Memorias de un premio
Confieso que soy un asiduo lector de entrevistas, esos enriquecedores diálogos que permiten no solo conocer la destreza del entrevistador, sino también —indudablemente lo más trascendente— pasajes a veces insospechados de la vida del entrevistado.
Así me ha sucedido cuando, al leer una de las tantas entrevistas concedidas a lo largo de su extensa vida intelectual por la escritora Dulce María Loynaz, pude descubrir algo poco conocido: la autora de Poemas sin nombre había participado, en su adolescencia, en un concurso literario familiar.
“Organizamos un concurso poético —afirmaba— y nombramos a los abuelos, por su mayor edad y autoridad, jueces en el torneo. Presentamos todos nuestras composiciones y yo gané el premio con un poemita un poco cursi, pero curiosamente bien medido y rimado sin saber nada de metros”.
Quizás conocían de este “singular” certamen —que solo tuvo como concursantes a los hermanos y primos de la Premio Miguel de Cervantes Saavedra 1992— quienes decidieron, en el año 1989, convocar, en Pinar del Río, un concurso literario en homenaje a la familia Loynaz Muñoz.
Así es que nace el Concurso Hermanos Loynaz, como un permanente tributo, desde el estímulo a la mejor creación literaria en la mayor de las Antillas, a la obra legada por Dulce María, Flor, Carlos Manuel y Enrique, cultivadores todos de la poesía.
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Muchos se preguntarán por qué Pinar del Río decide nombrar su más importante concurso literario, su sello editorial y su centro de promoción cultural como Hermanos Loynaz, si Dulce María, Flor, Carlos Manuel y Enrique no tuvieron vínculo familiar alguno con la occidental provincia cubana.
La respuesta a esa interrogante debe buscarse en la relación que sostuvo la autora de Jardín con la tierra pinareña, que la llevó no solo a visitar la ciudad, sino también a donarle su biblioteca y objetos personales y a entregar algunos textos —incluso inéditos— para ser publicados por Ediciones Loynaz.
La amistad que mantuvo, entre otros pinareños, con Aldo Martínez Malo, quien llegó a convertirse en su albacea literario, permitió que hoy puedan leerse libros como Fe de vida, las memorias de su esposo Pablo Álvarez de Cañas, y Cartas a Julio Orlando, una colección de misivas enviadas a un niño.
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La historia del Concurso Hermanos Loynaz se remonta a 1989, cuando era convocado por vez primera, un año antes de ser creada la institución de igual denominación que lo organiza: el Centro de Promoción y Desarrollo de la Literatura de Pinar del Río.
Se convocaban entonces —al igual que en la actualidad— a todos los escritores cubanos residentes en el país, con obras inéditas, en poesía, narrativa y literatura infantil, entre las cuales se seleccionarían un premio en cada género y cuantas menciones decidiera el jurado.
“Con el paso de los años, el Concurso Hermanos Loynaz, por el prestigio de sus jurados, el valor de los libros premiados y la garantía de publicar las obras seleccionadas, alcanzó el merecido reconocimiento que hoy exhibe en el ámbito de las letras cubanas”.
Aunque el certamen permitía la participación de escritores de cualquier región del país, los premiados en la primera década del concurso eran fundamentalmente pinareños, lo cual significó tanto un estímulo a la creación literaria en la provincia como un reconocimiento al talento del territorio.
En esos primeros años, y ante las dificultades para la impresión de las obras, los organizadores decidieron, además de la remuneración económica del galardón, publicar solo uno de los tres libros reconocidos en cada edición, acreedor de un Premio Especial concedido por el jurado.
Con el paso de los años, el Concurso Hermanos Loynaz, por el prestigio de sus jurados, el valor de los libros premiados y la garantía de publicar las obras seleccionadas, alcanzó el merecido reconocimiento que hoy exhibe en el ámbito de las letras cubanas.
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No es un secreto que la selección del jurado que evaluará las obras presentadas a un concurso, es un elemento de incuestionable importancia, pues ello contribuirá a valorar el certamen y, lo más significativo, a prestigiar los libros premiados.
Si se revisa la nómina de escritores que han formado parte del jurado del Concurso Hermanos Loynaz, es posible comprobar que intelectuales de varias generaciones, estilos, tendencias, reconocidos dentro y fuera de la isla, han evaluado, a lo largo del tempo, los textos inéditos presentados al certamen.
Por solo recordar algunos, aparecen en esa relación César López, Mirta Yáñez y Virgilio López Lemus, en poesía; Eduardo Heras León, Francisco López Sacha y Julio Travieso, en narrativa, y Dora Alonso, Julia Calzadilla y Excilia Saldaña, en literatura infantil.
“(…) es posible comprobar que intelectuales de varias generaciones, estilos, tendencias, reconocidos dentro y fuera de la isla, han evaluado, a lo largo del tempo, los textos inéditos presentados al certamen”.
Interesante resulta conocer qué opinan sobre este concurso dos intelectuales que, como jurados, han analizado las obras llegadas al certamen: la narradora y periodista María Elena Llana y el escritor para niños y jóvenes, periodista e investigador Enrique Pérez Díaz.
En palabras de la autora reconocida con el Premio Nacional de Literatura 2023, “es un premio muy acreditado en nuestras lides literarias, como bien lo atestiguan sus ganadores y hago especial referencia al tema que mejor puedo valorar, la narrativa”.
