Poner rostro en la pantalla a este pueblo es la manera que encontramos de darle voz a Palestina
En la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Gibara, realizada en febrero, se proyectó el documental La raíz del olivo, dirigido por Sergio M. Eguino Viera. La sinopsis de material de 58 minutos, producido por Cuba, Argentina, Bolivia y Líbano, resume lo siguiente: “Cinco palestinos que viven lejos de su patria narran sus experiencias frente al recrudecimiento del genocidio y la ocupación israelí, que lleva más de 76 años. Desde la distancia, Watan, Omaima, Murid, Baylasan y Bassel comparten historias de lucha, pérdidas y esperanzas. A través de sus cartas, su cotidianidad y sus recuerdos, entrelazados con la impotencia de estar lejos, expresan su fe inquebrantable en un futuro libre para Palestina, siempre con el constante apoyo de Cuba, el país que los acoge”. Pero la sinopsis es apenas una ventana abierta a un documental cuyo objetivo es —comenta Sergio— “humanizar lo que está sucediendo en Palestina y llevar esperanza al público”.

Sergio, además, es un amigo de los meses en que ambos cursamos la Maestría en Cine Latinoamericano y Caribeño, por la Universidad de las Artes (ISA) y la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Este joven realizador cubano-boliviano, nacido en 1992 en Cruces, Cienfuegos, imparte clases de guion y dirección en el ISA habanero, donde se licenció en Comunicación Audiovisual, con perfil en Dirección. Realizó también estudios de cine en La Paz, Bolivia, así como cursos en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí y la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños. Comparte la docencia, además, en la Fundación UKAMAU del director Jorge Sanjinés, uno de los mitos del cine latinoamericano, y en la Escuela de Cine y Artes Audiovisuales, en La Paz. Entre sus producciones recientes se encuentran Donde están los Girasoles (2023) —documental que ganó el Premio Nacional de Periodismo Cultural Rubén Martínez Villena, categoría Audiovisual, que entrega la Asociación Hermanos Saíz (AHS)— y Miradas jóvenes sobre el corazón de Sudamérica, La Habana (2018-2019).
Tiempo después de aquella proyección en el festival gibareño, donde pude ver La raíz del olivo, le envié este cuestionario a Sergio Eguino, que él, desde Bolivia, no dudó en responder. Este es su aporte por Palestina, su manera desde el audiovisual de “apoyar la causa y avanzar hacia su liberación”.
El genocidio israelí en Palestina es un tema cercano al pueblo cubano, que ha hecho suya (y no solo ahora) la causa del pueblo palestino. Pero, en tu caso, ¿cómo surge la idea de realizar el documental La raíz del olivo? ¿Qué te motivó a dirigirlo?
Cuba, desde siempre, ha estado al lado de Palestina con un apoyo solidario inquebrantable. La historia de Cuba tiene, además, muchos puntos de contacto con la historia palestina, y de alguna forma comparten no solo un mismo enemigo, sino una misma lucha: la lucha por la libertad y la soberanía.
En Cuba se otorgan becas todos los años a estudiantes palestinos —especialmente en la carrera de Medicina— por lo que son muchos los palestinos que viven en la isla durante todo el tiempo que dura su formación académica, incluyendo las especialidades médicas. Ellos han hecho de Cuba su segundo hogar. Entre ellos, está Bassel Salem, un compañero que llevaba más de 36 años en Cuba cuando filmamos el documental, país que desde joven, como ahora, ha significado para él un ejemplo por la rebeldía y fortaleza de su pueblo.
Bassel es de Gaza y jamás pudo regresar a su tierra. Toda su vida se ha dedicado a luchar, desde la distancia, por la libertad de Palestina.
Poco después de los hechos del 7 de octubre, Bassel —que además es uno de nuestros colegas de la plataforma Resumen Latinoamericano y del Tercer Mundo, medio cubano-argentino dirigido en Cuba por Graciela Ramírez— sufrió una gran pérdida: alrededor de 300 integrantes de su familia fueron martirizados y, tras los bombardeos, yacían entre los escombros. Entre ellos, estaba su padre, Ismael.
Sin embargo, Bassel no quiso que se hiciera ningún homenaje a sus familiares, ni siquiera a su papá, a quien tiene como ejemplo e inspiración. Nos dijo con firmeza: “Si se le hiciera algún homenaje, tendría que hacerse de la misma forma por todos los mártires palestinos”.

