Byung Chul Han en su libro Hegel y el poder realiza una reflexión acerca de la continuidad y la esencia del control a través de los agentes que lo ejercen. Hay que hablar aquí de un interés que se centra en la construcción, preservación y crecimiento del poder como principio y fin del poder mismo y como pilar de la historia. Para Chul Han existe en la sociedad una tendencia que se evidencia a partir de la amabilidad como un síntoma de que se posee una agencia sobre el otro. Cuando se nos obedece y más aún cuando esto ocurre sin violencia; podemos hablar de que se dispone de un mandato real y tangible. La continuación de las acciones del líder por parte de los subordinados es casi un acto de coherencia estética. Para esto, Chul Han se sirve del entendimiento de la historia desde la óptica de Hegel.
Fue con la modernidad y más aún con la Filosofía Clásica Alemana (FCA) que comienza una reflexión en torno al poder vinculada a la política real y separada de las mediaciones de lo divino o de la mistificación que hasta entonces acompañaron las obras en torno a la construcción de agencias concentradoras de autoridad. Si bien en la antigüedad la Grecia de los grandes pensadores acumuló razonamientos acerca de cómo se ejercía la opinión, la vida pública y la política; en todo ello había siempre un componente que colocaba la solución de los problemas más allá del plano humano. Los mitos antiguos eran en última instancia el territorio en el cual se hallaba la esencia de los conflictos. La naturaleza invertida de la religión no permitía que las cuestiones de núcleo, esas en las cuales se define el debate, se colocaran sobre la mesa. Pero la modernidad, con su énfasis en la expansión global, la materialidad del trabajo, el poder terrenal y el orden burgués; requería de obras que desde la filosofía política le dieran un bagaje al nuevo mundo. Hegel dirá que detrás de la aparición de las ideas modernas estaba la astucia de la razón con su movimiento perpetuo. Lo cierto es que, amén de mistificaciones, la propia necesidad material de la dialéctica de la historia obtuvo su expresión en esas obras.
“La conciencia se ha tornado un campo visible y abierto en el cual mediante las tecnologías de la convergencia se puede ejercer dominio como si de un terreno se tratara”.
La FCA pose en Hegel su expansión y acabamiento. Hay una continuación entre la Revolución Francesa y las ideas del pensador alemán en el sentido de la relación entre la materialidad y la producción espiritual. Si para el filósofo había que derribar lo que estaba unido al viejo mundo mediante el uso del pensamiento crítico de la historia; para las acciones que dieron paso a los sucesos en Francia había una necesidad material expresada y contundente. En ambos planos, la historia se estaba destotalizando para volverse a totalizar en su movimiento perpetuo sobre el eje de la misma historia. Chul Han cree que en vistas a que Hegel reflexiona sobre el poder como parte de ese todo en movimiento, existe una expresión en la propia agencia particular del poder. O sea, cuando se ejerce un mandato sobre el otro y este último obedece, se está dando una síntesis de opuestos a partir de la propia contradicción. Uno prevalece y otro es anulado, pero en ambos pervive la creación de un tercero. La triada perfecta de la dialéctica de la historia ya está servida. Aquí hay que decir que la deconstrucción moderna del poder por parte de la FCA no hubiera sido posible sin otras deconstrucciones más evidentes y físicas como la de la propia Bastilla reducida a ladrillos por los revolucionarios.
“Cada una de las guerras mundiales fue precisamente un enfrentamiento entre dos opuestos que dieron paso a un tercer actor. Las triadas se suceden en la medida en que la propia esencia de la historia las pide”.
