En 2005 Rubem Fonseca recibió el Premio de Narrativa José María Arguedas, otorgado por Casa de las Américas, por su libro de cuentos Pequeñas criaturas. Fue el quinto escritor latinoamericano en merecerlo, después del nicaragüense Sergio Ramírez, el argentino Miguel Bonasso, el chileno Antonio Skármeta y la costarricense Anacristina Rossi.
El brasileño, nacido en 1925 en Minas Gerais y fallecido en 2020 en Río de Janeiro, ciudad que identifica, como enclave geográfico, buena parte de su literatura, es autor de historias que, “escritas desde una perspectiva que privilegia la dimensión individual”, tratan “conflictos que agobian al hombre contemporáneo —como la discriminación, la pobreza, la violencia—; pero sobre todo, tratan temas eternos como el amor, la muerte y la soledad. Implacable en apariencia, pero lleno de piedad por sus ‘criaturas’, Rubem Fonseca les concede el sentido del humor y la cantidad de páginas estrictamente necesarias para que perduren en la memoria de los lectores”, leemos en la contraportada del libro.
Un año antes, en 2004, la editorial Arte y Literatura publicó Agosto, que es considerada su novela más importante, fusión de géneros como el histórico, el negro y el thriller político. La novele recrea, mezclando sucesos reales y ficticios, sucesos ocurridos en Brasil en agosto de 1954, desde el asesinato del empresario Paulo Machado Gomes Aguiar hasta culminar con el suicidio del presidente Getúlio Vargas. La novela fue adaptada por TV Globo para una miniserie protagonizada por José Mayer y Vera Fischer.

Y ese mismo año —en el siguiente, 2005 Brasil fue el país invitado de honor de la Feria Internacional del Libro de La Habana— su novela El gran arte, publicada por primera vez en 1983, se editó por el Fondo Editorial de Casa de las Américas, que le dedicó su Semana de Autor. Entonces presentó, además, la película Bufo & Spalianzani, basada en su novela homónima. “La especie humana necesita de la literatura no como simple medio de entretenimiento, sino porque es únicamente mediante ella que el hombre puede conocerse a sí mismo y llegar a descifrar cómo son los demás”, dijo en esa ocasión.
Rubem Fonseca, por tanto, no es un escritor desconocido para el lector cubano, aunque encontrar sus libros, las mencionadas ediciones, no resulta tarea sencilla en estos momentos, más allá de librerías de uso, para los que se interesen en la literatura de quien fue el autor contemporáneo más importante de Brasil, merecedor, entre otros, del Premio Camoes en 2003, el más prestigioso galardón literario en lengua portuguesa; el de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo 2003; del Premio Konex Mercosur a las Letras en 2004 y del Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas 2012.

Por eso, en el año de su centenario, ocurrido exactamente el pasado 11 de mayo, Ediciones La Luz, sello de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Holguín, realizó un homenaje al autor de libros de cuentos como Lucía McCartney, Feliz Año Nuevo (censurado por la dictadura brasileña cuando se publicó en 1975), El cobrador, Novela negra y otras historias, El agujero en la pared, La cofradía de los Espadas e Historias de amor.
Lo hizo con la realización de un panel en la sala Víctor Jara de la Biblioteca Provincial Alex Urquiola —como parte del espacio “Oda a la joven luz” que realiza junto a la Sección de Literatura de la AHS holguinera y el Centro Provincial del Libro y la Literatura— integrado por el narrador y dramaturgo José Luis García, el también narrador y diseñador Robert Ráez y quien escribe estas líneas. De esta manera el público presente (y también online) pudo conocer sobre la vida y la obra de uno de los narradores más innovadores y cuyos libros han influido a varias generaciones, no solo del gigante sudamericano y en lengua portuguesa, sino de las letras del siglo XX y el XXI.
José Luis García, merecedor del Premio Alejo Carpentier de novela 2020 por El auriga del carro alado, destacó cómo los oficios de Fonseca, antes de dedicarse a la literatura, influyeron en los temas y abordajes de su obra y en que sea considerado un maestro del neopolicial. Fue policía (aunque de oficina y más tarde como una especie de juez de paz) y abogado. Así pudo observar de cerca la corrupción y la violencia, tanto entre ciudadanos como la del Estado hacia estos. Y esta oportunidad de observar sería crucial para el desarrollo de su estilo narrativo. García —quien conoció a Fonseca en La Habana— recordó como el narrador prefirió el anonimato y se rehusó a dar entrevistas a la prensa.
Robert Ráez, por su parte, se enfocó en el personaje Mandrake, un peculiar investigador, mujeriego, cínico y amoral, conocedor del submundo carioca, creado por Rubem Fonseca y llevado a la televisión; recorriendo su aparición en cuentos y novelas en los que, generalmente, retrata en estilo seco, áspero y directo, la lujuria sexual y la violencia humana, en un mundo donde ricos, marginales y asesinos se mezclan y sobreviven.

El autor de novelas como El caso Morel, El salvaje de la ópera, El enfermo Moliere, Diario de un libertino y Mandrake, la Biblia y el bastón, escribió con el coraje para mostrar lo que la mayoría no se atrevía a decir, en años donde eran considerables las diferencias sociales en el país y, con ellas, la desigualdad y la pobreza de la mayoría del pueblo.
“La estetización de la derrota y la ironización del fracaso social parecen ser la respuesta de una literatura que, bajo la apariencia del cinismo, acostumbra al lector a descartar todas las respuestas, mientras le dice que en esa nada, en esa negación de toda moraleja y utopía, subyace la única posibilidad de elevación que nos queda: el conocimiento sin maquillajes de nosotros mismos”, escribió sobre su obra el crítico colombiano Efrén Giraldo.
De esta manera, Ediciones La Luz recordó la literatura de un autor esencial, más allá incluso de las clasificaciones genéricas, en el año de su centenario: el brasileño Rubem Fonseca.

