«… siempre digo que el Mar Caribe… es un mar abierto, un mar que difracta …»
Édouard Glissant

La diversa y rica programación de la novena edición del Mes de la Cultura Francesa en Cuba en este año 2025 ha direccionado su rumbo “Al son de Martinica”, ha situado su mira en el arte y cultura de la hermana isla caribeña, y sigue a ritmo creciente y atractivo. Concierto como el del pianista y cantante Guy Marc Vadeleux (GMX) junto a una pléyade de músicos cubanos en la sala Ignacio Cervantes fusionó sonoridades tradicionales caribeñas con el jazz más universal, aquel que conjuga armonías tan distintas que las vuelve similares. La musicóloga Neris González logró configurar un mapeo situado donde GMX, al tiempo que hablaba de sus orígenes, hilvanaba la ruta que lo trajo a Cuba para sus estudios en el Instituto Superior de Arte y al trabajo actual con creadores como Jesús Fuentes y Pedro Ordóñez Padrón (Papucho, líder de Manana Club), siempre en cruce de caminos entre ese mar azul que separa y une a Martinica, Cuba y el Caribe.

Justo el mar que le sirve a la creadora visual Louisa Marajo para entretejer un universo oceánico para que su exposición instalativa Sargassum Galaxy – Acto 2, nos atrape cual rizoma múltiple de culturas, referencias, asociaciones, coincidencias, mares ya azules. Marajo es una artista multidisciplinaria nacida en 1987 en Martinica. Desde temprana edad, mostró inclinación por el arte, pintando en el taller de informática de su padre, donde el entorno natural de la isla influyó profundamente en su sensibilidad artística. Tras finalizar sus estudios secundarios, fue aceptada en la Escuela Superior de Diseño en Saint-Étienne, Francia, y posteriormente continuó su formación en París. Durante su estancia en la capital francesa, exploró las raíces de su familia y las migraciones de la diáspora africana, cuestionando las narrativas occidentales sobre su herencia ancestral. Concebía una obra que establecía vínculos entre el arte y su historia personal, abordando temas como la migración, la identidad y la relación entre la humanidad y la naturaleza.

La exposición instalativa Sargassum Galaxy – Acto 2, de la creadora visual Louisa Marajo, nos atrapa cual rizoma múltiple de culturas, referencias, asociaciones, coincidencias, mares ya azules.

Louisa Marajo explora la conexión entre su isla natal, Martinica, y su trabajo artístico a través de la manipulación de escombros que representan su entorno poscolonial. Su taller se convierte en el sujeto y objeto de sus obras, donde crea instalaciones evolutivas que integran elementos fragmentarios como pinturas, esculturas, dibujos, fotografías y videos. Estas obras reflejan la complejidad de un mundo en constante cambio, utilizando herramientas del pintor y paletas que evocan tanto el arte como la globalización y la asimilación en su isla. Al recortar y deconstruir estos elementos, Marajo busca emanciparse y encontrar independencia, interrogando su propia historia como mujer mestiza en un contexto colonizado, y reconfigurando su identidad de manera libre, fluida y poética.

Como parte de la muestra de artes visuales en el Mes de la Cultura Francesa en Cuba, la creadora expone en la galería Picabia de la Alianza Francesa de Cuba, en el Prado habanero, esos cominos expresivos que hacen de su preferencia por el instalacionismo, y la instalación artística en sí, un vector de resistencia ante la precariedad de la vida y de los modos actuantes del Hombre frente a la naturaleza. Marajo, quien ha participado en diversas exposiciones individuales y colectivas en Europa, Estados Unidos y en el Caribe, llega a La Habana como homenaje al “año de los océanos”, cual voto salvífico por su protección y salvaguarda.

Así, la creadora nos reafirma el gran placer de presentar para nosotros su exposición Sargassum Galaxy – Acto 2, después del Acto 1 presentado hace unos meses atrás en Brest, Bretaña. La Galaxia del Sargazo cruzó el mar, navegando hacia Cuba en el Golfo de México, no lejos del Mar de los Sargazos original. Sargassum Galaxy imagina las algas sargazo del futuro enterradas en el fondo del mar y volviendo a crecer como un bosque de flores nacidas de las ruinas de la historia. En este momento, las piezas instaladas en La Habana, se transforman en un muro o escudo levantado del abismo, haciendo sonar la “revuelta líquida” del mar ante las múltiples injusticias que sufre.

