Quisiera iniciar estas palabras con los versos del poeta José María Heredia, hallados en la revista Cuba Pedagógica de los años tempranos del siglo XX y reproducidos por el maestro y pedagogo cubano Arturo Montori Céspedes:

Por decir sin temor la verdad pura
Un filósofo echado de su asilo
De ciudad en ciudad andaba errante
Detestado de todos y proscripto.
… Amigo, ¿Por qué motivo destrozarte
quiere esa bárbara tropa de enemigos?
Nada les hice, el ave le responde
El ver claro de noche mi delito.

Han pasado 171 años del fallecimiento del Padre Varela, sacerdote revolucionario que honra a la Patria cubana con su vida y su obra. También han transcurrido 200 años del nacimiento del periódico El Habanero, periódico político de alerta y previsión a los cubanos.

Sobre las ideas del Padre Varela y su coherencia hasta el final de sus días es necesario saber lo suficiente porque fue él quien gestó teórica y políticamente la emancipación cubana. La observación social y la interpretación de la filosofía desde la antigüedad hasta su contemporaneidad, el pensamiento político y jurídico de la modernidad, le posibilitaron crear las bases ideológicas para ejercer la crítica de la sociedad colonial. Crítica desde las entrañas del colonialismo que se garantizaba en las instituciones de enseñanza con un sistema escolástico, en el cual solo las señoras categorías daban fe de los estudios filosóficos y sociales en Cuba.

“Su verticalidad y firmeza, su honradez cívica, su humanidad generosa y limpia, su profundidad filosófica y política, su patriotismo en las más difíciles circunstancias de Cuba y las suyas propiamente, lo hacen nuestro para siempre”.

Pero Varela lo subvierte todo. Primero en los terrenos álgidos de lo que se llamó posteriormente la epistemología (teoría del conocimiento) y la ideología, cuya cuestión esencial era el origen de las ideas.  Y todo ello con un solo pensamiento: emancipar a Cuba de todas las opresiones posibles.

Desde sus tempranas publicaciones hasta las últimas es nuestro Varela. Su verticalidad y firmeza, su honradez cívica, su humanidad generosa y limpia, su profundidad filosófica y política, su patriotismo en las más difíciles circunstancias de Cuba y las suyas propiamente, lo hacen nuestro para siempre.

En la Cátedra de Constitución o Cátedra de la Libertad, en la Cátedra de Filosofía del Real Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio, en la primera década del siglo XIX, comienza ese afán de liberación que lo llevó a las cortes españolas a defender la independencia americana y el cese de la esclavitud y la defensa de la autonomía en Cuba. En el Elenco de 1816 propone sus máximas en política: hacer solo lo que es posible hacer, no hacer nada que atente contra la unidad del cuerpo social y supeditar el bien individual al bien común.

En 1814 vio la luz Instituciones filosofía ecléctica. Su obra Lecciones de Filosofía, publicada en varias ediciones, desde 1818 hasta 1832, contiene un capítulo dedicado al patriotismo que radicalmente expuesto ofrece un horizonte político a la juventud cubana de la época.

El Habanero es fruto de esos años de elaboración conceptual y práctica política entre las murallas del colonialismo español”.

Así les dedicaría las Sentencias morales (1818), La influencia de la ideología en la sociedad (1817) en la Sociedad Patriótica de La Habana, las Misceláneas filosóficas (1819), que en aquella celda-aula del Seminario trasmitía a sus alumnos con la devoción del sacerdocio que ejercía.

El Habanero es fruto de esos años de elaboración conceptual y práctica política entre las murallas del colonialismo español. No puede explicarse su fundación, en 1824, sin este precedente que lo forjó. Fue una propuesta extraordinaria en el pensamiento político cubano porque su raíz lo fue de igual manera. El análisis de Varela no es solo de causas externas, cómo podría realizarse una revolución en Cuba, sino de las causas internas que la impedían. Habló alto el sacerdote revolucionario desde El Habanero publicado en Filadelfia y Nueva York sobre la simulación, funesta conducta de los practicantes del patriotismo como les llamara:

