en estos mismos instantes son actores principales del drama, o tragicomedia, de vivir años de turbulencias, incertidumbres y reajustes”. El árbol del mundo. Selección de poetas en Holguín puede “ayudar a salvar vidas, al nacimiento de criaturas que regeneren el universo y a la renovación de la poesía que lo expresa y lo exalta”, subraya Manuel García Verdecia.
Adentrémonos entonces en las páginas de esta antología y leamos a las jóvenes voces que suman sus fuerzas al discurso lírico holguinero y por correspondencia, al nacional. Encontrémonos con inquietudes y búsquedas palpables en nuestra cotidianidad, con preocupaciones e intereses contemporáneos, en la voz de autores dueños de una mirada atrevida y no por prístina, menos intensa. Leamos a estos jóvenes escritores con la seguridad de que “cada vez que surge una hornada de poetas es como si el árbol del mundo reverdeciera”. Y este hecho, doblemente poético, alimenta con fuerza la vida, y la creación humana.