Pero ese ensayo de Chul Han es algo más, es una reflexión sobre la amabilidad. Se es amable porque se posee un poder incuestionable, uno que te permite no ser violento para prevalecer. La historia transcurre sin sobresaltos porque los poderes tradicionales poseen su agencia y continuidad sin que haya un reto, un segundo acto en la propia narrativa que los niegue. La capacidad de anular siempre al subordinado hace que el superior tenga la amabilidad de no hacerlo. Vayamos por ejemplo a la obra de Miguel de Cervantes. Don Quijote es el superior de Sancho, lo lleva a las andanzas y lo mezcla con las locuras de las cuales se nos narra en la novela. De hecho, hay una contaminación del espíritu del escudero que proviene de la agencia del caballero. Ambos de alguna manera están en constante contradicción porque representan dos mundos. Don Alonso Quijano es el viejo mundo que pervive con sus alucinaciones, Sancho el nuevo, que aún no posee alma y que se está haciendo poco a poco a partir de su proceso de construcción. Pero la construcción es también deconstrucción y en la medida en que Don Quijote se destotaliza, Sancho se totaliza. La belleza de las acciones tiene que ver con ese movimiento de la historia que se nos refleja a partir de los relatos que componen el sentido de la obra. La realidad se nos presenta metamorfoseada por la vista de Don Quijote, pero a la vez contamos con la mirada de Sancho a manera de contrapunteo realista y crítico. Uno es la era medieval, el otro el humanismo descarnado que comprende las cuestiones en su concreción. El poder fluye de manera simbólica, creando una triada donde el tercer acto es algo totalmente distinto.
“Dostoievski quería que comprendiéramos la esencia de la lucha del hombre con algo más que lo habita, pero que no le pertenece, que lo invade y lo anula. Ese algo es, no obstante, invisible. No podemos palpar su materialidad, pero tampoco negar que sea material y terrible. Y es que en la medida en que el hombre lucha, se va tornando ese otro contra el cual hubo alguna vez una resistencia real”.
No es solo hablar sobre la esencia del poder, sino de su comportamiento, de su empaque. Y la verdad es que cuando se mira hacia atrás en la historia, parafraseando al ángel de Walter Benjamín, no es nada halagüeño. A la violencia y la destrucción hay que añadir la creación de una verdad tangible que va más allá de los desmontes discursivos. En la medida en que se destotalizaba la historia se abría un capítulo más de destrucción que no era nada más que la propia continuación del poder en el otro, el intento por adecuar al otro que a la vez ya no reverenciaba el orden establecido. Cada una de las guerras mundiales fue precisamente un enfrentamiento entre dos opuestos que dieron paso a un tercer actor. Las triadas se suceden en la medida en que la propia esencia de la historia las pide. El choque en el frente del este entre soviéticos y nazis podía leerse como una batalla entre hegelianos de izquierda y de derecha. Los primeros en pos de la dialéctica y la ruptura. Los segundos a favor del sistema de pensamiento que privilegia la totalización con la idea absoluta. Lo interesante del poder en Hegel es que el poder aparece como consustancial a la historia y pareciera que la historia está hecha de poder y de pérdida de poder.
“La producción de ideas no procede de manera paralela sino tangencial a la conflictividad de la historia y no podemos hablar de pensadores, si no los situamos en la materialidad de su momento”.
Volviendo al uso de la literatura como ejemplo para objetivar estas tesis, ¿cuál es la triada que se impone en la lucha de Raskólnikov? Dostoievski quería que comprendiéramos la esencia de la lucha del hombre con algo más que lo habita, pero que no le pertenece, que lo invade y lo anula. Ese algo es, no obstante, invisible. No podemos palpar su materialidad, pero tampoco negar que sea material y terrible. Y es que en la medida en que el hombre lucha, se va tornando ese otro contra el cual hubo alguna vez una resistencia real. Lo uno, ese primer acto de la triada, se quiebra al contactar con lo otro y se comienza un tercer momento en el cual se destotaliza el sujeto del cual se discursa. Aquí hay una alienación aparente de la conciencia de Raskólnikov, pero eso no es lo que el autor quiere que pensemos, no es hacia allí el punto de reflexión que se debate en el seno de la obra. El surgimiento de una tercera conciencia parte del acto de violencia. El asesinato nos lleva a una naturaleza nueva, una especie de nacimiento, de alumbramiento de la conciencia en el cual, paradójicamente, el personaje piensa incluso con mayor lucidez y logra comprender los tres estadios por los que pasó antes de llegar hasta allí. Pareciera que la historia estaba recorriendo un camino hacia la disolución al llegar a un quiebre moral, pero luego de la muerte había otro mundo desconocido que emula con lo noúmeno kantiano. Lo no nominado, lo no dicho, aparece como una revelación de la esencia que antes era puramente una presentación fenoménica del proceso.