Es tan frecuente entre los hombres encubrir cada uno sus verdaderas intenciones y carácter, que la persuasión general de que esto sucede, parece que debía ser un preservativo para evitar muchos engaños en el trato humano: pero desgraciadamente hay ciertos medios que sin embargo de ser bien conocidos, producen siempre su efecto, cuando se saben emplear, y la juventud, que por ser generosa siempre es incauta, cae con frecuencia en los lazos de la más negra perfidia. Yo llamo a estos medios máscaras políticas porque efectivamente encubren al hombre en la sociedad y le presentan con un semblante político muy distinto del que realmente tendría si se manifestase abiertamente. Son muchas estas máscaras, pero yo me contraeré a considerar las principales que son el patriotismo y la religión, objetos respetables que profanados, sirven de velo para encubrir las intenciones más bajas, y aun los crímenes más vergonzosos. (Varela, p.145)

(…) Debe tenerse presente que los pícaros son los que más pretenden llamarse patriotas, pues convencidos de su poca entrada en la sociedad, y aun del desprecio que merecen en la vida privada, procuran por todos los medios conseguir algo que les haga apreciables y aun necesarios. Ellos siempre son temibles, y es desgraciada toda sociedad grande o pequeña donde tienen influjo y aprecio hombres inmorales (…) (Varela, p.147)

“Su lucidez política se validó cuando años después, 1837, en pleno escenario liberal en España, fueron expulsados los diputados cubanos de las cortes y de ese modo cerrada cualquier posibilidad de reformas con la metrópoli”.

Caracteriza este dañino comportamiento que gangrena a la sociedad, crece el tejido necrosado de la desconfianza, la falta de fe, la mezquindad, los resentimientos, los odios enconados, el oportunismo funesto, el desaliento. Se apropian los enmascarados políticos de un ideal que nunca conocieron a fondo. Varela los combate con toda la fuerza de su convicción de que es un mal difícil de erradicar al nacer de la propia naturaleza del hombre y definirse en sociedad.

Profiere el Padre Varela:

Siempre abundan estos enmascarados, porque siempre hay hombres infames para quienes las voces patria y virtud nada significan, pero en los cambios políticos es cuando más se presentan, porque entonces hay más proporción para sus especulaciones. Nada hay más fácil que conocerlos si se tiene alguna práctica en observar a los hombres. Esta es la que yo recomiendo a la juventud para quien principalmente escribo. (Varela, 148)

De igual manera ataca a los cambia-colores que se mudan de partido según las aguas de las corrientes políticas les propicien navegar siempre ilesos sus intereses. No importa si se es liberal o conservador, republicano o monárquico si de alguna ganancia se trata. Pero advierte que por fortuna no todos eran engañados. Su lucidez política se validó cuando años después, 1837, en pleno escenario liberal en España, fueron expulsados los diputados cubanos de las cortes y de ese modo cerrada cualquier posibilidad de reformas con la metrópolis.

Condena Varela en El Habanero la mentalidad mercantilista en la sociedad cubana, el negocio político cuya finalidad no es el mejor destino de la patria, sino la ganancia y el lucro. La preparación de quienes le extraen las mayores de estas para colocar sus capitales fuera del país como emigrados mientras languidecería económicamente la Isla y quedaría demostrada su incapacidad para solucionar la miseria de sus habitantes.

Condena el peligro de admitir invasiones a Cuba para lograr la independencia de España, seguro del apego a las cajas de azúcar y café de las clases acomodadas. Pronto estarían al servicio del partido vencedor sea quien fuere con tal de seguir disfrutando de sus privilegios. Consigna en sus páginas: “Es preciso no perder de vista que en la isla de Cuba no hay opinión política, no hay otra opinión que la mercantil” (…). (Varela, p. 153)

“Condena Varela en El Habanero la mentalidad mercantilista en la sociedad cubana, el negocio político cuya finalidad no es el mejor destino de la patria, sino la ganancia y el lucro”.

Alerta sobre las conspiraciones en el país, el sentido de estas y la incidencia en la sociedad colonial, conspiraciones que le merecieron el nombre de jarana más que de revolución, confiesa Varela.

Estudiarlas a fondo proporcionará rigor en la comprensión de una época en América Latina que había concientizado y concretado la independencia del imperio español. Las sociedades secretas que las sostenían, tendían a confundir más que a esclarecer fines, a fragmentar más que a unir.

