Ediciones Contrabando, de Valencia, España, publicó en 2023 el estudio crítico Memorias del subdesarrollo, de Tomás Gutiérrez Alea, libro con el que John Mraz, el reconocido investigador de la fotografía mexicana y entre los mejores conocedores de la cultura visual en América Latina, regresó a una de sus obsesiones: el cine cubano, sobre todo el producido por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic) a partir de su fundación en marzo de 1959; una cinematografía que ha sido para Mraz un punto de atención importante en sus intereses académicos y en su pasión por el séptimo arte.

Este cine, que John Mraz —quien nació en California, Estados Unidos, en 1943 y reside en México desde 1981— pudo ver en algunos festivales y presentaciones en esos años, influyó en su primera década —entre tanteos y búsquedas por lograr una expresión cinematográfica nacional que acompañara, en su esencia, al proceso revolucionario cubano— en la producción de otros países del continente y fue parte importante del Nuevo Cine Latinoamericano, dejando películas que forman parte de lo más valioso de la región.

A esta producción se acercó Mraz en su tesis de doctorado en la Universidad de California, Santa Cruz, en 1986, con el título “Film and History in Revolutionary Cuba: 1965-1970”. Autor de textos sobre fotografía cubana y curador de exposiciones, regresó al tema a través de un análisis crítico, abarcador y minucioso, de una de las películas más importantes no solo del cine de la isla, sino del realizado en Hispanoamérica: Memorias del subdesarrollo, el clásico de Tomás Gutiérrez Alea (Titón) estrenado en 1968.

Autor de textos sobre fotografía cubana y curador de exposiciones, una de las grandes obsesiones de Mraz es el cine producido en la Cuba revolucionaria.

Al ser fundado, el Instituto se planteó potenciar un cine nacional partiendo casi desde cero. La estrategia propuesta —escribió Alfredo Guevara— partió de que el cine cubano solo tenía un objetivo, la autenticidad; un enemigo, el conformismo; y un compromiso, realizar películas para todos los públicos con “una actitud ética y estética que comporte respeto a la dignidad del espectador y preocupación por su sensibilidad, información y cultura”.

En este contexto se detiene Mraz para comprender una película que, en su estreno en 1973 en Estados Unidos, fue ampliamente elogiada por la crítica de este país, al punto de ser catalogada, hasta hoy, como “una de las mejores películas de todos los tiempos”. Por eso Mraz aborda el entorno social e ideológico que rodea el filme, no solo en el momento en que se realiza, sino en el que se ubican históricamente los sucesos (1961-1962).

“(…) Mraz aborda el entorno social e ideológico que rodea el filme, no solo en el momento en que se realiza, sino en el que se ubican históricamente los sucesos”.

Acomete así un análisis en profundidad de esta “época que marcó un hito en la cultura social, política, cinematográfica y artística de todas las sociedades hispanoamericanas”. Antes de analizar el filme, el académico piensa su contexto, “en medio de esa efervescencia cultural que suele producirse a la estela de las revoluciones sociales”, y al adentrarse en el cine histórico y las revoluciones, subraya que “la ideología cubana revolucionaria no se limitó a crear un futuro nuevo: también desveló un nuevo pasado, en donde la voluntad, la pasión y la lucha eran los elementos constituyentes de la historia de la isla” (recordemos que, además, en 1968 se celebraron los Cien Años de Lucha).

Mraz enfatiza en el cine histórico como uno de los pilares fundamentales para el proyecto ideológico del Icaic, y lo hace a través de varios filmes de esa década. Se preocupa, asimismo, por cómo los propios cineastas reflexionaron sobre la representación del pasado y la relación entre el realismo y la realidad; además de detenerse en el documental, la influencia del neorrealismo en esta primera generación de directores formados en Roma y en el “cine imperfecto” del realizador Julio García Espinosa.

Para John Mraz, quien realiza un contrapunto entre los vínculos de los postulados de la Revolución y la producción cinematográfica de esos años, “las fuentes de interés de los cubanos por el cine histórico son cuatro: la ideología marxista-leninista; el uso de la historia como medio para legitimar, influir y criticar de una manera constructiva al gobierno actual; el hecho de haber experimentado profundas transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales; y la necesidad de analizar sus raíces para redefinir su identidad”.

Memorias del subdesarrollo, el clásico de Tomás Gutiérrez Alea (Titón), es uno de los filmes más influyentes del cine realizado en Hispanoamérica.

El nacionalismo, escribe, ha sido una estructura ideológica crucial para el cine revolucionario desde sus orígenes. El Icaic lo enarboló en la insistencia de construir una identidad nacional, la “verdadera”, como podemos apreciar en el cine de Titón y de otros directores, no una identidad permeada de estereotipos y falseada por décadas. Precisamente ningún otro personaje del cine cubano ha conseguido —apunta Juan Antonio García Borrero— tanta lucidez a la hora de evaluar esa construcción que hoy enarbolamos por “cubanía” como Sergio, aunque trate de ser indiferente al remolino de la historia.

