Conocí de la existencia del libro Habana del Centro, de Fina García Marruz, cuando apareció su Obra poética, en dos tomos, publicada por la editorial Letras Cubanas en 2008. Habana del Centro, fechado en 1997, incluye, entre otros poemarios, Créditos de Charlot y Viaje a Nicaragua. Allí aparece, no sé si por primera vez, uno muy singular: Nociones elementales y algunas elegías. Me ha llamado la atención dentro de la obra poética de Fina García Marruz por su tono humorístico, y su libre regocijo con las coincidencias ilógicas que la visitaron al leer un volumen decimonónico de instrucción primaria, denominado El educador popular.

Explica en el proemio —“Razón de este librillo”— cómo entró en contacto con él:

Debiendo permanecer las mejores horas de la mañana, y algunas de la tarde en mi silla de trabajo y habiendo demasiado calor algunos mediodías, teniendo que revisar todas las publicaciones del pasado siglo donde se hallan escasas, aunque venturosas, sorpresas, mi desdichada atención, que solo de poesía se alimenta y por ello pasa hambres, topó en estas disciplinas con los cuatro tomazos de El educador popular, que editaba en New York el librero amigo de Martí, Néstor Ponce.[1]

“Siente la mirada de Martí sobre estas páginas finiseculares”.

La intención de prestigiar este libro encontrado se advierte desde el párrafo inicial que cito anteriormente, no obstante, aún insistirá más en su valía. Nos dice que siente la mirada de Martí sobre estas páginas finiseculares y se pregunta si acaso fue El educador popular de utilidad en el hogar de los Mantilla. Nos describe su contenido: nociones elementales que debían poseer los niños acerca de geometría, gramática, física, historia, algo de poesía; alaba su tono serio y respetuoso (“sin aniñamiento de ñoñez”, p. 208), como si se hablase “a ingenieros que tuvieran cinco años o a gramáticos de seis”.[2]

Imágenes: La Jiribilla

El educador popular le provoca añoranza y es como si quisiera disculparse de su entusiasmo cuando dice: “Yo siempre deseé hacer de nuevo la primera enseñanza, que hice, ay, tan incompleta, que me he pasado la vida cojeando de su falta”.[3] Opina que es en esta etapa donde se realizan los aprendizajes verdaderos que ya no puede emprender a sus años. Esta escritora, que matriculó en la Universidad de La Habana en la década del 40, que se licenció en Ciencias Sociales, y que al momento en que escribe esas líneas es una autora más que consagrada, ha escrito un juego poético sobre los textos de El educador popular como quien tiene la oportunidad de reparar, al fin, una falta, una carencia. Y lo hace con regocijo porque el viejo libro le provoca alegría: el choque de sus pies de grabados, sus ejemplos gramaticales que pasan abruptamente de un asunto a otro, los luminosos descubrimientos que yacen detrás de los postulados de la física, le incitan el deseo de suplir con la poesía la falta de lógica que se desprende de la convivencia de estos elementos tan dispares.

El educador popular también necesita de la poesía, la única que puede crear nexos entre sus partes, llenar sus vacíos, reparar ese algo que le falta. Fina concibe un conjunto extenso de poemas que despliegan con agilidad formas variadas, métricas y libres, en versos predominantemente cortos en la sección dedicada a la gramática inglesa y española, y más largos en la de la física, aunque sin llegar al versículo que la caracteriza en otras composiciones. Cuestiones de gramática, historia, pies de grabados, le despiertan el placer del juego y la nostalgia. Según ella, en algunos poemas predominan las citas textuales y en otros el despegue de su propia imaginación. A modo de ejemplo, muestro el crecimiento poético de una simple ilustración de verbos de lengua inglesa (To knit, to burn: tejer, arder) que la poeta llena de sentido anulando su simple y azarosa proximidad didáctica:

“Gramática inglesa”

TO KNIT, TO BURN  

Tejer, arder, interrumpir.
Barrer la lluvia. Sentarse.
Mientras, de dónde. Trabajar, cantar.
(Y despedirse, incesantemente).[4]

En la introducción, el tono de pretendida disculpa desborda ironía. Llama al poemario librillo varias veces. La ensayista Milena Rodríguez habla de esa estrategia tan típica de la escritura femenina desde Sor Juana, que es el topos de la subvaloración o la falsa disculpa: “Las mujeres, desde Sor Juana (bien lo sabe Fina que ha publicado un estudio extraordinario sobre la autora de Primero sueño), escriben, o dicen escribir, papelillos”.[5]

Recuerdo, a propósito, una sentencia o refrán de los estudios de Latín que rezaba: “Quien se acusa a sí mismo no puede ser acusado por los demás”. Vale la defensa, antes de ser calumniada, o, como decimos en español: “Poner la teja antes de que caiga la gotera”.