En Louisa Marajo el arte instalativo es condición expresiva existencial. Foto: Cortesía de Kirra Derryberry

Con Sargassum Galaxy (“Galaxia del Sargazo”), Marajo se propone catartizar la proliferación del sargazo creando una reversión de la catástrofe, entonces invierte el color, el sargazo de dorado pasa a azul, el color del origen, el del océano en su aquí y ahora intemporal. Evoca la artista que su propuesta es una suerte de entrada a un sueño “líquido” trascendental que nos recuerda el poder del océano, de nuestra respiración y vida.

Hoy, aun cuando el arte instalativo se encuentra legitimado como movimiento cultural contemporáneo y heterogéneo, que en su vertiente artística rechaza la noción ortodoxa de obra de arte o su codificación tradicional dentro de los géneros plásticos/visuales tradicionales, resultando difícilmente clasificable, en Louisa Marajo es condición expresiva existencial. Quizás por ello, la referida desvinculación a un determinado marco categorial entraña una controversia mucho más amplia y compleja que el simple hecho de disponer una mera connotación plástica/visual.

Al entrar en la sala de Sargassum Galaxy – Acto 2, descubriremos lo que en ella está, pero siendo más sugestivo, lo que de ella pudiéramos imaginar en su presencia ausente.

Tres secciones nos permiten explorar este sueño: la primera presenta una instalación que evoca un futuro bosque submarino, hecho de sargazo en mutación; como si se transformaran en flores sobre las ruinas, en cenizas ardientes, génesis de una profecía. La segunda parte muestra tres fotografías de “restos” submarinos de los que emergerán los seres mutantes de esta pared o bosque de las profundidades. Finalmente, la última parte erige una de estos seres, una medusa volcánica, una especie de divinidad guerrera al servicio del océano, de esta infinita galaxia azul.

“Louisa Marajo explora la conexión entre su isla natal, Martinica, y su trabajo artístico a través de la manipulación de escombros que representan su entorno poscolonial”.

Aquí con Marajo, tras la intervención artística del espacio, el concepto se aviene dentro de un contexto dado; pudieron sus instalaciones apropiarse de cualquier recodo en esta Habana nuestra rodeada de tanto mar, de tanto azul, de sargazos transformados es residuos, en despojos, en huellas. La variedad matérica de sus emplazamientos, son al tiempo materiales residuales, medios físicos, visuales y sonoros, incluso, parte del performance que entre danza y sonidos ahora nos sumergen en su imaginado mar adentro. Una experiencia recreada de interacción con el espectador, para despertar sentipensares, sentidecires y los antojos menos sospechados. En Sargassum Galaxy – Acto 2, se motiva la percepción sensorial en cualquiera de los sentidos, la vista se vuelve oído, gusto, tacto y olfato re-imaginado.

Creo que no vale la pena aquella socorrida necesidad de definición acabada sobre la expresión creativa, más bien apostaría por gozar de una realidad consensuada, como compilación de medios o amalgama de texturas, variaciones de azules, restrojos, sonidos o performance. También como posibilidad narrante de la artista no solo en el montaje y ordenamiento de sus objetos producidos o intervenidos, sino en el cosmos espacio-ambiental de su proposición. Nuestra construcción de sentidos, tendría sentido desde el propio sentido que le otorgan las instalaciones, su posicionamiento espacial, su configuración formal y simbólica, en lo físico y en lo intangible que ellas provocan en la interacción con nuestra capacidad sensoperceptiva, emocional, referencial o erudita.

Sea cual sea el franco empático de conexión con Sargassum Galaxy – Acto 2, Louisa Marajo consigue esbozar metafóricamente el estado emocional y al mundo interior desde la propia autonomía y libertad que sus sargazos y trastos reviven el deseo de un mar abierto, transitables, diáfano y común más pleno en este Caribe nuestro tan distinto e idéntico.