“Agradezco la desbordante acogida del público entusiasta y receptivo que colmó anoche la sala teatro de Bellas Artes en La Habana. Nos sentimos muy emocionados, en una gran familia”.

Así escribió Pedro Luis Ferrer en su página de Facebook horas después de haber regalado el primero de sus dos conciertos en La Habana, tras poco más de siete años sin hacer uno “en mi tierra entrañable”.

Y no exageró ni una letra. No había espacio alguno en esa sala donde alguien más pudiera acomodarse. Las butacas se multiplicaron en los pasillos y escaleras, y hubo quien se quedó de pie durante las más de dos horas que duró la presentación porque sabía que valía la pena esperar, pacientemente, a que permitieran pasar a quienes no poseían entradas ni invitaciones.

“Pedro Luis Ferrer es referente, es símbolo, es poesía, es canción, es emoción…”

“Y puedo asegurar que la vibración de anoche fue raigal, de una sinceridad contundentemente auténtica”, reflejó también en un post en su red social. ¿Cómo no serlo si él, ante todo, es profundamente auténtico?

“No vine con mi banda, con la que espero presentarme en breve para poder cantar esas guarachas tan conocidas. Vine con la idea de un concierto íntimo, así como lo ven, para lo que un espacio muy amplio no hubiera sido el ideal”.

Ahí estaba, solo en escena, vestido de negro, con su pelo y barba blancos en canas, con unos sorbos de miel o de agua a ratos, según se lo pidiera su garganta. No parecía sentir calor, como sería comprensible ante la temperatura que emiten las luces del escenario y el propio calor de tanta gente cerca. Ahí estaba, con el tres de Olivia Soler y la guitarra de Pablo Quintana, agradeciendo además el equipo de sonido que Rafael Lay le facilitó, “porque, reitero, hemos tenido que adaptarnos a esta sala, aún más grande de lo que pensamos para este formato en la primera presentación en Cuba después de tanto tiempo”.

Para parte de ese pueblo para el que Ferrer concibió la mayoría de sus canciones, cantó muchas nuevas, en las que se constató que, aunque ha tenido siempre “esa infinita y nómada sed de mundo”, su estilo singular permanece incólume.

Entre canción y canción, un chiste, una décima, un poema, una anécdota familiar, una revelación de su vida interior y anterior… Entre canción y canción el aplauso fuerte y prolongado de quienes también agradecieron, con certeza, estar ahí tan cerca suyo.

Aunque ha tenido siempre “esa infinita y nómada sed de mundo”, su estilo singular permanece incólume.

Le pidieron “Entre espuma y arena” e “Inseminación artificial”, “pero será después, cuando vuelva con la banda. Esta presentación de hoy amerita un ambiente más reservado”. No obstante, rindió homenaje a su tío Raúl Ferrer y en uno de los finales del concierto (porque tuvo tres), regaló “Romance de la niña mala”, coreado por todos.

Así sucedió también cuando su hija Lena, a su lado desde poco más de la mitad del tiempo, cantó “Mariposa”, una canción que enlaza el amor con la lealtad, la belleza con lo sublime del vivir. Y cuando nos regaló “Nana para un suspiro”, el calor la agobiaba a ella, pero la ternura nos inundaba a todos.

Hubo tango, nana, nengón, “porque somos defensores del vacío sonoro en pos de un contenido de calidad, algo más sencillo, más fácil quizás”. Porque como contara en los primeros minutos, en el seno de su familia aprendió que en la vida tenemos arte o chapucería, y de la segunda opción él prefiere, sin dudas, mantenerse alejado.

La velada comenzó con la canción “Cadena de pájaros” y de su tío compartió los versos “Cuando me quede un fósforo me cuidaré del viento. No puedo fallar…” Reiteró que “en el mundo hay dolor, pero no es dolor el mundo”, y por eso se mantiene fiel a la canción, a la trova cubana, al decir desde el corazón, a ofrecerlo todo.

“Fantasmita”,“Pelito de mi bigote”y “Si no me voy de Cuba”fueron otros de los temas interpretados en esta noche que parecía no acabar, porque las ganas del público se traducían en seguir y seguir escuchándolo. Fueron más los títulos, y las palmas al compás de la clave de Lena a veces, o siguiéndole el ritmo a él.

De padres revolucionarios y fidelistas, Pedro Luis Ferrer reafirmó sus ideales con “Cubano ciento por ciento” y derrochó amor a su país, desde cualquier punto del mundo donde se encuentre.

“Pudiera ser un mito, pero afortunadamente no lo es. Es real”.

Le sudaban copiosamente las manos. Las cuerdas de sus instrumentos se calentaban y debía “pasarles la mano” para no contaminar el sonido. Su sonrisa fue amplia, abierta, plena en cada instante que levantaba la mirada hacia la gente, y seguramente fue feliz, como tantas veces ha podido serlo.

Me gustó ver público de distintas generaciones. Cualesquiera que fueran los motivos por los que estuvieran allí. Músicos, actores, cineastas, carpinteros, estomatólogos, diseñadores, costureras, economistas y estudiantes. Pedro Luis Ferrer es referente, es símbolo, es poesía, es canción, es emoción…Pudiera ser un mito, pero afortunadamente no lo es. Es real.

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