A pesar del dolor, su espíritu estaba atravesado por esa resistencia, esa esperanza y esa convicción en la victoria que tan profundamente caracterizan al pueblo palestino. Bassel nos dejó claro que este no era un tiempo para rendir homenajes, sino para luchar. Ya habrá tiempo para llorar a los mártires palestinos. Fue esa claridad —esa dignidad con la que hablaba desde la herida abierta— lo que nos marcó el tono que debía tener el documental.
Paralelamente, Graciela Ramírez nos llamó, a mi equipo y a mí, con la misma convicción: sabíamos que teníamos que hacer algo por Palestina. Era un momento muy complicado. Con Javier Milei en el poder en Argentina, Resumen Latinoamericano sufría nuevas amenazas. Aun así, en medio de esa coyuntura, decidimos hacer La raíz del olivo. Porque en estos casos, de urgencia profunda para la humanidad, el cine no espera condiciones ideales: nace de la necesidad de acompañar, de darle voz a los testigos de las atrocidades que vive el mundo, y de resistir con la certeza de estar del lado correcto de la historia.
A partir de esto puedes hablarme de la intención, los objetivos, de La raíz del olivo…
Los objetivos principales del filme son humanizar lo que está sucediendo en Palestina y llevar esperanza al público. Puede sonar contradictorio, cuando en las noticias solo vemos destrucción y muerte, pero el espíritu de lucha del pueblo palestino sigue en pie. Por eso decidimos adentrarnos en la cotidianidad de los testimoniantes: sus vidas están atravesadas por el genocidio y la ocupación, y aun así resisten desde cualquier trinchera.
Siempre digo que es fácil repetir “300 familiares martirizados” al hablar de Bassel, o incluso “aproximadamente 60.000 mártires desde el 7 de octubre de 2023” —que son muchísimos más aún si recordamos que esta violación lleva más de 77 años, desde 1948—, y olvidar que cada una de esas cifras representa personas reales, con historia, sentimientos y sueños como tú y como yo.
En redes sociales y en los medios masivos escuchamos constantemente estos números impresionantes y reportes sobre hambruna, la muerte de niños o familias enteras exterminadas. Pero hay un vacío importante: pocas veces se habla de la fuerza que ha demostrado el pueblo palestino, de su impresionante resistencia frente al ejército mejor armado y respaldado del mundo. Ver niños con hondas enfrentarse a tanques militares es muestra de esa fortaleza.
“No es un eslogan vacío decir que “todos somos Gaza”: materialmente, todos podríamos ser Gaza de un momento a otro”.
Por otra parte, también está la intención de concientizar a quienes pudieran estar más enajenados, pues sienten que Medio Oriente y el Oriente Próximo están muy distantes, olvidando que los mismos que financian el genocidio y la ocupación en Palestina son quienes históricamente han financiado los golpes de Estado en América Latina, los mismos que buscan imponer presidentes sin apoyo real del pueblo en toda la región —pero serviles a sus intereses— y que, desde hace más de sesenta años, mantienen un bloqueo inhumano contra el pueblo cubano, bloqueo que actualmente sufre también Venezuela.
Hoy le tocó a Palestina, pero en cualquier momento podría suceder lo mismo en cualquiera de nuestros países. No es un eslogan vacío decir que “todos somos Gaza”: materialmente, todos podríamos ser Gaza de un momento a otro. Por eso es vital solidarizarnos con Palestina y no seguir siendo espectadores pasivos ante el mayor genocidio que vive la humanidad desde el holocausto nazi, ni permitir que impunemente se sigan violando los derechos humanos tan cínicamente.
Poner rostro en la pantalla a este pueblo, a través de nuestros cinco testimoniantes —Bassel, Murid, Omaima, Watan y Baylasan— es la manera que encontramos de darle voz a Palestina. Ojalá pudiéramos hacer 60.000 capítulos, uno por cada mártir, y contar la historia de cada sobreviviente y persona afectada por el genocidio y la ocupación.
La labor de investigación es muy importante en un material así. ¿Cómo fue esta parte? ¿Y cómo llegaste a las historias de Watan, Omaima, Murid, Baylasan y Bassel, con las que construyes el relato (esta narrativa es uno de los atractivos del documental)?
Como en toda creación cinematográfica documental, la investigación es quizá la fase más importante y extensa del proceso, junto al desarrollo, la guionización y la preproducción; etapas en las que siguen apareciendo informaciones, datos y puntos de interés que enriquecen la película. En este camino llegamos a nuestros testimoniantes de forma orgánica: fue Bassel quien nos sugirió un grupo de personas, y de allí estas cinco historias se fueron decantando.
