Diego Vicente Tejera (1848-1903), intelectual revolucionario de ideas socialistas utópicas fue el primero en considerar la creación de un partido independiente del proletariado cubano.

Para Tejera lo fundamental era conquistar la independencia, por lo cual la lucha por la emancipación social y su prédica socialista estuvo subordinada a este objetivo esencial. En este sentido Tejera se dirigió a los obreros de Cayo Hueso, el 3 de octubre de 1897, cuando hacía su labor proselitista:

“Por justa y noble que sea la lucha que hemos de emprender mañana contra los explotadores del trabajo obrero, hay para nosotros hoy otra lucha más urgente, más vital, más santa si se quiere, y que exige la consagración absoluta de todas nuestras energías: ésa en que estamos empeñados para barrer de Cuba, con el dominio español, el régimen antiguo; esa que ha de darnos una patria, es decir, el suelo en qué fundar la realización de nuestras más bellas esperanzas.[1]

Diego Vicente Tejera, poeta, periodista, ensayista y político cubano. Imagen: Tomada de Internet

De este modo, Diego Vicente preconizó en el período de preparación de la guerra necesaria la unidad de todas las fuerzas sociales para que Cuba accediera al concierto de naciones libres. El país se le presentaba con una situación favorable para que germinara la semilla socialista ya que según él, los pocos ricos que quedaran en pie después de la guerra —casi todos españoles— no estarían en condiciones de influir en el curso político del país y la burguesía nativa quedaría arruinada en su inmensa mayoría.[2]

Pero las predicciones de Tejera tuvieron un impedimento no deseado por los patriotas cubanos: la intervención del imperialismo yanqui en la guerra que libraban, con todo éxito, los cubanos contra la metrópoli española. Entonces comenzó para el dirigente socialista, como para muchos nacionalistas cubanos, una lucha sin cuartel dirigida a reducir el período de intervención y garantizar una república más equitativa, con y para los cubanos.

El Partido Socialista Cubano proclamaba como uno de sus ideales el establecimiento de “Una nación que, como preconizó el Apóstol, ostentase como lema, alrededor de la estrella de la bandera nueva, esta frase única, síntesis de amor, de generosidad, ‘con todos, y para el bien de todos’”.

En este contexto, Tejera decide organizar un partido en el cual estuvieran representados los intereses de los trabajadores cubanos, fundamentalmente de los tabaqueros, que tanto dentro como fuera de Cuba habían trabajado arduamente por lograr la libertad de su patria. Así surge en febrero de 1899 el Partido Socialista Cubano, en cuyo manifiesto fundacional expresaba Tejera, las aspiraciones supremas de que el proletariado y los sectores más humildes de la sociedad cubana participaran por derecho propio en el Estado que se aspiraba a construir. En el manifiesto no hay definiciones socialistas expresas, pero sí aparecen claras alusiones a la república martiana en la que los trabajadores tendrían resguardados sus derechos. En dicho manifiesto “Al Pueblo de Cuba” el Partido Socialista Cubano proclamaba como uno de sus ideales el establecimiento de “Una nación que, como preconizó el Apóstol, ostentase como lema, alrededor de la estrella de la bandera nueva, esta frase única, síntesis de amor, de generosidad, ‘con todos, y para el bien de todos’”,[3] y acto seguido expresaba:

“Al intentar nuestras clases proletarias ascender al disfrute de todo derecho, de toda consideración y de todo bienestar, no se salen, sino por el contrario, penetran más adentro del propósito revolucionario de Martí, que quiso que la república que se levantara en Cuba fuese, así como obra de todas las manos, encarnación también de todos los anhelos justos: república cordial, amplia y dulce para todos. En el espíritu, verdaderamente cristiano del Maestro, la redención de su pueblo debía ser omnímoda y completa, es decir, que a la redención política había de suceder la económico social, para que su designio se cumpliera: vivir en patria libre y en comunidad de hermanos. Tal es el generoso sentimiento de Montecristi y de los admirables estatutos del Partido Revolucionario”.[4]

José Martí junto a otros miembros del PRC. Sus ideas fueron guía para el programa del PSC fundado por Tejera en 1899. Imagen: Tomada de Escambray

Tejera aspiraba a que el Partido obrero pudiese tener una representación en la Asamblea Constituyente y de este modo influyera en la carta fundamental de las futuras instituciones del país, y garantizara la justicia social y la dignidad del cubano, a través de métodos pacíficos, es decir, mediante la lucha legal y el sufragio universal.

Muchos elementos de la corriente liberal de corte positivista preconizaban la unidad de todas las fuerzas sociales de Cuba para resistir los embates externos, y percibían como un verdadero peligro cualquier manifestación de violencia social o de alteración del orden constituido que pudieran dar pretexto a Estados Unidos para intervenir militarmente en la isla. Ello explica, en parte, por qué personalidades como Enrique José Varona (1849-1933), temieran apoyar cualquier iniciativa que, según sus criterios, pudieran ocasionar algún resquebrajamiento de la unidad nacional y dieran lugar a otras intervenciones. Sin embargo, a pesar de estas opiniones que provenían de independentistas cubanos que habían mantenido una actitud vertical ante los problemas del país, Tejera no vaciló en continuar con su empresa y decidió cambiar el nombre de Socialista por el de Popular para reunir suficiente apoyo y poder participar en las primeras elecciones de una república que nacía intervenida.