Ante la ausencia de esa sólida tradición nacional era necesario salir al mundo y tocar todas las puertas y recorrer todos los caminos: desde el neorrealismo italiano, la Nueva Ola francesa, el cine independiente norteamericano, la producción soviética… El reto consistía en asimilar críticamente los hallazgos, aunque los primeros pasos no sean siempre los más sólidos, aprovecharlos y crear las condiciones favorables para el surgimiento de un cine de valor artístico y técnico, nacional, inconformista, barato y rentable. Justo así, subrayaba Alfredo, se iría “construyendo”, poco a poco, el nuevo cine.

“Mraz enfatiza en el cine histórico como uno de los pilares fundamentales para el proyecto ideológico del Icaic, y lo hace a través de varios filmes de esa década”.

En Memorias, “una de las películas históricas más importantes jamás producidas”, ya habían sido asimilados esos hallazgos. Su núcleo, asegura, está constituido por “el yo y la sociedad, la vida privada y la circunstancia social, la psicología individual y la situación histórica, una conciencia burguesa que de repente se encuentra en un contexto revolucionario”.

A continuación Mraz sumerge sus herramientas —realiza una inmersión profundísima, detallada y valiosa— en varios aspectos de la que ha sido considerada en múltiples encuestas como la mejor película del cine cubano. Le interesa el “peso de la historia” en el filme, cuyo guion parte de la novela homónima de Edmundo Desnoes, y la compara para esto con Hiroshima mi amor (Alain Resnais, 1959). La búsqueda del “hombre nuevo” del Che Guevara es presentado más bien de manera oblicua, al proporcionar un ejemplo de quien nunca podrá ser ese “hombre nuevo”: el personaje de Sergio (Sergio Corrieri).

A Mraz le interesa, además, la sexualidad de Sergio, pues este “no está en proceso de hacerse a sí mismo: ha sido hecho. Su atrapamiento dentro del pasado se observa sobre todo en sus relaciones con las mujeres”. Por eso aborda su relación con Laura, Elena, Noemí y Hanna, las cuatro mujeres relevantes en la “educación sentimental” del personaje.

En acercamientos a esta película, Mraz se ha visto interesado por aspectos como “el peso de la historia”, la sexualidad del personaje de Sergio (encarnado por el actor Sergio Corrieri) e incluso la búsqueda del hombre nuevo del que hablaba el Che.

Para el investigador, “la mentalidad sexual de Sergio podría describirse como imperialista: las mujeres son objetos, colonias subdesarrolladas que deben ser conquistadas y transformadas. En la medida en que manifiestan su capacidad para actuar, y se resisten a ser tratadas como objetos, no le resultan atractivas a Sergio. No le provocan excitación”. A este atractivo personaje dedica varias páginas y se pregunta quién es y cómo comprender a quien no logra entenderse en la convulsa realidad nacional.

A través del análisis y una prosa amena que realza el enfoque ensayístico, entre comparaciones con otros filmes y la utilización de citas y reflexiones del propio director, Mraz se adentra en la complejidad formal de Memorias, la identificación y alienación de Sergio (su indecisión) y, además, en las contradicciones entre su punto de vista que plantea la película y en la relación de este con el pueblo, los burócratas y la burguesía.

Sergio se nos presenta como el “héroe mediocre”, pues “aunque ambos arquetipos del outsider y del antihéroe cumplen la función de aumentar la identificación con Sergio, la crítica llevada a cabo por Alea a medida que avanza la película hace que el público los vea con una mirada nueva. Las figuras han sido recontextualizadas: sus rasgos se ubican ahora dentro de una matriz específica y se muestran más históricas que naturales. El efecto de enajenación que produce Alea es aún más fuerte en cuanto que antes se había logrado la identificación: crear una relación emotiva con el personaje, para luego aniquilarla”.

“John Mraz ha realizado un aporte significativo al análisis de la película sobre la que, seguramente, más páginas se han escrito en la historia del cine cubano”.

Mraz, que añade su experiencia personal al enfoque, no deja de analizar los elementos documentales presentes en el filme y como son yuxtapuestos con la ficción; el racismo y su representación y cómo Titón representa acontecimientos como la victoria de Playa Girón y la crisis de Octubre. Incluye, además, un capítulo sobre la recepción que tuvo la película en su momento y a través de las décadas hasta hoy, más de cincuenta años después. Como anexo, una selección de comentarios críticos en diferentes medios de prensa.

Investigador Nacional en la Universidad Autónoma de Puebla y profesor e investigador invitado en centros como Princeton, Oxford, Duke, Auckland y la mexicana UNAM, entre muchas otras, John Mraz ha realizado un aporte significativo al análisis de la película sobre la que, seguramente, más páginas se han escrito en la historia del cine cubano. Su estudio crítico Memorias del subdesarrollo, de Tomás Gutiérrez Alea es un volumen que complementa anteriores análisis y profundiza, con rigor académico, en nuevos caminos para intentar comprender a Sergio, a Gutiérrez Alea y, de alguna manera, al “ser cubano” y sus circunstancias, en una obra abierta a múltiples abordajes y lecturas.