Para comenzar, realizamos entrevistas larguísimas con cada uno de ellos, mientras profundizábamos en la historia de Palestina y de la ocupación. De esas entrevistas extrajimos no solo los momentos clave para la construcción del relato, sino también una gran riqueza de información sobre la cultura, el imaginario, los tiempos, la cosmovisión… Todo eso nos sirvió para decidir la forma que debía tomar cada capítulo.

Además, como parte del desarrollo, envié a cada testimoniante una especie de “tarea” —como ellos mismos la llaman—: textos en forma de carta o diario que me permitieran conocer más profundamente su experiencia particular, sus relaciones y su manera de interpretar los hechos vividos. A partir de los testimonios extensos fui elaborando pautas diferenciadas para orientar esas “tareas” y, con ellas, nutrir de matices y profundidad la narración final.
¿Qué es el Laboratorio Audiovisual Chaski? Veo que también, junto con Resumen Latinoamericano y del Tercer Mundo, la red Al-Mayadeen forma parte de la producción.
El Laboratorio Audiovisual Chaski es mi productora, con la que he realizado varios documentales, cortometrajes y otros proyectos. Aunque el término “laboratorio” pueda generar confusión, decidimos mantenerlo porque refleja nuestra afinidad con varios de los principios del Movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano y nuestra vocación por la experimentación constante en las formas y narrativas. Buscamos reinterpretar géneros y estéticas para que respondan de manera más fiel a nuestros discursos audiovisuales.
Por ejemplo, en La raíz del olivo incorporamos elementos del cine autorreferencial, un género comúnmente orientado a la introspección del autor sobre sus propias experiencias en lenguaje audiovisual. En nuestro caso, adaptamos dos de sus formatos más característicos —la carta y el diario— para ponerlos al servicio de los testimoniantes. De este modo, procuramos ser fieles a la mirada del mundo que ellos poseen. Uno de los logros más gratificantes de esta decisión es escuchar a nuestras hermanas y hermanos palestinos referirse a la obra no como “el documental donde di mi testimonio”, sino como “nuestro documental”.
“(…) en La raíz del olivo incorporamos elementos del cine autorreferencial, un género comúnmente orientado a la introspección del autor sobre sus propias experiencias en lenguaje audiovisual”.
El Laboratorio Audiovisual Chaski, en colaboración con Resumen Latinoamericano y del Tercer Mundo, llevó el documental desde su concepción hasta su finalización. L.A. Chaski aportó todo el equipo técnico y artístico, y, gracias a la gestión de Graciela Ramírez, directora de Resumen Latinoamericano en Cuba y productora del documental, logramos contar con un mínimo de recursos para el desarrollo y el rodaje.
Graciela nos convocó después de varias colaboraciones previas, en un momento especialmente difícil para Resumen Latinoamericano. Como medio de prensa argentino-cubano, comprometido con las luchas de los pueblos, la llegada de Milei al poder significó una confrontación abierta: no solo por su servilismo a Estados Unidos, sino también por su respaldo explícito al estado ficticio de Israel, a Benjamín Netanyahu y al genocidio en curso, además de la agresión permanente contra Cuba y Venezuela. Pero no hubo duda, aún sin contar con los recursos necesarios, en dedicar este esfuerzo en nuestro documental a Palestina. Cuando Graciela nos llamó a fines del 2023, nos aclaró que no contaba con recursos para este documental, la propuesta era parte del compromiso contra el genocidio y por la causa Palestina. Por ello, el documental se realizó prácticamente desde la militancia. Nuestros amigos palestinos nos brindaron un apoyo invaluable, ayudando con la alimentación y, en muchos casos, también con el transporte.
Al-Mayadeen, por su parte, gracias a la gestión de Wafica Ibrahim, directora del medio en español, nos apoyó con las imágenes de archivo que aparecen en el metraje y, una vez terminado el documental, ha brindado apoyo en su distribución. Aunque el documental aún no está liberado para televisión y los recursos son limitados para ingresar en muchos festivales, su colaboración ha sido fundamental para ampliar el alcance de la obra.
Eso me conlleva a preguntarte ¿cuáles son, a tu juicio, los mecanismos por los que puede apostar ahora un cineasta joven en América Latina y más un documentalista con tus intereses?