¿Qué papel juega la materialidad en ese procedimiento de triadas que explica el movimiento del poder? Chul Han hace una elección correcta al querer que las explicaciones emanen de la obra hegeliana. La historia es material porque no puede ser de otra forma y la conciencia es materia en movimiento. Esto, claramente, no lo formula Hegel de esta manera, ya que en su visión todo eso queda contenido en el sistema de la idea absoluta, especie de noúmeno a lo hegeliano en el cual se resuelve la conflictividad del mundo. Pero quien posea percepción suficiente podrá ver que es en la materia donde estas esencias se dirimen y que a la vez tal proceso se da al unísono en lo espiritual. La producción de ideas no procede de manera paralela sino tangencial a la conflictividad de la historia y no podemos hablar de pensadores, si no los situamos en la materialidad de su momento. El poder, la amabilidad del poder de la cual habla Chul Han, son formas expresas del núcleo de la historia. El Imperio Británico en su etapa de mayor expansión trató de crear una identidad imperial multicultural, especie de poder inteligente que negaba el pasado de violencia que hizo posible la conquista. En este proceso de construcción simbólica, los guardias del virrey de la India eran indios y vestían con atuendos locales, se hablaba de una bandera propia de la colonia que aunaba la Unión Jack con elementos locales. Ese es el origen de los lazos geopolíticos de la posmodernidad en la cual de forma líquida están aún contenidas las tensiones coloniales del pasado y que sopesan sobre la estructura del mundo. Se era amable porque ya no había otro, se había arrasado con el otro y el otro y lo uno eran una misma cosa, por ende, el poder se ejerce de forma apacible, risueña, con saludos desde lo alto a la plebe que se mueve displicente en las calles. Lo simbólico, que es también producción de ideas, atraviesa tangencial una materia que lo expresa y sustenta.
“Hollywood es una extensión del Pentágono, una manera en la cual el poder armado se hace amable y se introduce en nuestras casas para convivir como uno más de la familia”.
¿Hay conciencia moral en el uso del poder? Como dijera Nietzsche, la moral de la culpa es la moral concebida para los esclavos, constituye un mecanismo sometimiento en el cual no solo se conforma la materialidad de los subordinados, sino sus ideas. De esta moral está hecha la idea del otro que lo uno le impone. El poder inteligente es que el subordinado comparta la racionalidad de lo irracional y justifique el ejercicio de la violencia en caso de ser necesario. Sobre la Alemania Nazi hay un montón de bibliografía y un juicio moral culposo perenne. Ese poder fue sometido a bombazos por el Ejército Rojo y las fuerzas aéreas combinadas de los aliados (ver el famoso bombardeo de Dresde); pero no hay lo mismo sobre el Imperio Británico. Más aún, existe toda una producción simbólica en la cual se nos presenta como una estructura civilizada y superior que contribuyó con el adelanto de los pueblos. La pesada carga del hombre blanco sigue siendo, junto a las metáforas de la obra de Kipling, la base de ese ejercicio simbólico y amable del poder. En los canales de YouTube está prohibido mostrar la suástica y se penaliza, pero la Unión Jack o los símbolos de la expansión británica gozan de espacio y divulgación. Hollywood nos muestra un Churchill que es como un libertador del mundo, pero obvia la continuidad de este como parte del sujeto de poder. Una realidad que se vio en la propia propuesta del Primer Ministro cuando habló de la Operación Impensable (invasión de Europa del Este ocupada por la Unión Soviética). Una vez más vemos cómo la historia está hecha de poder en movimiento y cómo el terreno en el cual ello ocurre es en la materia del otro. Churchill no es solo el héroe nacional que nos muestra el cine, es el imperialista que desde joven exaltó los valores de un sistema colonial que a través de la materia del personaje se hacía tangible, real y pesada para aquellos que eran el otro cultural. La moral del poder es la validez de su propia extensión en el otro, allí halla justificación, racionalidad, ética y sustento. Para eso posee sus escritores orgánicos. De hecho, Hollywood es una extensión del Pentágono, una manera en la cual el poder armado se hace amable y se introduce en nuestras casas para convivir como uno más de la familia.
“Chul Han quiere que nos embarremos de la historia, porque la historia está hecha de lodo y sangre, no de salones y perfume”.
