PARADES, de Nicolas Derné: un fotográfico largo viaje
“El carnaval no es solamente un desbordamiento de instintos liberados, fuera de los límites de la plantación, sino que han reforzado progresivamente la tendencia a hacer de cualquier expresión cultural un acto de conciencia y, a la vez, una fiesta (Carifiesta): la mancomunidad de las razones para expresar el mundo y la concepción que de él se tiene”.
Edouard Glissant
El marco temporal que marcaría el inicio originario de los carnavales no está muy claro, pero parece que ya en la Alta Edad Media existían unas fiestas en el mes de febrero donde la gente salía a la calle disfrazada. Se habla de quienes se travestían del sexo contrario, que la comida y la bebida se consumían sin control. Lo más seguro es que esta fiesta pagana tuviera origen romano, como las Saturnales, y que con el establecimiento del calendario religioso se colocara justo antes de la Cuaresma.
Ahora, con Parades, reafirmaría que Nicolas Derné rompe abiertamente con la visión estereotipada que se suele tener del carnaval como ese “desbordamiento de instintos liberados”, y más específicamente del carnaval en el Caribe como símbolo de color y algarabía imparables. El artista martiniqués, desde el riguroso proyecto de investigación y creación fotográfica que sustenta la muestra colgada en las paredes del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, dentro de la novena edición del Mes de la Cultura Francesa en Cuba, se apropia del fenómeno social-político-cultural efímero del carnaval para retener imágenes rotundamente contundentes. Esas que nos hacen viajar por el mar de Las Antillas al gran Caribe, marcando un ritmo situado “al son de Martinica”.
“El carnaval sigue siendo un aprendizaje, una experiencia para vivir”.
Sí, desde la isla francesa anclada, pero que rebasa sus fronteras para expandirse hacia otras franjas, texturas, imágenes, visiones y geografías. Al decir del comisario dominicano Orlando Isaac, parecería que en las creaciones de Derné, el fotógrafo visiona otras estéticas, otras maneras de narrar el acontecimiento, como si nos introdujera en lo más interno del hecho para convertirnos en partícipes interactivos. Nótese en Parades, que lo primero que hace el artista es proponernos una ausencia del color en sus imágenes, precisándonos, como espectadores a imaginar esos posibles colores vibrantes y vitamínicos disfrazados de una nostalgia sincera, con mucha verdad: el color no hace falta para comprender el poder de cada disparo, de cada ángulo, escorzo e instante capturado.

Nicolas es un fotógrafo autodidacta originario de Martinica, nacido en 1980. Inicialmente formado como ingeniero en Tecnologías de la Información, cambió de rumbo en 2006 para dedicarse a la fotografía y a los viajes. Durante años recorrió Asia, Australia, África y el Caribe, desarrollando una mirada artística que combina lo poético y lo político. En 2010 se estableció en su tierra natal, comienza a colaborar con agencias de comunicación e instituciones locales, consolida así su notable carrera como fotógrafo. Su trabajo artístico se centra en la relación entre el ser humano y la naturaleza, explorando esas conexiones profundas no siempre evidentes encarnadas en las identidades culturales, espacio donde temas como el carnaval, han seducido sus procesos investigativos, tal como nos narra Parades. Su obra ha sido reconocida y forma parte de colecciones nacionales e internacionales, incluyendo el Centre National des Arts Plastiques (CNAP) en Francia.
Detrás de la obviedad del color y de las festividades que develan su carácter subversivo, aparecen otras cosas; la elección del blanco y negro permite una mirada íntima sobre este espacio donde la mezcla de influencias poscoloniales, de las culturas locales y las de las poblaciones desplazadas han generado su propia identidad. En Parades “no pretendo hablar de un carnaval caribeño, ni siquiera hacerme pasar por un experto en los carnavales de cada uno de los lugares visitados. El carnaval sigue siendo un aprendizaje, una experiencia para vivir”. Más bien se diría que, su lugar de enunciación está inmerso en las ciudades, en los barrios, en las calles de nuestras islas y con exquisita ironía transpone el contenido engañoso, las emociones, las alegrías y miserias humanas que se descubren en el enmascaramiento; reír para no llorar, así lo sigue describiendo Orlando Isaac en sus notas “Nada de balcones”. Derné nos hace ver un carnaval propio, insubordinado, donde lo excluyente se vuelve inclusivo, donde invoca a la melancolía como metáfora. Va más allá de las postales turísticas para adentrarse en el “baile en la calle” (según Luis Díaz), y con fuerza precisa convocar a la reflexión acerca del comportamiento de nuestras sociedades en la contemporaneidad, de la vitalidad de nuestras riquezas poéticas y espirituales, aquellas que gravitan en lo oculto, lo complejo, lo marginal y marginado.