La verdad es que los mecanismos para un cineasta joven, especialmente documentalista, con intereses políticos revolucionarios, son relativamente limitados. Los discursos que cuestionen abiertamente el orden hegemónico tienen cada vez menos espacios en ámbitos mainstream, y en festivales que suelen privilegiar propuestas artísticas más occidentales y tradicionales. Solo hay que recordar, cómo después del recrudecimiento del genocidio y la ocupación, Netflix bajó de su parrilla todas las películas palestinas.
Sin embargo, hemos encontrado muchas plataformas solidarias que nos han permitido distribuir el material. Este documental, en particular, contó con el apoyo de personas comprometidas con la causa palestina, que colaboraron de diversas formas.

Por otra parte, aunque los espacios para este tipo de documentales escasean, son muy agradecidos. En Cuba tuvimos el privilegio de presentar La raíz del olivo en los tres festivales más importantes del país, entre ellos el Festival Santiago Álvarez, en Santiago de Cuba, que está completamente enfocado en el documental. Ahí recibimos dos premios internacionales como reconocimientos colaterales: una mención especial en el Premio Sergio Corrieri, que se otorga a documentales enfocados en la solidaridad internacional, y el premio de la AHS.
Además, el documental ha sido exhibido en muchos otros escenarios, principalmente aquellos comprometidos con la solidaridad y la concientización sobre la causa palestina. Hemos proyectado en México —incluyendo la UNAM y otros espacios de militancia—, en Venezuela, en la Internacional Antifascista, y en otros de la Unión Comunera. También se ha presentado en varios países de Latinoamérica, como Puerto Rico, Brasil, Bolivia, etc. y próximamente se exhibirá en Chile.
“(…) hemos encontrado muchas plataformas solidarias que nos han permitido distribuir el material. Este documental, en particular, contó con el apoyo de personas comprometidas con la causa palestina, que colaboraron de diversas formas”.
Saliendo de Latinoamérica, también hemos proyectado el documental en varios países de Europa y Medio Oriente, como Jordania, Irán, España, Italia, Alemania y Países Bajos, entre otros. Allí hemos tenido varias presentaciones exitosas, tanto en festivales como en espacios alternativos y de militancia.
Actualmente contamos con un protocolo para la difusión del documental que permite liberar el material para ámbitos de debate político, concientización y de formación en torno al tema de Palestina.
Tu documental tiene una alta carga de denuncia social y política. Hay un posicionamiento claro, objetivo, frontal, que se suma a una tradición de cine social y político en nuestra región y, al mismo tiempo, a pesar del dolor, de la historia de guerra y resistencia, hay una búsqueda de la belleza, de esa belleza que acompaña la esperanza de la proximidad de un futuro…
Considero que un documental político no debe estar exento de belleza. Las consignas políticas son entes vacíos si no emergen de la experiencia del espectador, quien se enfrenta a una realidad objetiva y a una humanidad retratada con honestidad. Estéticamente, siempre tuvimos como horizonte evitar que el documental se convirtiera en un “teque” —como se dice en Cuba para referirse a algo pesado, moralista o aburrido— y, en cambio, aspiramos a que fuera una búsqueda espiritual y empática alrededor de nuestros testimoniantes y sus experiencias.
Mis referentes cinematográficos son muchos, pero mencionaré algunos ligados al documental y al cine político. De Cuba, definitivamente uno de los más importantes para mí es Tomás Gutiérrez Alea, y curiosamente en una edición más reciente de Dialéctica del espectador (ensayo de Titón) en el prólogo, se menciona a otro de mis grandes referentes: Patricio Guzmán (Chile), también del documental y el cine político. Asimismo, están los también cubanos Sara Gómez y, por supuesto, Santiago Álvarez.
De Bolivia, admiro profundamente a Jorge Sanjinés; de hecho, tuve el honor de que fuera una de las primeras personas en ese país en ver La raíz del olivo.
Y, por supuesto, no puedo dejar de mencionar a Fernando “Pino” Solanas (Argentina), figura fundamental del cine político latinoamericano. Del cine más actual, me inspiran Marjane Satrapi (Irán/Francia), directora de Persépolis, y Jafar Panahi (Irán), creador de Esto no es una película, obras hermosísimas y con gran carga política.
Tampoco podría dejar de mencionar la admiración que sentí por los realizadores de No Other Land —Basil Adra, Hamdan Ballal y Yuval Abraham (Palestina), y Rachel Szor (Israel)— por el valor que representa la forma en que hicieron su documental.
Al revisar los créditos veo que prácticamente lo has hecho todo. Pero quiénes más hicieron posible La raíz del olivo…
Aunque en los créditos aparezco con muchos roles —guion, dirección, fotografía, etc.—, La raíz del olivo fue posible gracias a un equipo muy comprometido.