Convocar hace 35 años el Concurso Hermanos Loynaz —concluye María Elena Llana, quien integró el jurado de narrativa— fue sin duda alguna una feliz iniciativa de sus organizadores, y pienso entre ellos en Aldo Martínez Malo, y de mi muy querida Pinar del Río.
Opina Enrique Pérez Díaz que, “entre los premios más prestigiosos que convocan las editoriales de provincias, descuella sin duda alguna el Premio Hermanos Loynaz, de Pinar del Río, con una larga data de existencia y desde el cual se han dado a conocer interesantes obras y autores, no solo de la provincia sino del país entero”.
Asegura igualmente el Premio Nacional de Edición 2023 que “por demás, la editorial que materializa este premio es una de las más proactivas en el sector, siempre gestionando espacios promocionales para sus autores y tratando de satisfacer a sus públicos”.
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Son numerosos los escritores de toda la isla cuyas obras, durante estos siete lustros, han sido reconocidas con premios y menciones en las distintas ediciones del Concurso Hermanos Loynaz, para así enriquecer el panorama de la literatura cubana de entre siglos.
En su primera convocatoria, en 1989, fueron cinco los escritores pinareños galardonados: Nelson Simón, por Ciudad de nadie, primer premio; Luis Hugo Valín, por Ordalía, segundo; Alyna Bengochea, por Inminencia de diluvio, tercero, y dos menciones para René Valdés y Eduardo Martínez Malo.
A través de los años, también lo han alcanzado otros de sus coterráneos, como Marcia Jiménez Arce, Ulises Rodríguez Cala, José Félix León, Ernesto Ortiz, Humberto Chipi Páez, Lidia Meriño, Hevelyn Calzada Tabares, Juan Ramón de la Portilla y Alfredo Galiano.
Uno de los escritores de la más occidental provincia cubana, premiado en cinco ocasiones en el Concurso Hermanos Loynaz, es el poeta y narrador Alberto Peraza Ceballos, quien es autor de una extensa bibliografía tanto para niños y jóvenes como para el lector adulto.
“Es uno de los premios nacionales, convocados desde las provincias —asegura—, más codiciados por los escritores pues, además del premio monetario, también se publica de manera impresa y se paga derecho de autor, todo lo cual garantiza una visualización del autor, y de la obra, que se distribuye en todo el país”.
Poetas y narradores de toda la geografía cubana han recibido, igualmente, el premio en alguna de las categorías convocadas, entre ellos Alberto Marrero, Elaine Vilar Madruga, Edelmis Anoceto, Carmen Hernández Peña, Carlos Esquivel, Anisley Negrín y Guillermo Vidal.
Para el periodista, poeta, narrador, investigador y promotor cultural santiaguero Reinaldo Cedeño Pineda, “recibir el Premio Hermanos Loynaz de poesía en 2011, con Poemas del lente, y atravesar la niebla pinareña, son de esos recuerdos que nunca olvidas”.
El concurso —también en criterio del Premio Nacional de Periodismo Cultural Jose Antonio Fernández de Castro 2021— “tiene la suerte, la grandísima suerte, de estar cobijado bajo el nombre de nuestra Cervantes, Dulce María Loynaz, y sus singulares hermanos. De muchas maneras, ese concurso es Cuba”.
Cedeño Pineda comenta que quienes “organizan, expanden y publican las obras premiadas de esas convocatorias, son gente de ley. Han defendido ese concurso contra viento y marea, y han hecho una contribución esencial a nuestra cultura, demostrando además que la literatura cubana es policéntrica”.
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Los elogios que, entre escritores, críticos y lectores, ha recibido el Concurso Hermanos Loynaz se deben no solo al prestigio de sus jurados y a la calidad de las obras premiadas, sino también a la seriedad de editores, diseñadores, ilustradores, quienes se han encargado de publicar los libros galardonados.
Así, bajo el sello de Ediciones Loynaz, de Pinar del Río, han aparecido casi un centenar de títulos, que conforman el catálogo de las obras que, en los géneros de poesía y narrativa, tanto para adultos como para niños y jóvenes, han sido premiadas en el certamen.
Puede afirmarse categóricamente que, para esta casa editorial, junto a la publicación de las obras de Dulce María, Flor, Carlos Manuel y Enrique, resulta una prioridad incluir cada año, entre sus novedades, los libros que llegan avalados con el Premio Hermanos Loynaz.
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El Concurso Hermanos Loynaz no es el único certamen literario que se ha convocado en territorio pinareño, en que también han existido otros premios, como los nombrados Cirilo Villaverde de narrativa, Dulce María Loynaz de novela y Chicuelo de literatura infantil.
Lo que sí resulta incuestionable es que, gracias a su real alcance y trascendencia, mediante cada una de sus convocatorias, se han dado a conocer libros y autores que hacen crecer la literatura escrita en los últimos 35 años en la mayor de las Antillas.
“Un libro nuevo —en palabras del Héroe Nacional José Martí— es siempre un motivo de alegría, una verdad que nos sale al paso, un amigo que nos espera, la eternidad que se nos adelanta, una ráfaga divina que viene a posarse en nuestra frente”.
Confirmemos la certeza de esta afirmación del Maestro, con la lectura, el disfrute, de cada libro nuevo que, año tras año, entrega al catálogo editorial de la isla las obras premiadas en el Concurso Hermanos Loynaz, un certamen que —quién puede dudarlo— enriquece las letras cubanas de hoy.