Teófilo, la película: Conversando con sus protagonistas
Alejandro Gil: La idea
El guion de esta película llevaba años esperando en mi escritorio, como una idea añeja que necesitaba su momento preciso para cobrar vida. Después de terminar Inocencia y AM-PM, sentí la necesidad de cambiar de rumbo temático, y qué mejor opción que una película deportiva centrada en la figura de Teófilo Stevenson. Mi conexión personal con este proyecto viene de mis años en la escuela deportiva hace décadas, donde crecí admirando al ícono del boxeo cubano durante los años 70.
Hoy más que nunca considero fundamental redimensionar el legado de Teófilo, no solo como atleta excepcional sino como símbolo de una época particularmente intensa, marcada por los años más álgidos de la Guerra Fría. Cuando finalmente expresé en voz alta mi deseo de hacer una película deportiva, la respuesta fue contundente: “Empiézala a escribir”. Así comenzó este viaje creativo que, tras un intenso proceso, está a punto de llegar a su culminación.

Alejandro Phillips: Teófilo
Este proyecto representa un verdadero regalo en mi carrera. Justo cuando me gradúo del Instituto Superior de Arte, después de dedicarme al teatro, iniciarme en el cine con un personaje como Teófilo Stevenson, junto a un elenco extraordinario y bajo la dirección de Alejandro Gil, es un privilegio inesperado.
Interpretar a una figura de tal magnitud conlleva una enorme responsabilidad. Todos conocemos el legado de Teófilo, no solo para el deporte cubano sino a nivel mundial. Desde que Alejandro me propuso el papel, comencé una preparación intensiva: estudié a profundidad, transformé mi físico y aprendí boxeo desde cero.

Fue un proceso complejo —más de tres años—; antes, ni siquiera jugaba parchís.
El boxeo resultó ser un reto mayúsculo, exigiendo al máximo mi capacidad física. Durante meses, sometí mi cuerpo a entrenamientos diarios en el gimnasio, llevándome constantemente al límite. Aunque el camino ha sido arduo, ahora me siento satisfecho con los resultados. Trabajar bajo la guía de Alejandro me ha dado seguridad —“Tú me guías”, le repito constantemente— y el apoyo de actores más experimentados ha sido invaluable en este viaje.
Kike Quiñones: Alcides Sagarra
Hacer cine siempre ha sido un desafío fascinante en mi carrera. Llegué como el último participante al casting, en un proceso intenso de autodescubrimiento donde exploramos las posibilidades del guion y la visión inicial de Alejandro. Este trabajo nos permitió ciertas libertades creativas, especialmente valiosas al encarnar figuras tan reconocidas como Teófilo Stevenson y Alcides Sagarra.
Al abordar a Sagarra, enfrenté un reto particular. No solo era el legendario entrenador de Teófilo, sino el arquitecto de toda la Escuela Cubana de Boxeo, un legado de proporciones monumentales. Mi enfoque se centró en revelar aquellas facetas menos conocidas del personaje. Todos recuerdan su estilo característico al dirigir peleas o su manera de hablar en entrevistas, pero existían matices humanos ocultos que enriquecían profundamente su retrato.
Este enfoque respondía a un compromiso asumido con Alejandro desde el inicio: capturar la esencia multidimensional de estos íconos. Las reacciones del público durante la preparación fueron reveladoras —algunos insistían en que Sagarra “no estaba tan flaco”, otros que “no era tan gordo”. Estas percepciones contradictorias nos llevaron a buscar un equilibrio, incorporando aspectos que lo muestran como padre, maestro y amigo, dimensiones que el espectador podrá descubrir en la pantalla.
El trabajo cinematográfico nunca sigue un camino rígido. Constantemente estamos ajustando y buscando la mejor manera de conectar con la esencia del personaje, asegurándonos de que el público descubra exactamente lo que queremos transmitir. Esta búsqueda creativa ha resultado profundamente gratificante.
El filme es también un tributo al legado de Sagarra y su contribución al boxeo nacional.
Más allá del resultado final, lo verdaderamente significativo ha sido formar un equipo cohesionado. En este proyecto hemos logrado crear una verdadera familia de trabajo. Los desafíos que enfrentamos durante el rodaje demostraron que, sin esta unión, no hubiéramos podido superar las dificultades.
Con Alejandro al frente y el apoyo de actores experimentados, hemos construido un ambiente de trabajo excepcional. Cada día es una lección, especialmente al colaborar con profesionales que llevan años dedicados al arte cinematográfico. Este oficio nunca deja de enseñarnos algo nuevo.
Este proyecto representa un regalo especial, primero para quienes lo hemos creado, luego para el público, y especialmente para la Escuela Cubana de Boxeo. Como bien señaló Alejandro desde el primer guion, es un tributo al legado de Sagarra y su contribución al boxeo nacional.
Aleksey Ryzhkov: Andrei Chervonenko
Interpretar a Andrei Chervonenko representó un desafío significativo, dada su importancia en la vida de Teófilo Stevenson, como su entrenador en la Unión Soviética. Al iniciar mi investigación, encontré escasa información disponible sobre esta figura clave, lo que añadió complejidad al proceso.
Mi experiencia previa en boxeo resultó invaluable para comprender la esencia del personaje. Sin embargo, pronto descubrí que ser boxeador y entrenador son roles completamente distintos. Este proyecto me enseñó una lección fundamental: en el mundo del boxeo, primero se debe aprender antes de pretender enseñar.
Trabajando estrechamente con Alejandro, prioricé capturar su visión para el personaje mientras incorporaba todo mi conocimiento boxístico. Le dediqué alma y concentración, buscando plasmar en pantalla la esencia que ambos imaginábamos. La enorme relevancia histórica de Chervonenko en el destino de Teófilo me generaba una mezcla de nerviosismo y responsabilidad.
El apoyo del equipo fue fundamental en este viaje. Mis compañeros me brindaron una atención y cuidado excepcionales, creando un ambiente tan cercano que llegué a sentirlos como mi segunda familia. Este calor humano hizo posible dar vida a un personaje tan significativo con la profundidad que merece.
Jorge Martínez: Comisionado Roberto
Los años 70 y 80 fueron tiempos convulsos. Mi personaje, un dirigente deportivo de aquella época, requería ser entendido dentro de ese contexto particular. Desde el principio buscamos alejarnos del estereotipo del burócrata que solo repite consignas, intentando mostrar su lado más humano. Incluso aquellas decisiones que algunos podrían considerar errores, eran para él acciones necesarias en ese momento histórico.
Era, ante todo, un ser humano común, obsesionado con su trabajo y con mostrar al mundo los logros del deporte cubano. Aunque la vida le presentaba otros caminos, su prioridad siempre fue su labor como dirigente. Esta fue esencialmente la esencia de Roberto, un personaje que espero el público logre comprender en toda su complejidad, incluso en sus decisiones más controvertidas.
El proceso de creación tuvo sus particularidades. Alejandro y yo mantuvimos contacto por WhatsApp mientras yo estaba fuera de Cuba. Cuando decidí regresar para el proyecto, muchos me cuestionaron: “¿Estás loco? ¿Dejar todo para filmar en las actuales condiciones del país?” Los trámites migratorios eran complicados, pero no había duda: esta era mi vida, mi profesión, mi pasión.