En primer lugar, por supuesto, está Graciela Ramírez, productora ejecutiva del documental y directora de Resumen Latinoamericano en Cuba, quien nos convocó y nos apoyó con la logística, la coordinación general y los contactos iniciales con Al-Mayadeen.

Carolina González participó desde la investigación y en la coordinación del guion; además, fue mi mano derecha como asistente de dirección durante todo el rodaje y la primera en ver los primeros cortes de postproducción como asistente de montaje, brindándome una retroalimentación crucial. Annalie Rueda, aunque solo estuvo en la investigación, nos acompañó en ese proceso y su impulso y sus ideas siempre fueron muy valiosos; hemos colaborado con ella en otros proyectos también. Fabiana López nos apoyó con la segunda cámara en algunos episodios, incluyendo un momento crítico en la mezquita de las mujeres, donde yo no podía entrar a filmar; ella realizó la secuencia siguiendo mis indicaciones por teléfono, con Carolina acompañándola, y gracias a su participación esa escena pudo hacerse.
Mi hermano Ernesto Eguino contribuyó con la música y la producción musical, como suele hacer en mis producciones, y Manuel Morales, pintor boliviano, diseñó el cartel del documental.
“Al-Mayadeen (…) nos apoyó con las imágenes de archivo que aparecen en el metraje y, una vez terminado el documental, ha brindado apoyo en su distribución”.
Por supuesto, nuestros amigos palestinos confiaron en nosotros, nos dieron su testimonio y nos apoyaron directamente durante el rodaje; además, colaboraron con la alimentación, transporte y la traducción del español al árabe y viceversa, tanto durante el rodaje como en la postproducción y la creación de los subtítulos. Wafika Ibrahim, directora de Al-Mayadeen en español, también fue fundamental, aportando las imágenes de archivo que enriquecen el documental.
Gracias a todos ellos, La raíz del olivo pudo existir y conservar el sentido y tono que siempre buscamos.
¿Utilizas inteligencia artificial para las imágenes del olivo? ¿Por qué esta decisión artística?
Se utilizó inteligencia artificial para las imágenes del olivo en escenarios de destrucción provocados por la guerra. Esta decisión tuvo un componente pragmático: aunque Al-Mayadeen nos proporcionó muchas imágenes de Gaza en ese momento, era casi imposible conseguir material específico de un olivo en medio de la destrucción, y sería absurdo, insensible e ingenuo pedirle a algún corresponsal, que pone en riesgo su vida para informar sobre Gaza, que realizara esa tarea.
Además, la decisión tiene un valor artístico: el olivo es un símbolo de resistencia, memoria y esperanza del pueblo palestino, y queríamos que su representación resumiera visualmente el discurso central del documental. Gracias a la inteligencia artificial, pudimos crear una imagen muy específica y potente, imposible de capturar de manera convencional, que conecta directamente con la narrativa y la emoción que buscamos transmitir.
¿Dónde fue la primera presentación? ¿Y cómo lo recibió el público?
La primera presentación de La raíz del olivo fue un preestreno en el Centro Fidel Castro Ruz, en La Habana. Esta proyección, realizada en octubre de 2024, coincidió con el primer aniversario del genocidio y resultó especialmente emotiva por múltiples razones. El evento contó con la presencia de Lis Cuesta Peraza, directora nacional de Eventos del Ministerio de Cultura de Cuba, así como de autoridades del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), el Ministerio de Cultura, la Unión de Periodistas de Cuba (Upec), el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (Icap), la Casa de las Américas, y representantes diplomáticos de Palestina, Rusia, Yemen, Líbano, Siria, Venezuela, Bolivia y Nicaragua.
Uno de los momentos más conmovedores fue la participación de Wafica Ibrahim, directora de Al-Mayadeen en español, quien había visto su casa bombardeada en Beirut apenas unos días antes, el 1 de octubre. También asistieron Leslie Alonso y Yodeni Masó, periodistas de Prensa Latina que dieron cobertura directa al genocidio y que acababan de regresar del Líbano.
El estreno oficial tuvo lugar en el emblemático cine Yara durante la 45.ª edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, donde el documental formó parte de la programación dedicada a la defensa de la causa palestina.

En Bolivia, el preestreno se realizó en la Cinemateca Boliviana, gracias a la colaboración entre Prensa Latina, la embajada de Palestina en Bolivia y la directora de la Cinemateca, Mela Márquez. Durante esta proyección, estuvo presente el embajador de Palestina en Bolivia, quien presentó el documental al cuerpo diplomático y público general presentes.
