Frecuentemente homenajeada, referenciada y hasta parodiada en la cultura popular y en el cine, Psicosis, el clásico de terror y suspense de Alfred Hitchcock, celebró el pasado 16 de junio el aniversario 65 de su estreno en las salas de cine estadounidenses. En igual fecha de 1960, la historia de la secretaria Marion Crane (Janet Leigh) huyendo en automóvil con los 40 mil dólares robados a su empresa, hasta llegar al motel regentado por Norman Bates (Anthony Perkins), hizo temblar en su asiento a miles de espectadores que, conmovidos y horrorizados, salieron del cine con las imágenes de la escena de la ducha grabadas en las retinas.

“Acostumbrados a una forma de hacer cine más previsible, donde los pretextos iniciales se mantienen hasta el final, la escena central rompió los esquemas del momento”.

Pero el filme, con guion de Joseph Stefano a partir de la novela homónima de 1959 del escritor de Pulp Robert Bloch, inspirada a su vez por los crímenes de Ed Gein, asesino en serie de Wisconsin, es mucho más que la famosa escena de la ducha, una de las más conocidas del cine. Quizá entre los motivos por los que Psicosis sigue siendo una de las películas más fascinantes de Hitchcock es por la “humildad” de su gestación. Con Paramount sin querer producirle la película, el cineasta puso el dinero (a través de su productora Shamley Productions) y filmó con un equipo de televisión y en blanco y negro (cuando ya era poco usual hacerlo) en los estudios Universal. Janet Leigh y Anthony Perkins cobraron notablemente por debajo de sus estándares. Era una película urgente y rápida, low cost, sin muchas florituras, y que, gracias a las peculiares ideas de puesta en escena, iluminación, narración y montaje, terminó por convirtiéndose en uno de los títulos más influyentes del cine.

Anthony Perkins en el personaje de Norman Bates.

“No es un mensaje lo que ha intrigado al público. No es una gran interpretación lo que ha conmovido al público. No es una novela de prestigio lo que ha cautivado al público. Lo que ha emocionado al público es el cine puro”, respondió Hitchcock, convencido de su éxito, a François Truffaut en la famosa entrevista recogida por el francés en Le Cinéma selon Hitchcock (1967). Incluso dijo más de una vez que las motivaciones de los personajes, sus actos en sí, no le importaban en lo más mínimo, que eso era cosa del guionista. A él, al maestro del suspense, lo que le interesaba era conseguir “algo” a través de la técnica y en Psicosis lo logró con creces, demostrando la absoluta importancia de una puesta en escena, desde el comienzo, con los créditos de Saul Bass, hasta la banda sonora de Bernard Herrmann.

El motel Bates, regentado por Norman Bates (Anthony Perkins), hizo temblar en su asiento a miles de espectadores.

La aparición de un policía de carretera, el cambio de auto urgentemente, la rapidez por la llegada, son secuencias que el director inglés maneja con un impecable punto de vista, el de Marion, mientras pensamos en cómo la atraparán con el dinero robado. Antes de hacer una parada en el motel más famoso de la historia del cine —inspirado en el cuadro de Edward Hopper, “House by the railroad”, y que hoy constituye una de las principales atracciones de Estudios Universal—, Hitchcock introduce un elemento, hoy algo manido, pero que aquí funciona magníficamente: la lluvia. Utilizada como apoyatura dramática, en Psicosis semeja una puerta, un tránsito, de la misma manera que muchos psicoanalistas han visto una especie de “purificación” y expiación de pecados y culpas —el robo del dinero— en el agua cayendo en la escena de la ducha, después de la cual la historia da un giro de 180 grados y se centra en Bates. Un cambio en el punto de vista, ciertamente, y con ello un espectador estupefacto que ahora empatiza con Bates hasta cierto punto. Tras el asesinato y la meticulosa limpieza del baño —que responde al maniático orden en la vida real del director—, Norman Bates esconde todo en el coche de Marion y lo hunde en un pantano. Hitchcock entierra delante de nuestros ojos el MacGuffin de los 40 mil dólares —expresión acuñada por Hitchcock que denota a un elemento de suspenso que hace que los personajes avancen en la historia, pero que no tiene mayor relevancia en la trama en sí— y que, hasta ese instante, era el motor de la historia.

“Hitchcock edifica, con una profundidad pocas veces vista antes, un Norman Bates realmente complejo (personaje del que a Perkins le sería casi imposible separarse a partir del estreno del filme”.

Mucho se ha escrito de la mítica escena: Hitchcock tardó días en rodarla; toma tras toma, repetición tras repetición, y plano a plano; las caras, las sombras, la sangre, la cortina, el agua cayendo, Jane Leigh en el suelo… Acostumbrados a una forma de hacer cine más previsible, donde los pretextos iniciales se mantienen hasta el final, la escena central rompió los esquemas del momento. Ella roba el dinero y escapa en su auto; durante la primera mitad de la película, hasta que llega al motel, incluso ya allí, los espectadores se preguntan qué pasará, cómo terminará, la atraparán… Pero no, Jane Leith es la víctima de la famosa escena de la ducha, que marcó no solo en la filmografía de su autor, sino la historia del cine. Apenas un par de minutos y todo cambia. El viaje y el robo resultan puntos de partida en el argumento verdadero, e introducen un estado de sorpresa permanente y sombría (en esto influye la música de Hermann, en donde violines, violas y violonchelos confluyen en un movimiento crudo, dramático y misterioso). Esa secuencia sería su mayor “juego” con el espectador: ir despistándolo a base de cambios de rumbo en el argumento, demostrando un sentido del humor fuera de lo común —por cierto, al inicio Psicosis fue pensada como una comedia—, al dar la vuelta a lo que hasta entonces consideraba como suspense. De hecho, el primer tercio del filme se construyó bajo esa premisa, algo que sabe el espectador, pero que “desconoce” el personaje.

Por otra parte, Hitchcock edifica, con una profundidad pocas veces vista antes, un Norman Bates realmente complejo (personaje del que a Perkins le sería casi imposible separarse a partir del estreno del filme). Detrás de una timidez realmente conmovedora y hasta desesperante, se esconde una mente perturbada, en la que desfilan diferentes cuestiones como el deseo incestuoso, los celos en una enfermiza relación maternal, la sustitución de la presencia y el afecto entre Norman y su madre, la necesidad de liberar el instinto violento y homicida, el miedo a la libertad versus el confort del cuidado maternal… Nominada a varios premios Oscar, aunque no obtendría ninguno (Janet Leigh sí ganó un Globo de Oro a la mejor actriz de reparto), “lo que vuelve a Psicosis inmortal, cuando tantas películas han sido mitad olvidadas mientras dejamos la sala de cine, es que se conecta directamente con nuestros miedos”, escribió el reconocido crítico estadounidense Roger Ebert. A esos miedos, que hoy no son “los mismos”, pero que nos remiten a la génesis, nos invita uno de los grandes clásicos de la historia del cine universal, una piedra angular del suspense y el thriller psicológico, justo a 65 años del estreno de la obra más emblemática y popular del gran Hitchcock.