El rodaje, pese a todas las dificultades, fue una experiencia enriquecedora. Solo fue posible gracias a la camaradería que se generó, esa hermandad esencial para superar los desafíos. Ahora, espero que el público valore el resultado final, aunque mi convicción permanece intacta: esta es una película necesaria, no solo por Teófilo, sino por lo que representaron esos deportistas.
El audiovisual todavía tiene una deuda con esas figuras que dieron gloria al país durante aquel período de la Revolución. Atletas que, movidos por amor a su tierra, rechazaron ofertas millonarias y decidieron quedarse. Su legado trasciende lo deportivo, encarnando valores que hoy merecen ser recordados. En ese momento no les importaban los cheques en blanco: amaban y sentían por su pueblo y su país.
Alejandro Gil: Dejar el alma en el ring
Consultamos numerosos trabajos documentales y entrevistas realizadas por agencias extranjeras sobre Teófilo Stevenson, accesibles principalmente a través de plataformas como YouTube. Este material se convirtió en una valiosa fuente de información para el desarrollo del guion. Nunca hubo un momento de vacilación creativa, sino una necesidad imperiosa de capturar la esencia de Teófilo, aunque decidí conscientemente que no sería una biografía al uso, sino un retrato de su extraordinaria trayectoria amateur.
Los registros periodísticos confirman que Teófilo es el único cubano en el Salón de la Fama olímpico, un honor que refleja su singularidad. Aunque inicialmente pretendía un material más extenso, la bibliografía disponible resultó fundamental para reconstruir los combates, adoptando el estilo caballeresco de narración que guió nuestro diseño coreográfico. Las maniobras dentro de las peleas tenían que tener una progresión dramática en función de lo que queríamos decir. Por tanto, en combate se convierte en un elemento de expresión creativa y artística.

Desde el principio asumimos que estábamos haciendo cine, no un documento histórico. Era plenamente consciente de la magnitud del reto: recrear Montreal en Cuba, Múnich en Cuba…, hasta que la sugerencia de Alexis Triana, presidente del Icaic, de incluir Moscú abrió nuevas posibilidades narrativas y visuales, aunque el proceso estuvo marcado por constantes incertidumbres.
La reconstrucción histórica exigió esfuerzos titánicos: desde la confección minuciosa de guantes y zapatillas hasta la búsqueda exhaustiva de telas auténticas para los uniformes. Cada elemento—camisetas, equipamiento, accesorios—requirió una atención meticulosa para garantizar autenticidad.
Somos conscientes de que nos enfrentamos a un público que guarda su propia imagen de Teófilo. La película navega entre lo documental y lo novelesco, mostrando no solo al campeón invicto, sino al ser humano con sus luchas íntimas y contradicciones. Hemos enfatizado esta dimensión humana, particularmente en la relación con Sagarra, sin comprometer la fidelidad a los hechos deportivos reales. Creamos una dramaturgia cinematográfica sobre un hombre real y conocido, respetando escrupulosamente los datos competitivos — finales, cuartos de final —mientras trabajamos libremente la dimensión personal.
“Somos conscientes de que nos enfrentamos a un público que guarda su propia imagen de Teófilo”.
Realicé un exhaustivo estudio de películas deportivas para comprender sus estructuras dramáticas, pero siempre buscando trascender los lugares comunes. El resultado es una obra que explora la dignidad y vulnerabilidad del personaje.
Tengo un temor enorme sobre cómo será recibida. Cada persona tiene su Teófilo, como él decía que cada cual tenía su Sagarra. Abordamos el Teófilo post-80, que no fue a las Olimpiadas del 84 ni 88, pero ganó el Mundial del 86, pudiendo haber obtenido una cuarta medalla olímpica. Todo esto se explica en la película, tratando de satisfacer expectativas mientras ofrecemos un espectáculo deportivo al que hemos dedicado el alma, dejando la piel no en el ring sino en la pantalla.