También en el programa del nuevo partido, surgido en noviembre de 1900, está presente la mención al pensamiento martiano cuando en su artículo 19 se proclama “Porque tiene honda confianza en que la república nuestra será la república justiciera y cordial predicada por Martí”.[5]

Pero surgido en medio de circunstancias adversas, agudizadas por el divisionismo fomentado por los interventores yanquis y la traición de la burguesía nativa a los intereses nacionales, el Partido Popular pudo actuar durante muy poco tiempo.

El gobierno interventor impediría en 1901 la participación del Partido Popular Cubano en las elecciones. Imagen: Tomada de Cubadebate

El gobierno interventor impidió la participación de este partido en las elecciones al exigir dos horas antes de cerrar el plazo de formación de las comisiones de escrutinio, que el Partido Popular presentara 5000 afiliados para casi todas las ciudades y la mínima de 500 para poblaciones de menor importancia. Esta medida impidió de hecho la participación del Partido en las elecciones tomando en consideración el escaso número de electores existentes en la época. Este fraude fue denunciado oportunamente por Tejera el 18 de junio de 1901 en La Discusión. Meses antes, el 13 de abril de 1901, ya había denunciado públicamente el carácter expoliador del Apéndice Constitucional impuesto al pueblo cubano:

“La rechazo por su espíritu y por la forma en que nos ha sido presentada. Por su espíritu, porque es una limitación de nuestro derecho que no debíamos esperar, pues desde la famosa joint resolution todo nos había hecho creer que gozaríamos de independencia completa cuando estuviésemos pacificados. Y por la forma, porque se ha aguardado a que llegásemos cándidamente a redactar nuestra constitución y nos juzgásemos a punto de organizar nuestra república, para detenernos con una emboscada e imponernos brutalmente condiciones concebidas en secreto, y de tal naturaleza, que si no las aceptamos seguiremos intervenidos para siempre. Ha sido una burla, además de una iniquidad. Esa forma es la medida del desprecio que esa gente siente por nosotros”.[6]

Y pudo avizorar las consecuencias que tendría la penetración económica del capital norteamericano para los trabajadores cubanos, cuando dijo:

“Las clases trabajadoras son las que más han de sufrir si se establece en nuestro régimen la intervención americana. Aquí vendrán grandes capitales, se crearán monstruosos trusts que podrán explotar sin freno a nuestros obreros, pues nuestros débiles gobiernos nada podrán hacer que dañe en lo más mínimo el sacratísimo, el intangible “interés americano”. Ya sabrán nuestras clases trabajadoras hasta dónde llegan las exigencias y caprichos del omnipotente dollar”.[7]

Estas predicciones entroncaban con la visión que aportó Martí a finales de la década del 80 sobre el impacto de la penetración imperialista sobre nuestros pueblos de América.

Las relaciones de amistad de Tejera con Martí datan de 1879, cuando participó en las veladas organizadas por la Sección de Literatura en el Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa. Coincidentemente había estado en España en la misma época en que Martí sufrió su primera deportación (1871-1874), pero no se ha podido determinar si hubo algún encuentro entre los dos jóvenes revolucionarios. Poetas y admiradores ambos del genial Víctor Hugo, no resulta extraño que en 1881 Tejera al fundar y dirigir el periódico El Almendares, tuviera a Martí como uno de sus colaboradores en el exilio.

“Las relaciones de amistad de Tejera con Martí y la influencia que estas pudieron haber tenido en la obra política del primero, se aprecia de forma especial en las conferencias impartidas por Tejera a los obreros de Cayo Hueso entre 1897 y 1898”.

Entre 1885 y 1888 residió en Nueva York, a donde arribó fortuitamente cuando naufragó el barco que lo conducía a España, donde planificaba dirigir la recién fundada revista decenal La Ilustración Cubana, de Barcelona. Allí ocurriría un reencuentro con Martí que avivaría sus ideales patrios y compartiría con él la tarea de redactor de La América y El Avisador Cubano.[8] Años más tarde, un artículo dedicado al Héroe de Dos Ríos publicado en Patria el 16 de noviembre de 1895, rememoraba aquel encuentro:

“Al llegar esta vez a Nueva York, hace pocos días, experimenté la sensación de que me faltaba algo, y ese algo era la presencia de Martí. ¡Tanto me había acompañado otras veces y guiado a través de la imperial ciudad, que nunca después había podido evocar la imagen de ésta sin que al punto surgiese, como para iluminarla, el recuerdo del inquieto desterrado!”[9]

Tres años después, en 1891, dirigía en la capital de Francia la revista América en París, que contó entre sus colaboradores a Ramón E. Betances y José Martí, y en la cual, por orientación de este último, Diego Vicente escribió en varias ocasiones sobre la guerra necesaria. Un día le llegó el primer número de Patria (14 de marzo de 1892), en el cual no figuraba el nombre de Martí, pero Tejera supo reconocer que en este vibraba un alma “que conocemos, que admiramos y que amamos”.[10]

El periódico Patria constituyó la obra maestra de José Martí que contribuyó a la preparación de la guerra independentista de 1895. Imagen: Tomada de Trabajadores

En el periódico Patria, Martí apuntaba el 2 de julio de 1892 que la revista América en París y el “cubano irreductible” que la dirigía cumplía con su papel de órgano de los países de América que aún no eran independientes; es decir, Cuba y Puerto Rico, y resaltaba la lealtad sin límites de Tejera a las “patrias dolientes”.

