Incontables son los artistas de nuestras artes plásticas y gráficas que han abordado en sus obras la figura de José Martí. De ahí que no nos cansemos de decir: Martí es un género del arte cubano. No obstante, en vida de nuestro Héroe Nacional, sólo se conoce un óleo, el que le hiciera el pintor sueco Herman Norman, en Nueva York, en 1891, para el cual posó en su despacho de 120 Front Street. A esta obra hay que sumar los cuatro dibujos del joven Bernardo Figueredo Antúnez, en particular, el que le hizo a Martí mientras dormía en el coche Pullman, durante el viaje que ambos realizaron por tren desde Baldwin a Jacksonville, en el estado de Florida.  

Sin embargo, con particular regularidad por parte de los investigadores interesados en el tema, se han pasado por alto tres obras existentes en el Museo Oscar María de Rojas, de la ciudad de Cárdenas. A saber: el óleo sobre tela de Luis Salazar, sin más datos en su ficha técnica que la del formato (29,5 cm x 24 cm); un creyón sobre cartulina cuyo autor se desconoce y que fuera donado por Domingo Martínez a dicho museo, y un dibujo de Alfredo Aponte, concebido durante la década del 20 del pasado siglo.

Obra en creyón sobre cartulina, de autor desconocido, donado por Domingo Martínez al museo cardenense.

En alguna medida este soslayo investigativo tiene su explicación en el hecho de que las dos primeras obras, sin data cierta, no le aportan nada nuevo a la imagen que nos ha legado la iconografía fotográfica de Martí y la de los notables pintores retratistas que la asumieron durante el período republicano. ¡Pero, atención! Todo este desinterés desaparece de repente si damos oído a la condición de tabaqueros de los pintores antes citados. Interés, por demás, que se acrecienta a partir de otras particularidades entre históricas y estéticas relacionadas con la obra de Salazar y la de Aponte.  Veamos.

Óleo sobre tela de Luis Salazar (29,5 cm x 24 cm), Museo Oscar María de Rojas, de la ciudad de Cárdenas.

En el caso de Salazar, se da por cierto que concibiera su óleo durante una de las estadías de Martí en Tampa, en el período de su decisiva campaña patriótica entre los tabaqueros cubanos residentes en esta localidad floridana. Mientras que, con respecto a la obra de Aponte, su interés reside en haber realizado su dibujo de nuestro Héroe Nacional sobre una hoja de tabaco. Soporte, a no dudar, cuyo valor simbólico se manifiesta único e insustituible para representar al hombre que un 26 de noviembre de 1891, en el Liceo Cubano de Tampa, concluyó su discurso a los cubanos allí presentes, en su mayoría tabaqueros, con estas memorables palabras: “Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: Con todos, y para el bien de todos”.  

Por último, es oportuno recordar, que la bandera nueva a la que hace referencia en su discurso Martí, ondeó por primera vez en Cuba, en la ciudad de Cárdenas, un 19 de mayo de 1850. Ella es, para orgullo nuestro, portadora de un novedoso diseño, que la ubica en esta función entre las primeras de la cultura visual de vanguardia de su tiempo.