Admitía que así es como la sociedad se divide en facciones, y en facciones que con cierta puerilidad ridícula proceden como por apuesta a quien vence prescindiendo de las ventajas de la victoria, y de los sacrificios hechos para conseguirla. (Varela, p. 161)

“Alerta sobre las conspiraciones en el país, el sentido de estas y la incidencia en la sociedad colonial, conspiraciones que le merecieron el nombre de jarana más que de revolución”.

Su declarada ausencia de unidad en los cubanos, su falta de conciencia en su más profundo sentido patriótico, lo impulsaron a develarlo en cualquier circunstancia. En El Habanero con mayor amplitud.

Ineludible resulta para Varela la independencia política a través de la revolución. Nada se podía esperar de España y sí de las fuerzas morales de los cubanos que por su esfuerzo y no con el auxilio extranjero debían lograr la independencia. La unidad que asegura este proceso complejo y definitorio para Cuba lo advierte (…) Pensar como se quiera, operar como se necesite. (Varela, p. 173)

Otra vez a prueba el patriotismo en situación límite con el poder colonial:

(…) Mas ya que todo el mundo calla, yo no sé callar cuando mi patria peligra y habiéndola sacrificado todos los objetos de mi aprecio, yo no le negaré ese último sacrificio, su imagen jamás se separa de mi vista, su bien es el norte de mis operaciones, yo la consagraré hasta el último suspiro de mi vida… El testimonio de mi conciencia, he aquí un bien inadmisible de que no podrá privarme toda la saña de mis enemigos ni el poder de los tiranos… Débiles, calumniadme, ese es el único recurso que os queda. ( Varela, p.177)

La brevedad de la duración del periódico El Habanero contrasta con la fuerza de sus argumentos políticos. Forma parte del desarrollo de sus ideas que no interrumpe, sino que complementa en las décadas del treinta y del cuarenta del siglo XIX.

“Ineludible resulta para Varela la independencia política a través de la revolución. Nada se podía esperar de España y sí de las fuerzas morales de los cubanos que por su esfuerzo y no con el auxilio extranjero debían lograr la independencia”.

Su observancia del proceso de secularización de la enseñanza en Cuba y el destierro de sus Lecciones de Filosofía del Seminario de San Carlos en el año 1842 resultó un golpe, como lo fue el abandono de las Cartas a Elpidio en los años treinta. Pero su batalla espiritual por lo humano no terminó, aunque su escritura fuera apagándose progresivamente. Murió en la pobreza con la paz de los que obran bien. El abandono no lo apartó del mundo porque él era su mundo, su corazón su amigo y su esperanza Dios.

Dejó a Cuba el alma grande del siglo XIX con el estremecimiento que provocaron tres conceptos fundamentales: la libertad, la verdad y la justicia. En su pensamiento se encuentran claves que hacen que este país tenga un destino superior.

Sus palabras a uno de sus discípulos lo descubren con esa luz de patriota entero ya muy próximo al fin de sus días: “Sabes también que la juventud a quien consagré en otro tiempo mis desvelos, me conserva en su memoria, dícenme que la naciente no oye con indiferencia mi nombre”.

“La brevedad de la duración del periódico El Habanero contrasta con la fuerza de sus argumentos políticos. Forma parte del desarrollo de sus ideas que no interrumpe, sino que complementa en las décadas del treinta y del cuarenta del siglo XIX”.

Padre, la intelectualidad presente en este sagrado recinto de la Universidad de La Habana que custodia tus restos mortales, en esta hora difícil de la Patria, en la construcción histórica actual, te confirma que sí tiene hijos denodados que la ilustren, aunque haya tímidos que la abandonen. Que no lloraremos su desolación, funesto presagio de su ruina, sino que lucharemos hasta siempre por la ciencia, la conciencia, el bien común, la Revolución y la independencia.

Bibliografía:

Varela, Félix: El Habanero, periódico político, científico y literario, en Obras, Tomo II, Editorial Imagen Contemporánea, La Habana, 1997.

Montori, Arturo: Revista Cuba Pedagógica, La Habana, 1913.

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