En el estreno oficial en Cuba, además de los testimoniantes Bassel, Murid, Omaima, Baylasan y Watan, asistieron figuras destacadas como Aleida Guevara March, médico cubana e hija del Che Guevara; Alexis Triana, presidente del Icaic; Mariela Castro Espín, directora de Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex); numerosos escritores, periodistas, y nuevamente contó con la presencia de Lis Cuesta. La aceptación del público fue muy positiva; tanto en los preestrenos como en el estreno oficial, el documental recibió una respuesta cálida y comprometida. Estas presentaciones abrieron muchas puertas para su difusión internacional. Poco después, se proyectó en el Festival Internacional Antifascista en Venezuela, y desde allí hemos podido llevar el material a diversos países alrededor del mundo.
¿Tienes pensada alguna estrategia de distribución? O sea, ¿cuál es el camino que recorrerá —o el que deseas que tenga— La raíz del olivo a partir de este momento?
La raíz del olivo ya se ha proyectado en varios festivales y seguimos postulándolo a otros, aunque muchos festivales tienen costos de inscripción que dificultan el ingreso, ya que no contamos con un presupuesto de distribución. Sin embargo, nuestra distribución ideal, más allá de los festivales, se centra en espacios de militancia, debate, educación y concientización política. Para ello hemos desarrollado un protocolo que nos permite mover el documental en estos entornos, asegurando que llegue tanto a personas comprometidas como al público general. El protocolo puede consultarse en la página de Instagram de L.A. Chaski para quienes estén interesados en proyectar el documental.
“(…) nuestros amigos palestinos confiaron en nosotros, nos dieron su testimonio y nos apoyaron directamente durante el rodaje”.
Hemos tenido proyecciones muy significativas. Por ejemplo, en el Festival Internacional Antifascista, que nos abrió muchas puertas, y en México, donde realizamos una pequeña gira por el D.F. y presentamos el documental en espacios como el centro de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación CNTE, la UNAM y en la UAM. Gracias al Comité de Apoyo a Palestina de la UNAM, los estudiantes participaron activamente, preguntando cómo podían apoyar a Palestina; ese fue, quizá, uno de los mayores logros de esa gira. A finales de agosto tenemos prevista otra gira similar por Chile, organizada gracias a la fundación VARSOT.
Además, el documental se ha proyectado en varios países, donde hemos tenido varias presentaciones exitosas. Todo esto ha sido posible gracias a la solidaridad y el compromiso de quienes apoyan el proyecto y confían en que Palestina será libre.
¿Qué te deja, como realizador y ser humano La raíz del olivo?
Como realizador La raíz del olivo me ha enseñado muchísimo y me ha llenado de esperanza al ver la fortaleza del pueblo palestino. Las mayores enseñanzas han sido humanas: me deja muchos amigos y amigas y, sobre todo, muchos hermanos y hermanas de lucha, como lo son nuestros y nuestras testimoniantes. También me deja la sensación de que todavía hay mucho que hacer por Palestina, desde cualquier lugar en el que estemos, no solo a través del boicot o las movilizaciones, sino también mediante la comunicación, el boca a boca y el simple hecho de no dejar de hablar de Palestina, apoyar la causa y avanzar hacia su liberación.
Además, se pueden llevar a cabo acciones concretas, como exigir a nuestros gobiernos la ruptura de relaciones con el Estado inventado, genocida y colonial de Israel. La sensación que me deja este documental es la de estar dándole voz, aunque sea a cinco personas, que sufren día a día el genocidio y la ocupación en Palestina. Es un granito de arena, que sabe a poco al ver todo lo que sucede en Gaza de manera impune y frente a los ojos de toda la humanidad.
Una de las frases que más me ha marcado en este proceso es, tal vez: “La patria puede ser la distancia entre dos hombros”, de Ghassan Kanafani. Se refiere, lógicamente, a que la patria también se lleva en cada persona. Pero, reinterpretando esta frase, el hecho de acercarnos como humanidad y hacer que los hombros sean los nuestros y los de nuestros compañeros de lucha fortalece cada vez más el espacio que representa la patria, desde el cual se puede luchar por la liberación de Palestina. Nuestro documental me deja una profunda enseñanza y una admiración enorme por el pueblo palestino, y la certeza de que la raíz de este pueblo es tan profunda que será imposible arrancarla de la tierra que le pertenece, tierra que nutre su lucha con la sangre de los mártires.