Para Derné, amante de los viajes, de donde ha absorbido mucho de la savia que nutre su universo poético, advertir cómo la historia nos ha enseñado a adoptar la cultura de otros y a apartar la mirada de nosotros mismos (tornando impermeables nuestras riquezas), el carnaval, en ese contexto diaspórico, se erige lugar de contrapoder que se resiste al olvido y al despojo de lo propio. A modo de new Kavafis el martiniqués llega a nuestro mayo habanero después de estar en distintos sitios de República Dominicana, Trinidad y Tobago, Guadalupe y Santiago de Cuba, para, más allá de los caminos recorridos, de las residencias creativas que le han permitido devolver en poderosas imágenes todo lo captado, encarnado y exorcizado, “estar de vuelta a casa”.
“Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, rico en experiencias…”
Nos cuenta el fotógrafo que alguna vez le dijeron que “el arte es siempre un viaje de vuelta”. La casa es el lugar que nos sostiene y nos da significado, es el apoyo de nuestro sentido de identidad. De regreso a Ítaca, fertilizado por las lecciones aprendidas en el camino, desorientado por las especificidades de cada una de las manifestaciones carnavalescas, pero también reconfortado por invariantes fundamentales, tiene la sensación de haber ensanchado los muros de su propia casa; parece que el viento circula mejor y la visión del horizonte es más clara. Y sí, en el más acá y el más allá, en el adentro y en el afuera, en el blanco y negro, en el sepia y en los colores posibles imaginados, Parades nos devela aquello que estando, no suele estar.

Una totalidad de treinta y siete piezas, de diferentes tamaños y formatos, todas en blanco y negro, impresas en PVC, han reacomodado las paredes grises negruzcas demandadas en la ficha técnica y sentido curatorial originario del proyecto, a los muros casi blancos de los salones del Centro Wifredo Lam. Una mise en espace que, acordando distancias, cercanías y proximidades, recolocando alturas, aires, líneas y apariciones, nos permite acceder al viaje prodigioso que propone Derné. Es más, si decidiéramos revisar nuestro pasado caribeño desde los tiempos poscoloniales, con el desarrollo de la industria azucarera como característica insular, encontraríamos disparidad en el mosaico cultural que enmarca las corrientes geográficas de nuestras islas y países, tanto en lenguas y costumbres, como en asuntos políticos y religiosos. No obstante, en el carnaval encontraríamos muchas de esas similitudes que nos unen para la bienvenida a la complicidad de los diverso; para mostrar al cuerpo como centro de todas las celebraciones, gozos, dolores.
“Y sí, en el más acá y el más allá, en el adentro y en el afuera, en el blanco y negro, en el sepia y en los colores posibles imaginados, Parades nos devela aquello que estando, no suele estar”.
Y aun cuando el Carnaval supondría la dilatación explayada de todas aquellas cosas que estaban prohibidas de forma habitual, como la risa, los disfraces o la desmesura en el alcohol o la carne para la sociedad medieval; hoy por hoy, incluso entre nosotros que la festividad ha mudado en muchas zonas de Cuba la sistematicidad anual, la expresión de muchas tradiciones musicales, danzarias, costumbres identitarias, su valor innegable como foco de expresión popular sigue habitando las edades del presente.
Nicolas con Parades, no pierde tiempo, se dice que se sitúa a veces dentro, a veces fuera, como único testigo ocular y de un dominio en la calle de su propia investigación y comportamiento de lo que somos como caribeños, como si certeramente sospechara lo que va a suceder, construyendo planos insospechados, secuenciados, cinematográficos y ensamblando un hilo discursivo de archipiélagos visuales que conectan entre una isla y otra. Poco importa que tan disimiles seamos en la lengua y el lenguaje, Parades certifica que la comunicación/expresión visual es fluida, común, diáfana. “Mis fotografías son el rastro de este viaje iniciático del que volví mofwazed y que propongo compartir ahora con ustedes, con la confianza de que el camino sea largo…