Es por ello que el investigador Carlos del Toro no dudó en plantear que esta revista representó en la evolución ideológico-política de Diego Vicente Tejera “su identificación plena con el pensamiento revolucionario de José Martí y el programa internacionalista del Partido Revolucionario Cubano, cuya proclamación se había realizado el 10 de abril de 1892 en el Club San Carlos en Cayo Hueso y que incluía la liberación nacional de Puerto Rico”.[11]

Las relaciones de amistad de Tejera con Martí y la influencia que estas pudieron haber tenido en la obra política del primero, se aprecia de forma especial en las conferencias impartidas por Tejera a los obreros de Cayo Hueso, entre 1897 y 1898. Al mismo tiempo que contribuyeron a lograr la unidad de los trabajadores socialistas y la divulgación de las concepciones de Tejera acerca del futuro ordenamiento político y social de Cuba, dichas conferencias evidenciaron la identificación del dirigente socialista con Martí al hacer en estas menciones sistemáticas a la obra y al proyecto revolucionario del Apóstol.

“Mi voto va a Martí, que no fue un simple apóstol de nuestra independencia, sino su obrero más infatigable”.

A través de sus propios testimonios, y los de Martí, se hace evidente que los encuentros de ambos no fueron esporádicos ni superficiales, por ello se apresura en 1897 a “dar los elementos con que ha de componerse la imagen definitiva de ese hombre que será o es ya, la primera o una de las primeras figuras de la historia patria”.[12]

En la encuesta que realizó la revista El Fígaro, en abril de 1899 con el fin de inquirir, de las más destacadas personalidades revolucionarias, políticas e intelectuales de la época, qué estatua debía ser colocada en el Parque Central para sustituir la que anteriormente existió de Isabel II, entre las opiniones que resultaron favorables a Martí estuvo la de Tejera, quien para fundamentar su voto expresó:

“Mi voto va a Martí, que no fue un simple apóstol de nuestra independencia, sino su obrero más infatigable. En lo que cabe que un hombre personifique un acto colectivo, Martí personifica nuestra última y victoriosa revolución. Él la preparó, hizo más, la violentó: empujó a la acción de todos, al soldado, al jefe, y cuando en los primeros días no había más que vacilaciones y reservas, su fe de iluminado, su fe personalísima bastó para animarlo todo. Nadie le ha dado a Cuba más que él: toda la luz de su extraordinaria inteligencia, todo el tesón de su poderosa voluntad, todas las promesas que el mundo hace a seres tan completos como él y, por último, la vida.

“Cualquiera otra figura que se alce en el corazón de nuestra capital, no se alzará al mismo tiempo en el corazón de nuestro pueblo, si aquella figura no es la de Martí”.[13]

“El pensamiento martiano, presente en el pensamiento del socialista Tejera, brindaba a esa lucha un basamento ideológico de indiscutible valor”.

Es significativo que Tejera define a Martí como un “obrero”, identificándolo con aquellos que acogieron y apoyaron sus planes revolucionarios y que después de terminar la contienda, fueron olvidados. Desde fecha temprana Tejera pudo vislumbrar la posibilidad de que la oligarquía cubana llegara apropiarse del poder político, dejando intactas las estructuras de la colonia, y en ese caso “entonces el cubano patriota y pensador, si alguno quedó, se preguntará, con llanto de dolor y de vergüenza, para que predicó y murió Martí”.[14]

La muerte temprana de Diego Vicente Tejera, el 5 de noviembre de 1903, impidió la realización de sus aspiraciones de continuar batallando por una sociedad más justa, pero su prédica y acción ofrecieron valiosas enseñanzas para el proletariado cubano que se propuso luchar no solo contra la explotación capitalista, sino también contra la penetración económica del imperialismo norteamericano, la Enmienda Platt y la discriminación del negro. El pensamiento martiano, presente en el pensamiento del socialista Tejera, brindaba a esa lucha un basamento ideológico de indiscutible valor.

Notas:


[1]Diego Vicente Tejera. Textos Escogidos (selección e introducción de Carlos del Toro). Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1981, p. 102.

[2] Op. cit., p. 101-102.

[3] Op. cit., p. 87.

[4] Ibid.

[5] Op. cit., p. 95.

[6] Op. cit., p. 96.

[7] Idem.

[8] Op. cit., p. XXII.

[9] Op. cit., p. 55.

[10] Op. cit., p. 61.

[11] Op. cit., p. XXXII.

[12] Op. cit., p. 55.

[13] Op. cit., p. 90.

[14] Op. cit., p. 173.