La poeta asume también otra falsa disculpa, esta vez por el tono del libro: “No he querido eludir el tono humorístico —tantas veces híbrido en poesía—, ya que aspiro a que este librillo lo sea más bien de casual entretenimiento poético o recordada información, viéndome suficientemente premiada si con él pudiera obtener, más que algún improbable o tosco aplauso, algunas silenciosas y ligeras sonrisas” (p. 209). Es decir, como que se excusa por no ser grave, esto ha de ir contra aquellos serios señores y señoras que opinan que el humor es un género menor.

No creo que la autora suscriba esta opinión, y más cuando ha escrito (y publicado) un libro de humor inteligente, al que no le faltan, ciertamente, y además del admirable ingenio y buen talante, asuntos graves, lirismo y, como ha exigido ella a su poesía, el acercamiento a una dimensión desconocida de lo conocido. Sumergirse en el mundo infantil de la enseñanza primaria para aprehender el mundo desde las “preguntas incontestables” de los pequeños (“Del signo de interrogación”),[6] o sea,  como un niño, es, según Jesucristo en el evangelio de Marcos y en el de Mateo, la única forma cierta de entrar en el reino de Dios.

Para finalizar, quiero ofrecerles aquí uno de los ejemplos más divertidos del poemario en cuestión, que se refiere a un tema de gramática española:

“Verbos defectivos”

Sí, desde luego,
les falta
la primera persona,
y la segunda,
y hasta la tercera,
o nada más que pueden conjugarse
en el pretérito siempre imperfecto,
desde luego
que, con toda razón
y sin que se sientan,
habrá que considerarlos
defectuosos, absolutamente
indignos
de estar junto a los otros
verbos, que tienen pasado
pero también futuro,
y sobre todo presente,
y que cuentan con todas las personas.[7]

“El paralelismo es irónico, incisivo y muy divertido”.

Hemos de ver aquí la alusión risueña, pero aguda, a la actitud discriminadora de los seres humanos ante lo diferente, lo no canónico. Son estos verbos “absolutamente / indignos / de estar junto a los otros”, por todo lo que “les falta”; enfatiza estas dos frases con el recurso de la sabia partición del verso. Pero hay que observar atentamente el final: en la sociedad humana es de los más pobres, de los desvalidos, de los que se acostumbra a decir que no tienen futuro (ni pasado ni presente): los “perdedores”. Realmente los que no son pobres, o desvalidos o diferentes, son los que habitualmente “cuentan con todas las personas”. El paralelismo es irónico, incisivo y muy divertido.

Creo que lo hasta aquí comentado basta para incitar a esta placentera lectura. Nociones elementales y algunas elegías no es un libro menor en la obra de Fina García Marruz, sino un conjunto que vale la pena leer detenidamente y meditar.


Notas:

[1] Fina García Marruz: Obra poética, Letras Cubanas, La Habana, 2008, 2t, (TI 445 pp., TII 380 pp.), p. 207.

[2] Ibídem, p. 208.

[3] Ibídem.

[4] Ibídem, p. 211.

[5] Milena Rodríguez Gutiérrez: “Entre el cacharro doméstico y la Vía Láctea: el compromiso poético de Fina García Marruz”. En: Encinar, A.; Valcárcel, C. (eds.). Escritoras y compromiso: literatura española e hispanoamericana de los siglos XX y XXI, Madrid: Visor Libros, 2009, (Biblioteca filológica hispana; 111), pp. 1163-1179. Disponible en: http://hdl.handle.net/10481/34688.

[6] Fina García Marruz: Op. cit., p. 224.

[7] Ibídem, p. 223.