La obra de Chul Han es sabia en el sentido de aunar lo occidental con lo oriental y brindarnos un aire de coherencia en un mundo que privilegia el fraccionamiento. No es que el autor reivindique lo unitario del sujeto de poder académico y nos hable desde ese autoritarismo, sino que comprende las grietas de ese modelo y nos propone caminar a través y verlo sin cortapisas morales. Chul Han quiere que nos embarremos de la historia, porque la historia está hecha de lodo y sangre, no de salones y perfume. Los buenos olores que posee el poder son aquellos que surgen del despojo y de lo maloliente y de eso existe memoria. En novelas como El 93 de Víctor Hugo podemos sentir los hedores de las plazas en las cuales se ejecutaban las personas durante el peor periodo de terror en la Revolución Francesa. No eran los perfumes de María Antonieta lo real, sino la sangre pútrida de los carromatos en los cuales se llevaban los reos y las bocas hediondas de los que clamaban muerte. Pero hay más que lodo, hay cansancio, una metáfora que hemos visto en otras obras de Chul Han. Y si en Benjamín lo que podemos palpar de la historia son los desastres y el nihilismo, en el caso de Chul Han eso se nos devuelve en una sensación de hastío. La conexión con los últimos años del siglo XIX y la preguerra a 1914 surge sola y nos avisa de que quizás lo peor de esta era presente está por verse. Hay un cansancio que no es físico, sino que surge de la imposibilidad de explicar el caos.
“La obra de Chul Han es sabia en el sentido de aunar lo occidental con lo oriental y brindarnos un aire de coherencia en un mundo que privilegia el fraccionamiento”.
Si la moral que vemos es esclava y el poder se mueve a partir de su extensión desde lo uno hasta lo otro en triadas hegelianas, ¿cuál es la racionalidad humana de esta esencia? ¿podemos hablar de humanismo en la historia? La forma en la cual la materia se nos presenta es la de un caos en su visión particular y en la ausencia de un sistema como tal. El movimiento, si bien es visible, no expresa la racionalidad hegeliana interna de un ser o idea absoluta. Todo eso, para el siglo XIX, estaba bien, pero en el siglo XXI el poder con su extensión constante desde lo uno a lo otro no nos conduce a otra cosa que a más caos. Se puede ver en la aparición de enfermedades contagiosas como virus que sospechosamente causan ganancias a quienes compran las patentes, el conocimiento y el acceso interno del fenómeno médico. Pareciera que el poder posee el virus y la vacuna y que ambos momentos son la naturaleza de una triada. La predictibilidad de estos hechos nos deja un mal sabor. Ver a un millonario como Bill Gates lanzar “adivinaciones” con respecto al coronavirus nos encendió esas alarmas. No hay pruebas, pero casi no tenemos dudas de ese movimiento frío del poder occidental. El poder es dueño de la ciencia, pero al usarla solo causa mayor mal y nos impone una moral esclava en la cual cualquier cuestionamiento cae dentro de la etiqueta de “teorías de la conspiración”. Los sitios de chequeo de datos pagados por fortunas privadas occidentales funcionan como controles de daños y así el poder se extiende en nuestra conciencia. Somos los indios del presente y el planeta se ha convertido en la India británica dominada no ya por mecanismos simbólicos, sino por poderosas agencias.
“Se puede ver en la aparición de enfermedades contagiosas como virus que sospechosamente causan ganancias a quienes compran las patentes, el conocimiento y el acceso interno del fenómeno médico. Pareciera que el poder posee el virus y la vacuna y que ambos momentos son la naturaleza de una triada”.
En el medio debería estar la virtud, ese punto entre los extremos del cual hablara Erasmo de Rotterdam, pero hallarlo parece imposible. Los pensadores no deben moverse en las sombras y a veces los deseos y las utopías son solo eso. En la era de la información multiplicada, el poder posee mayor materialidad para extenderse. La conciencia se ha tornado un campo visible y abierto en el cual mediante las tecnologías de la convergencia se puede ejercer dominio como si de un terreno se tratara. El asesinato que marca el quiebre de la conciencia en Raskólnikov es un suceso constante, repetido infinidad de veces, a una velocidad que lo hace imperceptible. No obstante, para hacer justicia al interés de Chul Han, hay que reconocer que todo acontece con aparente amabilidad.

